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sábado, 18 mayo, 2024

VIVIR EN LA MISERIA | Ainara Urbina: “Una se levanta con hambre, con pobreza, pero una sigue”

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A los cuatro meses de nacido, su bebé fue diagnosticado con un severo cuadro de desnutrición. Ella se volvió “loca”. No sabía qué hacer, a dónde ir, a quién acudir; todo pasó muy rápido y ver morir a otros niños del J.M de los Ríos con el mismo padecimiento de su hijo la hizo ser consciente de “la miseria y la situación” en la que debe criar a sus hijos.

Ainara Urbina, de 32 años, reside junto a sus tres hijos, un cuñado y su esposo en una casa en el barrio Chapellin de Caracas. Arrimada, sin “nada propio”, vive el día como se presente para poder enfrentar la crisis. Esta mujer carga con el peso en la conciencia de no poder dar a sus niños lo que quisiera, y un vacío en el estómago porque muchas veces pasa días enteros sin comer para que sus niños tengan al menos dos platos.

Leonardo, que nació pesando 3.200 kilogramos, se fue debilitando poco a poco, pues la leche de Ainara no lo alimentaba y bajó hasta 2.800 kilogramos . Su obligación de atender a un pariente enfermo día y noche, el mal dormir y la falta de comida contribuyeron a que su lactancia no fuese ideal para el pequeño a quien pensó que iba a perder.

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A los cuatro meses su hijo más pequeño fue diagnosticado con un grado de desnutrición severo. Apenas se recupera | Foto: Vanessa Tarantino

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“Yo me volví como loca y cuando me dijeron que lo iban a hospitalizar. Yo solo pensaba cómo hacía con mi bebé; sentía como que iba a perder a Leonardo… Llegó a pesar 2 kilos 800 a los 3 meses. Yo me sentía con la impotencia… ¿Cómo puede uno llegar a vivir así? Cuando mis otros hijos estaban pequeños yo compraba las cosas por cajas, por bultos y ahora imagínate. Leonardo los únicos pañales que llegó a utilizar fueron los de recién nacido porque tenía que decidir si le compro medicina, comida o pañales; por eso le pongo solo de tela”, contó.

.Para Ainara, “la vida entera ha sido una lucha, y empeoró cuando el bebé nació”, pues asegura que jamás estuvo en peor situación que la que vive ahora. Con esfuerzo y a pesar de que no pudo dar a su hijo la leche maternizada que le recetaron, logró levantar a su pequeño a los 8 kilos, que, aunque se trata del percentil más bajo para los seis meses que tiene el niño, es un peso con el que superó el peligro inminente que trae la desnutrición.

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A simple vista, todos los hijos de esta mujer se ven más delgados y pequeños de lo que deberían para su edad. El bebé tiene múltiples picadas en el cuerpo y los otros dos niños, de 6 y 12 años, parecieran tener 4 y 10. Están por salir de preescolar y 6º grado respectivamente y su madre ya avisó en las escuelas que es imposible para ella costear el paquete de graduación, por lo que los pequeños superarán estas etapas sin que en casa queden las acostumbradas fotos que marcan los logros y el orgullo de cualquier familia.

“El niño usa el uniforme de cuando estaba en primer o segundo grado y ahora está en sexto, casi no le quedan… Y ahorita va para primer año y solo pienso cómo voy a hacer para comprar lo que necesita y la niña va a primer grado y ya le dije a la maestra que los sacara del paquete de la graduación porque o comemos o les hago algo ese día”, dice Ainara en medio de su frustración.

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Los hijos de Ainara no irán al acto de graduación; ella no tiene para pagar el paquete de grado | Foto: Vanessa Tarantino.

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Las lágrimas se le escapan cuando se le pregunta por la comida que le da a su familia. Ainara recibe la caja del Clap en su comunidad y trata de rendir su contenido con algunas verduras y granos, pero asegura que eso no le alcanza para cubrir un mes, que es lo que tarda en llegar este beneficio del Gobierno.

Ella cuida a uno de sus sobrinos y, a cambio, su cuñada le ayuda cuando se queda sin comida. “Cuando estamos muy mal ellos comen dos veces. Yo siempre, tengamos o no, como dos veces al día, haya o no haya. Nunca almuerzo porque no alcanza. Cuando uno es mamá, uno prefiere dejarles la comida a sus hijos que comer uno”, dice con la voz entrecortada.

A su bebé lo alimenta con leche de la caja “porque no hay más nada”. Su esposo trata de conseguir lo que puede, pero asegura que en algunos momentos “la cosa se pone más grave”. Cuando los dos están sin trabajo no tienen ni el pasaje que necesitan para llevar al niño a su control por la desnutrición en el hospital.

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Con las circunstancias a cuestas

Quien entra a la casa en la que vive esta familia puede pensar que tienen una situación de relativa comodidad. Aunque queda en un barrio, el inmueble tiene una buena estructura. Al entrar se puede ver en la sala varios muebles, un equipo de sonido, un televisor y hasta una computadora, pero nada le pertenece a Ainara. Sus cuñados le permitieron estar ahí, pues la casa pertenece a su suegra, pero desde que la señora falleció vive con el miedo a ser desalojada en cualquier momento.

En la cocina se deja ver el desorden común de una madre que no se da abasto para tres hijos y un sobrino. Un único cuarto en la casa está ocupado casi totalmente por una cama matrimonial en la que duermen Ainara, su esposo y el bebé. Para los otros dos niños tienen una colchoneta que sacan todas las noches del cuarto al pasillo de la cocina.

Es normal que les falte el agua y en algunas habitaciones de la casa no tienen bombillos “porque están caros”. Entonces les toca dejar que la luz natural invada estos espacios.

Ainara vivía en Maracay, en una vivienda de su propia familia que asegura era más cómoda, pero que estaba en alto riesgo, situación que la obligó a desalojar y venirse a Caracas, donde conoció a su actual pareja y padre del niño más pequeño.

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Ni ella ni su esposo tienen trabajo; entonces deben vivir de lo que una cuñada puede darles | Foto: Vanessa Tarantino

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Ella terminó su bachillerato y en tres oportunidades intentó hacer una carrera universitaria, pero los costos de los estudios privados, la necesidad de trabajar y sus dificultades con algunas materias truncaron este deseo.

Dice que solo su primer hijo fue buscado. “A la niña la tuve mientras me cuidaba con pastillas porque me tomé un purgante, y con el bebé fallaron las inyecciones que me estaba colocando”, dijo.

“Con esta situación, quién no quisiera vivir de una manera mejor. Para mí todo lo que estoy pasando son cosas nuevas; yo tenía empleo en el Hospital Central de Maracay y tuve que dejarlo por reducción de personal. Uno se cansa de pasar tanto trabajo y piensa tantas cosas que serían más fáciles para dejar de pasar trabajo, pero uno se levanta por los muchachos. Una se levanta y sigue, con hambre, con enfermedades, con estrés, con pobreza, pero una sigue”.

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