En los centros de reclusión no han revelado cifras de contagiados respecto a los contagiados con el nuevo coronavirus. Una Ventana a la Libertad afirma que obtuvo la información a través de alcaldías que practicaron las pruebas a internos. Por otro lado, otras organizaciones destacan que desde el 13 de marzo han fallecido más de 79 detenidos por tuberculosis y desnutrición

En una sociedad donde hay hiperinflación, desnutrición y, además, con poca capacidad hospitalaria, el eslabón más débil de la cadena son sus presos. Desde el 16 de marzo, día en que el gobernante Nicolás Maduro ordenó la cuarentena colectiva para evitar la propagación del COVID-19, más de 60 detenidos en calabozos policiales se han contagiado con el nuevo coronavirus, y según organizaciones no gubernamentales no se ha hecho mucho por ellos. 

Carlos Nieto Palma, director de la ONG Una Ventana a la Libertad, informa que en Venezuela, hasta este 18 de agosto, 63 privados de libertad que se encuentran en centros de detención preventiva han dado positivo a las pruebas del COVID-19: 2 en el estado Lara, 5 en Miranda, 46 en Nueva Esparta, 9 en Táchira y 1 en Sucre, este último falleció como consecuencia de complicaciones relacionadas con el virus.

Los contagiados de Lara se encuentran recluidos en un destacamento de la Guardia Nacional; 5 de Miranda permanecen detenidos en un calabozo del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas; 6 de Nueva Esparta están en una sede del Comando Nacional Antidrogas en Pampatar y los otros 40 en la sede de la Policía Nacional Bolivariana de Porlamar; los 9 de Táchira son detenidos de PoliTáchira y el fallecido de Sucre también permanecía detenido por la policía estadal.

Palma destaca que estas cifras han sido ofrecidas por alcaldes o gobernadores, pero no han sido oficializadas por la ministra de Servicios Penitenciarios, Iris Varela. “La mayoría de los contagiados se han determinado porque funcionarios encargados de vigilarlos día y noche han presentado los síntomas de la pandemia, y por eso no les ha tocado otra que hacerles la prueba a los privados de libertad”, asegura el experto en cárceles.

Pocas pruebas y mucho hacinamiento

De acuerdo con la información que maneja Una Ventana a la Libertad, algunas alcaldías, como Chacao y Los Salias, le han practicado la prueba rápida del COVID-19 a personas que están en calabozos policiales; sin embargo, esta acción no ha sido repetida por más administraciones municipales. La medida general ha sido la prohibición de las visitas desde el pasado 13 de marzo, día en que se detectaron los dos primeros casos en Venezuela.

“Nosotros creemos que debe haber más presos contagiados. Yo no soy ninguna autoridad, pero conocemos que antes de que llegara esta pandemia del coronavirus, en marzo teníamos varios presos fallecidos por tuberculosis y por desnutrición. En Venezuela antes los presos morían en riñas o en intentos de fuga, pero en los últimos años las principales causas de muerte son enfermedades como tuberculosis y VIH”, asegura Nieto Palma.

Además de estas enfermedades está el factor hacinamiento, pues en los centros de detención preventiva, que en su mayoría son calabozos de dos metros por dos metros, son ingresados hasta más de 20 hombres. 


63 PRIVADOS DE LIBERTAD QUE SE ENCUENTRAN EN CENTROS DE DETENCIÓN PREVENTIVA HAN DADO POSITIVO A LAS PRUEBAS DEL COVID-19


“Lo que nos preocupa en los centros de detención preventiva, y también en las cárceles, son los niveles de hacinamiento. El hacinamiento es extremo y no se pueden cumplir con las medidas de protección como el distanciamiento social de un metro y medio, pues hay calabozos donde los presos no tienen espacio ni para dormir y les toca turnarse el sueño. A veces unos están parados, otros acostados, y otros guindan sábanas o hamacas desde los techos para medio pasar el día”, sostiene el director de Una Ventana a la Libertad. 

Al hacinamiento que viven los privados también se une la falta de agua. “Si los venezolanos no tenemos agua, los presos menos. Ellos no disponen de condiciones sanitarias, a pesar de que tienen derecho a la salud y el deber del Estado es dársela”, afirma Carlos Nieto Palma.

En las cárceles se están muriendo por tuberculosis y desnutrición

Según la directora del Observatorio Venezolano de Prisiones, Beatriz Carolina Girón, y un funcionario del Ministerio de Servicios Penitenciarios que contactó El Pitazo, hasta la fecha no se tiene registro de privados de libertad contagiados de COVID-19, pero sí tienen conocimiento de que 79 presos han fallecido por desnutrición y tuberculosis desde el pasado 16 de marzo.

Los fallecidos se encontraban en cuatro de los 108 centros de reclusión que hay en el país: 46 el Centro Penitenciario de Carabobo, mejor conocido como Tocuyito; otros 4 estaban en la cárcel El Dorado, en el estado Bolívar; 22 en el Centro Penitenciario Fénix, en Lara; y los otros 7 en el Centro Penitenciario David Viloria, mejor conocido como Uribana.

Para confirmar la información, El Pitazo contactó a una de las esposas de los reclusos de Fénix, quien hasta el 5 de mayo estuvo internado en el Centro Penitenciario de Los LLanos (Cepella), pero fue traslado debido al motín que se registró el 1° de mayo que dejó como saldo 46 privados fallecidos.

La mujer, a quien se le reserva la identidad por temor a represalias, explica que su esposo, quien lleva cinco años detenido por el delito de robo agravado, le ha manifestado que sufre de desnutrición, pues desde el 13 de marzo ella no ha podido llevarle alimentos como hacía antes de que iniciara la cuarentena, debido a la medida de prohibición de visitas.

“Mi esposo me llama una vez a la semana o cada cuatro días, pero los tres minutos que hablamos son suficientes para dejarme preocupada. Él me cuenta que está flaquito, que los tienen mal alimentados, que todos los días les dan arroz blanco sin sal; y que cuando llega comida al penal les dan un vaso de fororo y avena. De desayuno les dan una arepa sin nada”.

Pese a que el frecuente lavado de manos es uno de los principales consejos de la Organización Mundial de la Salud para evitar contagiarse de COVID-19, la esposa del privado de libertad cuenta que a él solo le dan un tobo de agua cada diez días, pues en la cárcel de Fénix solo llega el agua por cisterna. Con esta cantidad, el preso tiene que bañarse, lavar su informe, y tomar agua. Sin embargo, el hombre prefiere no bañarse y así tener con qué calmar la sed.


SEGÚN EL OBSERVATORIO VENEZOLANO DE PRISIONES 79 PRESOS HAN FALLECIDO POR DESNUTRICIÓN Y TUBERCULOSIS DESDE EL PASADO 16 DE MARZO


La dama dice estar preocupada de recibir una llamada como la que atendieron el pasado 3 de agosto los familiares de Jorvin Humberto Pastrán Mendoza, de 33 años, quien también formaba parte de los 433 internos traslados de la cárcel de Portuguesa. El hombre falleció por tuberculosis, según el informe forense del Hospital Universitario Antonio María Pineda de Barquisimeto.

Estas historias, tal como lo dicen las ONG Una Ventana a la Libertad y  el Observatorio Venezolano de Prisiones, son una muestra de que no solo el COVID-19 es un peligro para la población reclusa, sino que una precaria alimentación y enfermedades como la tuberculosis, altamente contagiosa pero curable, están matando a estos hombres y mujeres a quienes se les debe preservar la salud pues es una obligación del Estado.

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