Responsabilidad discursiva

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Por: César Mogollón

El marasmo de la polarización reduce los debates políticos a la diatriba ideológica de manera abstracta y aérea, falto de una verdadera vinculación a los problemas reales de la gente. Es reiterado por parte de las élites políticas criollas que sus discursos estén dirigidos a atacar al adversario sin reparos morales, con ofensas personales y rumores malintencionados.

Esta práctica discursiva es uno de los elementos a cambiar en el ambiente  social venezolano, que descarte la hostilidad y la violencia como forma de intimidación. Trabajar por el bien de un país requiere la colaboración colectiva, o si no estamos en peligro de purgas o apartheid social.

La violencia verbal es la progenitora de la violencia física, cuando su  difusor es un líder político el caos revuela en las masas que militan y que son receptoras de ese mensaje; por esta realidad es vital la responsabilidad de las ideas y palabras que se transmiten, ya que ellas deben asociarse a la paz, unión y progreso social.

Un dicho popular nos dice que “hablando se entiende la gente”. Concentremos el diálogo con los demás en solucionar las cosas que nos dividen y los problemas que nos afectan en general, hagamos del verbo la herramienta para la acción, contrario a la demagogia. Desde el centro político podemos evitar a los llamados incendiarios que promueven una batalla final o las ofertas engañosas de un porvenir perfecto que no está claro cuándo arribará.

Con honestidad y acción, la legitimidad de la política puede ser recobrada cambiando de lenguaje pero también ampliando las vocerías, con autonomía y poder en sus decisiones. Esta labor precisa de tenacidad. Han sido muchos años de desfase entre lo que dicen los políticos en el poder y las necesidades del pueblo. Es perentorio que el ciudadano tenga vías de comunicación directas para reclamar, denunciar o dar propuestas sobre su acontecer diario.

La utilización desmedida del “pueblo” en los discursos es una burla de los gobernantes para abrogarse un carácter popular de su gestión, que en realidad es una ilusión mediática de raíces populistas. Esta estrategia alude a crear el símil de que una persona o partido es el pueblo, al no ser simpatizante o militante de esa corriente dejas de ser pueblo, según la peligrosa afirmaciones de líderes populistas.

Manejar otro estilo de retórica es conveniente para oxigenar los mensajes políticos y hacerlos saludables a la convivencia, suprimiendo los intentos de seguir alimentando las voces agoreras de la guerra y la conspiración. Estar en silencio no puede ser sinónimo de lealtad y disentir de traidor, ningún ciudadano tiene la orden de plegarse automáticamente a un modelo de pensamiento de por vida y estar de acuerdo con un líder que apoye en todas las ocasiones.

Es hora de revitalizar las ideas y aproximarlas a los debates mundiales que se relacionan a temas más cercanos a los consensos, desde que estamos haciendo en el plano del desarrollo sustentable, la renovación urbana de las ciudades, transición energética, avances en el acceso universal a la educación y salud con la incorporación de nuevas tecnologías. 

Cambiar el verbo del odio por el de la política es un paso esencial para superar las cadenas del atraso que subsisten en Venezuela.


CÉSAR MOGOLLÓN | @CESARMOGOLLONG

Activista político. Coordinador nacional del Movimiento Político Alianza Centro

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