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sábado, 11 mayo, 2024

La transición trae impunidad

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Todas las transiciones políticas de la segunda mitad del siglo veinte al presente han implicado un injusto paso de página. Los que han cedido el poder casi siempre han conservado privilegios, fortunas y una capacidad de presión que les garantizó sus espacios. Parece que a la justicia y la paz no siempre les encuentran sillas en la misma mesa. Y al final, la política real la impone el que tiene el poder de fuego o el dinero para comprar más balas o voluntades.

En la España posterior a Franco sucedió así. Lo mismo en Sudáfrica, Chile, Argentina, Nicaragua, Brasil, Perú y tantos otros países que han vivido el paso de gobiernos autoritarios a democracias tuteladas o transicionales. El precio de la paz incluye impunidades, olvidos y perdón, al menos para los dueños del poder. Y para la escena mediática y la muchedumbre, siempre habrá actores secundarios a los cuales se enjuicia y se sacrifica simbólicamente.

Venezuela parece que va por el mismo camino. Una transición tutelada por los militares chavistas, cargándole las culpas a Maduro, diciendo que “se desviaron del camino de Chávez” y quizás organizándose detrás de un gobierno civil que tendrá que beberse el trago amargo de los ajustes económicos, para delicia de los actuales jefes chavistas que criticarán, con la desfachatez que los caracteriza, las medidas impopulares que el gobierno de transición deberá tomar para solventar la crisis que ellos crearon y apoyaron.

Pareciera que el plan del chavismo militar es que los “civiles” al mando pasen la dentera aplicando las medidas económicas necesarias para recuperar la economía y los servicios públicos, mientras ellos siguen comiéndose la naranja de las riquezas del país, ahora coto privado de sus excelencias verdes.

No habrá justicia en Venezuela. Ni heroicos desembarcos norteamericanos. Todo indica que la transición, si acaso llega a darse, no será más que la remodelación de la fachada de un negocio, atrás, en la cocina, todo seguirá igual. Habrá un cartelito que diga “nueva administración”.

Sí, lo sé, es indignante. Hasta escribirlo duele. Solo pensar en la risita burlona de Delcy, Cilia, Jorge y el mismo Nicolás hace que se revuelva el estómago. Ni pensar en Diosdado reinvirtiendo capitales en la agitación política, organizando protestas “del pueblo y los trabajadores” frente a las “medidas neoliberales” o la “privatización” de los servicios que destruyeron, preparando con protestas populares su retorno al poder, navegando sobre el descontento popular ante los ajustes económicos, el mito de Chávez y la proverbial mala memoria del venezolano. Solo pensarlo indigna. Pero la vida es así. Quizás también digan “Con Chiabe bibianos mejol” y logren pegar el eslogan de la campaña electoral que los devuelva a Miraflores.

Quizás en diez años volvamos a ser una República Civil y Democrática. Cuando un movimiento progresista opositor logre hacerse del poder y asuma la titánica tarea, como lo hizo Rómulo Betancourt, de devolver a los militares a sus cuarteles, lejos del oro y la plata con la cual Chávez los engolosinó. Si esto no sucede, al país le espera un futuro africano marcado por golpes de estado y conflictos por el control de la riqueza hídrica, agropecuaria y minera.

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