Menca Yacame, coordinadora del nicho lingüístico Kisiyuli Jani (nido de arrendajo), revitaliza el idioma baré. Es una tarea en familia y en equipo, por el impulso de mantener viva la memoria de su pueblo a través de la cultura y una lengua en riesgo de desaparecer. Su principal fuente de inspiración ha sido su padre, Pompilio Yacame, sabio y uno de los pocos hablantes del baré, quien se vio en la necesidad de enseñar a las nuevas generaciones el idioma y así preservar la historia

Del techo cuelgan atrapasueños, una pieza étnica en forma circular que en el centro lleva una red similar a la tela de araña, de dos metros de diámetro y fabricados con hojas de cucurito; en el centro figuran pelotas del mismo material con los números en idioma baré: bakún (uno), bikúnuma (dos), kilikúnuma (tres) y babúnuni (muchos). Una especie de juguete autóctono para que los niños aprendan jugando y de manera divertida.

Bajo este techo donde funciona el nicho lingüístico Kisiyuli Jani (nido de arrendajo), su coordinadora, Menca Yacame, se sienta y conversa sobre ese lenguaje que le suena a murmullo de la selva. El idioma baré es una lengua nativa del estado Amazonas que perdió a la mayoría de sus hablantes. Sus defensores buscan revitalizarlo.


Es la punta de lanza para decir que los baré aún estamos aquí y seguimos siendo parte de este estado indígena que no pudieron erradicar los grupos foráneos

Menca Yacame, coordinadora del nicho lingüístico Kisiyuli Jani

Aunque no lo aprendió de niña, como lo hizo su padre, Pompilio Yacame, el idioma baré es para Menca la mejor manera de mantener la memoria de su pueblo. Recuerda a su padre comunicándose con su abuela en baré porque desde pequeño se lo enseñó en casa.

“Mi mamá siempre me hablaba en idioma, yo lo oía, lo entendía. Entonces cuando ella se murió se me hizo fácil, lo que me faltaba era hablar y me puse a practicar”, dice Pompilio Yacame, el último hablante de un idioma que está en riesgo de desaparecer en Puerto Ayacucho, estado Amazonas.

Ese saber, que se transmite en familia, es lo que motivó a su hija a continuar el camino de su padre y así revitalizar el idioma. “Es la punta de lanza para decir que los baré aún estamos aquí y que seguimos siendo parte de este estado indígena que no pudieron erradicar los grupos foráneos”, expresa Menca.

Eso lo señala porque este pueblo originario de la región de Casiquiare-Río Negro, en el estado Amazonas, es uno de los que más migraciones y explotaciones sufrió en la zona. Su contacto directo con los colonizadores, misioneros, capuchinos y católicos, lo llevó a ser guía y sirviente en las expediciones. “Así fue que los baré adquirieron sus costumbres y ese es el principio de tanto desarraigo”, completa Dixon Dacosta, coordinador de otro nicho lingüístico denominado nupjani wáyeni, que se traduce mi casa feliz.

La ruta de Río Negro fue la de los colonos portugueses y zona de la explotación del caucho, sarrapia y chichique. Una situación que se describe en el libro El hombre y el caucho, de Ramón Iribertegui, editado por el Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho en 1987.

“La era del caucho en esa región se dio en dos períodos: entre 1870-1912 y 1940 hasta la segunda mitad del siglo XX. Con ella se inició la penetración de nuevos estilos de vida y la introducción de hábitos y patrones alimenticios y de una economía mercantilista de tipo occidental que fue generando un profundo proceso desculturador de las etnias indígenas locales y la formación de una cultura mestiza; el portugués y el yeral-nhengatú fungieron como lenguas de conquista y reducción, pero se continuaron hablando las distintas lenguas aborígenes de la región en familia y en las ceremonias sagradas”, destaca el texto.


No puedo hablar en primera persona porque traigo ese conocimiento familiar. Creo que, más que tomar un liderazgo, es dirigir lo que venimos haciendo un grupo de personas

Menca Yacame, coordinadora del nicho lingüístico Kisiyuli Jani

Menca se expresa con fluidez y ríe constantemente cuando habla de su pueblo. Argumenta que, como indígenas, se han fortalecido con lo que denominan “educación propia” e insiste en que recibe gran apoyo de su padre para aprender todo lo que pueda y sustituirlo cuando ya no esté. Pompilio también considera que ella, de sus seis hijos, es la que más interés y entusiasmo ha mostrado. Incluso fue la que le sugirió llevar a los niños esa enseñanza del idioma baré, que comenzó con adultos.

Pero Menca aclara que el trabajo siempre ha sido colectivo. “No puedo hablar en primera persona porque traigo ese conocimiento familiar. Creo que más que tomar un liderazgo, es cómo dirigir lo que venimos haciendo un grupo de personas”.

Menca se graduó como docente y se especializó en Educación inicial e indígena. Allí, en las escuelas y desde espacios multiculturales, comenzó su tarea de guiar actividades, proyectos y eventos para promover y visibilizar su cultura.

Cuenta que el amor por sus raíces sigue intacto como cuando tenía cinco años y vivía en San Fernando de Atabapo, municipio homónimo. Era una época muy distinta a la de ahora, cuando este lugar se ha convertido en el lugar de tránsito de los que viajan hasta las minas del Parque Nacional Yapacana. En su niñez, Menca pudo disfrutar de las actividades de su pueblo, bañarse, jugar y lavar en el río, ir al conuco, aprender a elaborar casabe con su madre y a cocinar pescado, asado, frito o ajicero (una sopa de pescado con ají). Allí transcurrió su niñez hasta que viajó junto a su familia a Puerto Ayacucho, la capital del estado Amazonas, para acompañar a sus hermanos que se habían culminado el bachillerato e iban a continuar sus estudios universitarios.

En el año 2000 se graduó de Técnico Superior Universitario en Educación inicial y en 2004, de licenciada. Así comenzó su magisterio de aula, de siete años. Luego se desempeñó en el área administrativa como acompañante pedagógica, directora y coordinadora de Educación. En junio de 2014 fundó el nicho lingüístico Kisiyuli jani, que lleva este nombre en honor del arrendajo, por su habilidad para imitar los cantos de todas las aves.

Los nichos son espacios de formación integral fuera del ámbito escolar, donde el hogar y el entorno sociocultural indígena tradicional se reproducen y amplían el aprendizaje, con los sabios, ancianos y hablantes de los idiomas de los pueblos indígenas.

“Me siento una lideresa en cuanto a lo que es proyectar a mi pueblo originario, el trabajo que hemos realizado y nuestro material pedagógico, que realizamos para los niños y adultos”, precisa Menca.

En este sentido, el coordinador de Derechos Humanos de la Organización Regional de Pueblos Indígenas de Amazonas (Orpia), José Alves, señala que, cuando se habla de liderazgo femenino, no es lo mismo enfocarlo desde una organización que desde un nicho lingüístico, porque este es un sistema de educación propia que por lo general está guiado por mujeres.


Me siento lideresa al proyectar a mi pueblo originario, el trabajo que hemos realizado y nuestro material pedagógico, realizado para los niños y adultos

Menca Yacame, coordinadora del nicho lingüístico Kisiyuli Jani

“Normalmente, en las sociedades occidental e indígena, la guía viene de la madre; son matriarcales, pues los hombres casi no participan”, destaca.

Se trata de un liderazgo en lo interno, en la socialización de la educación de los niños, que el antropólogo y fundador del Grupo de Investigaciones sobre la Amazonía (Griam), Germán Pirela, define “mantenimiento del orden social dentro de las comunidades indígenas”. Una guía en el hogar que, si bien no se les resalta como a las mujeres cuando se instalan en las organizaciones de base indígena, es lo que las impulsa a hacerse sentir en otros espacios.

Saber ancestral

Con formación y la transmisión de un saber ancestral es que Menca se ha hecho sentir para salir de un aula a mostrar en espacios públicos el valor de la mujer indígena. Ella busca aprender no solo el idioma, sino la defensa de los pueblos originarios; por eso, en la actualidad cursa una especialización en Derecho indígena.

El estudio en Amazonas tuvo por mucho tiempo protagonismo para los descendientes de pueblos indígenas, porque así es que los abuelos decían que ellos podían conocer lo que definen como el “mundo de los criollos”. Ese conocimiento es el que también les ha permitido salir de la sumisión y alzar la voz para defender sus derechos. Así fue que lo pensó Alicia Morillo, madre de Menca, cuando inculcó en sus hijos la importancia de estudiar y el valor de la gastronomía autóctona.

“Yo no estudié, pero todos mis hijos sí lo hicieron, la mayoría en la docencia. Mi otra hija es profesora de Matemática. Yo les he enseñado a hacer casabe y a preparar nuestro pescado”, detalla Alicia.


Yajaneina wini Yakari. Wajawaka acheleka Bale (Buenos días papá. Vamos a hablar baré). Iduwali, jisu (bueno, hija). Bijisani Yakari (te quiero papá) Atepakateba (hasta luego)


Menca tiene 47 años y se considera protectora de la familia. Es madre de una niña y un niño morochos de 7 años. Ambos, recalca, son su inspiración y sus principales alumnos en el nicho lingüístico. Sus dinámicas para la enseñanza se sustentan en actividades lúdicas como el canto, el dibujo y el juego para reforzar el idioma.

Los baré pertenecen a la familia lingüística arawak, una de las más antiguas y extensas en el continente americano. De acuerdo con el censo del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2011, el pueblo baré tenía una población de 5.000 habitantes y 100 hablantes del idioma. La mayoría de estos hablantes son los que se denominan parciales, pues tienen en su vocabulario unas 1000 palabras para armar conversaciones cortas. Quienes tienen el conocimiento como lengua materna en Puerto Ayacucho son dos personas y una de ellas es Pompilio Yacame, el padre de Menca.

“Comenzando el siglo XXI quedaban pocos hablantes del idioma baré y su identidad cultural lucía diluida”, resalta Menca. Es así que los nichos lingüísticos constituyen una iniciativa ante la desvalorización de las lenguas nativas y, en muchos casos, la poca práctica de hablarlas.

“Las generaciones recientes están olvidando su lengua materna indígena” y es por ello que Menca se aferra a los conocimientos que pueda aprender de su padre (Yakari), para ser la multiplicadora de un idioma que preserve su cultura junto con la sabiduría ancestral.

Yajaneina wini Yakari. Wajawaka acheleka Bale (Buenos días papá. Vamos a hablar baré). Iduwali, jisu (bueno, hija). Bijisani Yakari (te quiero, papá) Atepakateba (hasta luego).

Este es el diálogo que transmite a los alumnos de su nicho y el que Menca aspira a que se viva en la cotidianidad de las familias baré en Puerto Ayacucho.

Una rivalidad que no es afín

Menca recuerda su paso docente en las escuelas como un trabajo cooperativo, siempre pensando en plural en “vamos a hacer, vamos a pintar, vamos a dar”. Pero, le llama la atención que desde que tiene cercanía con organizaciones indígenas ve una competencia que no le es afín.

“Es una rivalidad que, aunque no la queramos ver así, existe; es lo que he notado. Hace poco se lo comenté al profesor Eligio Dacosta (coordinador general de Orpia), cuando trabajábamos en organizaciones de mujeres; mientras nosotros no dejemos la envidia, el egoísmo y la competencia, no vamos a poder unificar a las mujeres indígenas”.

Explica que, por ejemplo, se convocan tres o cuatro reuniones en Orpia para discutir un tema u organizar un evento en un mes y la asistencia es mínima. “Entonces, o no hay convocatoria por parte del coordinador, o es que ya todo el mundo se abrió para formar parte de los proyectos de las ONG”. Agrega que es consciente de la necesidad económica, pero esa posibilidad que dan las organizaciones no gubernamentales genera mucha competencia insana. “Te tropiezo y usted no sube, o tú llegas y piensan, ella está buscando desplazarnos (…) Yo nunca había visto tanta, tanta conexión negativa”, insistió.

En este caso, Menca comenta que para protegerse de esa competencia, energía negativa según ella, cada vez que sale se encomienda a sus ancestros, a sus abuelos.

Asimismo, sostiene que el aprendizaje de un idioma indígena no debe estar atado a esta competencia insana ni tampoco a una política partidista: debe ser una política de Estado. En la actualidad, en el estado Amazonas se ejecuta el proyecto de nichos lingüísticos bajo la tutela del Ministerio de Educación, ente que supervisa las actividades y del que también dependen económicamente sus docentes y sus sabios. Ella espera que continúe así, por el bien de su idioma nativo y de la memoria cultural de su pueblo.

Conoce la fuerza de Amelia


Esta historia fue producida en asociación con la

Contó con el acompañamiento editorial de Marcos David Valverde. 

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