La coordinadora de la Organización de Mujeres Indígenas de Autana (Omida), Amelia Conde, es una madre y docente, que se vio en el rol de liderar e impulsar los emprendimientos femeninos de su comunidad y motivar entre los jóvenes una reflexión sobre la defensa de su territorio y la vida de los pueblos originarios. En esa tarea busca transmitir la experiencia a las mujeres de su propio grupo familiar, una formación de rango cacical en sus hijas

A las siete de la mañana del 15 de marzo de 2023, parada en el puente La Macanilla sobre el río Capanaparo –de 257 metros de longitud– a un par de horas de donde está la chalana para cruzar el río Orinoco y llegar al estado Amazonas, Amelia Conde habla con una sonrisa contenida y voz pausada. Recorrió unos 632 kilómetros desde Caracas hasta La Macanilla, en el estado Apure. Viajó a la capital venezolana a recibir un reconocimiento: una de las 100 mujeres protagonistas en materias de derechos humanos y emprendimiento, que concedió la Embajada del Reino de los Países Bajos en Venezuela.


Tenía el cabello recogido y vestía un suéter azul sobre una franela negra con el logo de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica), institución que organizó en septiembre de 2022 su XI congreso, al que Amelia asistió.


Las mujeres de mi pueblo uwöttüja iban a las reuniones, pero sin voz ni participación, solo a oír. Ese fue el objetivo, que participaran y tomaran decisiones, que conocieran sus derechos

Amelia Conde, coordinadora de la Omida

Habla y sonríe. A sus 62 años, esta indígena uwöttüja –que en español significa gente con conocimiento– o etnia piaroa en el mundo occidental, se autodefine defensora de su territorio y de la voz de las mujeres de su pueblo, motivación que la llevó a impulsar la creación de la Organización de Mujeres Indígenas de Autana (Omida).

“Las mujeres de mi pueblo uwöttüja iban a las reuniones, pero no tenían voz ni participación, iban solo a oír. Ese fue el objetivo, que participaran y tomaran decisiones, que conocieran sus derechos”.

Amelia transita el camino del liderazgo sin proponérselo. Después de que estudió interna en el colegio Nuestra Señora del Carmen, en Isla Ratón, capital del municipio Autana y uno de los siete del estado Amazonas, la comunidad la escogió como maestra de Caño Grulla, de donde era originaria.

“Las monjas me habían conseguido una oportunidad para continuar los estudios en Caracas. Acepté la propuesta y cuando estaba a punto de irme, la comunidad me dice que había un cargo de docente y que se reunieron y propusieron que regresara a Caño Grulla. Comencé a los 17 años, se daban clases en el idioma y en castellano, porque los niños no sabían nada en castellano, pero a la vez tenían que aprenderlo para cuando salieran de Caño Grulla”, rememora.

Para llegar a Caño Grulla hay que navegar por el río Orinoco al menos cuatro horas en una lancha con motor, partiendo desde el puerto de Morganito. A este lugar se accede por vía terrestre desde Puerto Ayacucho, en un trayecto de dos horas. Cuentan sus pobladores que allí viven unas 300 personas y hay una escuela y un ambulatorio. No tiene electricidad y en octubre de 2022 cumplió 56 años de fundada.

Para ir a Isla Ratón, Amelia debía recorrer en lancha casi cuatro horas. Por eso, ella y otros niños de su comunidad, en la década de los setenta, se quedaban internos para recibir clases.

Recuerda que tenía ocho años cuando se fue a estudiar en Isla Ratón. Es la quinta de seis hermanos, quienes ya estudiaban internos cuando ella llegó. Ir al parque y jugar voleibol en la escuela son de las cosas divertidas de su infancia, que se mantienen en su memoria. Aprendió a bordar, tejer y coser con las monjas.

Cuando se convirtió en la maestra de su comunidad y le tocó organizar las actividades académicas y reuniones con los representantes, sin saberlo comenzó su trabajo como líder, la persona que orientaba a los miembros de su comunidad. En esa etapa, Amelia estuvo durante 20 años hasta que se jubiló: comenzó y terminó como docente en Caño Grulla.

En Grulla conoció al que fue su esposo, Bernabé Arana, también del pueblo uwöttüja. “Mi papá no quería nada con otro pueblo, siempre se mantuvo en su cultura”, dice. Amelia detalló que su padre quería que se casaran con unos primos, pero ella y sus hermanas le decían que eso no podía ser porque sus primos eran como sus hermanos. “No le hicimos caso”.

En 1995, su esposo se convirtió en alcalde del municipio Autana y fue reelecto por dos períodos. Durante ese tiempo, Amelia se mudó con sus hijos a Isla Ratón para ser la primera dama de ese municipio. Los locales veían a la familia Arana Conde como una especie de monarquía, un comentario que venía por el ingreso de estos indígenas al ambiente político.

Amelia vivió en Isla Ratón casi 10 años, hasta 2006, al mudarse a Puerto Ayacucho tras la ruptura de su matrimonio. Si se le pregunta cómo se desenamoró, ella solo se ríe y contesta que ahora son amigos. Pero fue después de este episodio y ya en la capital del estado Amazonas, cuando comenzó a ser parte del equipo social de la Organización Regional de Pueblos Indígenas de Amazonas (Orpia). Un año después, en 2007, fundó Omida junto con otras jubiladas.

“Sin recursos, sin gobierno: era pura iniciativa. En la organización somos muchas mujeres jubiladas y hacíamos recolectas para ir a la comunidad. En ese tiempo. la economía estaba mejor y cada una ponía víveres, gasolina, motor, y nos íbamos a las comunidades a trabajar. Esa fue nuestra rutina por varios años”.

Pero, luego, a partir de 2014, vino la crisis económica del país y la pandemia por COVID-19, en 2020, y esas mujeres sufrían la escasez de alimentos. Algunas se fueron a sus comunidades a cultivar de nuevo el conuco para poder comer. Entonces se preguntaron: “¿Nos paralizamos o arrancamos?”. La misma necesidad hizo que arrancaran. “Tenemos que vender, emprender y fortalecer”, alertó, entonces, Amelia.

Ella tiene muy claro que su labor es visibilizar el trabajo de las mujeres indígenas en pro de la economía diaria y la transmisión de los saberes ancestrales: artesanía, gastronomía, idioma, defensa del territorio, el hogar.

La paciencia, otro saber ancestral

Annia Arana Conde es una de las hijas de Amelia. En total tiene cuatro y dos hijos. Tres de ellas siguen la labor de Amelia de liderar espacios que fortalezcan sus derechos y su cultura. Un rango cacical que se ha construido de a poco y con paciencia.

Paciencia: esa es la palabra clave que recuerda Annia sobre las enseñanzas de Amelia, a quien describe “fuerte y humilde, que sigue adelante a pesar de las dificultades”.

Precisó además que los consejos y la experiencia de su madre la han ayudado para trabajar con la gente. “Mamá siempre nos recuerda que somos la generación de relevo. Sigo los pasos de atender a nuestra organización y de liderar cada evento con la gente y acompañarla en sus actividades. De esta manera voy aprendiendo”.

María Arana Conde es la otra hija de Amelia, quien desde el oficio artesanal crea joyería autóctona que forma parte de los emprendimientos que promueven con la marca Madiwaru, que en lengua uwottüja significa guía espiritual de los báquiros. En este espacio también enseñan a otras mujeres a confeccionar collares, pulseras y zarcillos, y desde allí buscar una manera de generar recursos en una economía local afectada.


Mamá siempre nos recuerda que somos la generación de relevo. Sigo los pasos de atender a nuestra organización y de liderar cada evento con la gente y acompañarla en sus actividades. De esta manera voy aprendiendo

Annia Arana, hija de Amelia Conde

“Lo que me inspira es la gentileza y el cariño que me muestra la gente de mi comunidad. Y algo que nos caracteriza como familia es que no olvidamos nuestras raíces, nuestra identidad, de dónde somos como pueblo indígena. Más bien me fortalece seguir creando actividades para el bienestar de mi comunidad”, sostiene María.

Su otra hija es Beisy Arana, quien es la creadora de Madiwaru y la que inculcó en su madre y hermanas la idea del emprendimiento.

Amelia también ha tenido críticas a su labor por parte de algunos uwöttüja y de otros pueblos indígenas, como los baniva y los baré. Aunque, consultados para este trabajo, evitan denunciarlo abiertamente y piden resguardar su identidad. En los comentarios predominan que ella y sus hijas son las que más se benefician de las actividades a favor de los pueblos originarios.

Ante ello, el coordinador de derechos humanos de Orpia, José Alves, calificó ese asunto como envidia. “El hecho de que una lideresa esté al frente de una organización genera envidia. Lo que hacen es desacreditar el trabajo de Amelia porque dicen cosas que no son en realidad”, sostiene.

Agregó que ella recibió un premio en derechos humanos que refleja su buen trabajo. “Su organización forma mujeres en el sentido integral: con emprendimiento, pero también para mantener sus costumbres, enseñar a los niños la tradición, su espiritualidad. Ese es el rol de Amelia”, recalca.

La lucha

Nueve meses han pasado desde el asesinato del líder indígena Virgilio Trujillo Arana, guardián territorial uwöttüja de una zona donde la minería ilegal busca hacerse de tierras ancestrales para extraer oro. El Observatorio para la Defensa de la Vida (Odevida) informó que recibió dos balazos en la cabeza, mientras se encontraba en el barrio Escondido, de Puerto Ayacucho.

Según la organización defensora de los pueblos indígenas Kapé Kapé, en junio de 2020, la autoridad legítima de la comunidad Pendare, parroquia Sipapo del municipio Autana, Pablo Medina, anunció la conformación de estos equipos de guardianes debido a la incursión de grupos ajenos (guerrilla y extractivistas) en sus territorios. Son voluntarios, pertenecientes a este pueblo, que hacen vida en el municipio, quienes, con armas artesanales como el arco, la flecha y la lanza, han optado por la autodefensa ante el avance de grupos irregulares.

Desde ese 30 de junio de 2022, los líderes indígenas se sienten amenazados y han realizado llamados públicos a investigar los hechos y proteger a los pueblos originarios del Amazonas venezolano.


Hay líderes, hombres y mujeres, que no queremos proyectos de extractivismo en nuestro territorio, que nos vengan a destruir. Esa ha sido nuestra lucha y seguimos

Amelia Conde, coordinadora de la Omida

Para Amelia la lucha por su territorio sigue intacta. “Hay líderes hombres y mujeres que no queremos proyectos de extractivismo en nuestro territorio, que nos vengan a destruir. Esa ha sido nuestra lucha, seguimos luchando”, enfatiza Amelia.

“La mujer indígena es la que lidera la familia, la que administra y está pendiente de cómo está el territorio donde tiene su conuco, si está destruido, si hay que reforestar. Es muy conservadora, administra todo lo que hay en el territorio”. Con estas palabras: familia y territorio, resume Amelia lo que aporta la mujer indígena a su comunidad.

Conoce la fuerza de Menca


Esta historia fue producida en asociación con la

Contó con el acompañamiento editorial de Marcos David Valverde. 

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