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viernes, 10 mayo, 2024

Tormentas perfectas, excusas tontas

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Si Nicolás Maduro y Diosdado Cabello hubieran estado en el Titanic, seguramente hubieran vendido con sobreprecio los salvavidas. Eso sí, después de acapararlos con alguna excusa sanitaria. Tienen el don del oportunismo y de convertir cada calamidad que azota al pueblo venezolano en una nueva vuelta de tuercas para atornillarse en el poder.

Estos fabricantes de problemas son insaciables. Y ahora, después de haber quebrado el país, entregarlo a oligopolios internacionales y hundir a la población en la sequía, la precariedad eléctrica, la inseguridad, el hambre y la hiperinflación, harán de la caída temporal de los precios del petróleo, la excusa perfecta, junto al coronavirus COVID-19, para postergar elecciones y terminar de asumir de facto los despojos de la nación.

Venezuela es una res abierta en canal. Repartida entre militares, cubanos, rusos, chinos y bandas mercenarias que negocian oro, drogas, combustible, coltán y alimentos. En el medio, un estado fallido, cuya única capacidad real es manipular jueces, fiscales y cuerpos policiales para el ajusticiamiento jurídico, tributario o físico de sus rivales. Y en medio de todas las calamidades, las únicas ideas que rondan por la mente de Maduro y sus satélites es permanecer, como puedan, en el santuario que hoy representa el país. Porque saben que al poner pie fuera de las fronteras, con excepción de La Habana, verdadera capital de Venezuela, terminarán presos. Por eso juegan a la tierra quemada.

La caída histórica del conocido como West Texas y el descenso del Brent europeo, ponen el valor de la canasta venezolana en términos prácticamente inviables. Eso sin contar que el país solo produce menos de un tercio de lo que extraía hace seis años, que las refinerías están paralizadas y que Venezuela debe vender con descuentos adversos a los pocos compradores que se atreven a triangular productos criollos esquivando las sanciones internacionales. 

Tormenta perfecta: industria paralizada por la corrupción, el clientelismo político y la desinversión. Refinación en mínimos por los mismos motivos. Producción en picada. Caída del precio internacional del barril. Y sanciones internacionales generadas por la miopía y la ambición política de Maduro y sus jefes cubanos.

El Estado se quedará sin recursos. En medio de una pandemia que requiere fluidez económica, incentivos sociales, acceso universal al agua potable y un sistema eléctrico confiable. Ninguna de esas cuatro condiciones las puede garantizar el Gobierno. De hecho, llevan veinte años destruyendo toda la infraestructura física, tecnológica e industrial del país. Porque prefieren gobernar sobre una nación de mendigos que enfrentarse a la Justicia que tarde o temprano les cobrará sus crímenes.

¿Qué opciones le quedan a Maduro? Acelerar la privatización de la industria petrolera en manos chinas y rusas. Apostar a una subida del precio del petróleo cuando estalle algún conflicto en el Medio Oriente y rezar con sus babalaos para que Alemania termine de asumir el vacío histórico que está dejando Estados Unidos en la lucha mundial contra el COVID-19 y la hegemonía china que sigue lucrándose del caos que no supieron o quisieron detener.

El bajón de los precios petroleros es temporal. En unos cuatro meses más llegará el invierno a Europa, China y Estados Unidos, reactivando el consumo de una población en cuarentena, sedienta de dinamización económica.

El virus que destruyó a la industria petrolera venezolana fue la dupla Chávez-Castro que Maduro obedeció, auspició y cumplió. Y Pdvsa tiene años agonizando, entre saqueos y torpezas. La fiesta petrolera mundial volverá, subirán un poco más los precios, pero Venezuela seguirá en cuarentena. Más por la destrucción de su industria que por los vaivenes del mercado.

Con Pdvsa paralizada y vendida al mejor postor, pocos militares traficando gasolina y gasoil por las fronteras y un Maduro usando como excusa “el período especial” para, con coronavirus o con bajón petrolero mundial, suspender las elecciones y seguir corriendo la arruga. Hasta que la Política use su otro nombre.

Tarek Yorde es periodista, consultor en comunicación institucional y marketing político. @tarekyorde

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