Extraños  fulgores que paralizarían la tierra

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CIENCIA Y LETRAS


Por: Paulino Betancourt

“Los habitantes de la ciudad contemplaron estupefactos un fenómeno de vastas proporciones. Negros nubarrones surcados a cada instante por  candelazos  de  extraños  fulgores”, describió el sacerdote José Inés Ruiz en un acta de bautismo hace 163 años. También dejó escrito que “impresionadas y temerosas las gentes se precipitaron hacia la iglesia  y postradas  de  hinojos  ante  la  majestad  divina pedían, a grandes voces, que se alejaran las calamidades presagiadas por el raro fenómeno”.

¿A qué se refería Ruiz? El 1 y 2 de septiembre de 1859, los sistemas de telégrafo de todo el mundo fallaron. Los operadores reportaron haber recibido descargas eléctricas y que, incluso, pudieron operar los telégrafos con las baterías desconectadas. Durante esas noches, ¡la aurora boreal se vio hasta en el caribe venezolano! Por lo general, estas luces solo son visibles en latitudes más altas como en Escandinavia, Alaska y Siberia.

Una tormenta geomagnética de una escala similar a la del Evento Carrington, podría dañar la electrónica de los satélites en órbita y con ello interrumpir los sistemas de navegación y comunicaciones. Tambíén detendría la sincronización de tiempo del GPS en la que se apoya el Internet para funcionar.

Lo que el mundo experimentó ese día, ahora conocido como el Evento Carrington, fue una tormenta geomagnética masiva. Estas tormentas ocurren cuando una gran burbuja de gas sobrecalentado, llamado plasma, es expulsada de la superficie del sol y golpea la Tierra. Esta burbuja se conoce como eyección de masa coronal.

El plasma de una eyección de masa coronal consiste en una nube de protones y electrones, que son partículas cargadas eléctricamente. Cuando estas partículas llegan a la Tierra, interactúan con el campo magnético que rodea a nuestro planeta. Esta interacción hace que el campo magnético se distorsione y se debilite, lo que a su vez conduce al extraño fenómeno de las auroras boreales y otros eventos naturales.

Las muestras de núcleos de hielo antárticos han evidenciado que las tormentas geomagnéticas a gran escala ocurren en promedio una vez cada 500 años. El evento de 1859 es el relato mejor registrado de una tormenta geomagnética, pero no fue un evento aislado. Los datos científicos de muestras de núcleos de hielo han dado evidencia de una tormenta geomagnética aún más masiva que ocurrió alrededor del año 774 de nuestra Era Común (e. C.) y de otra más pequeña acaecida alrededor del año 993 e. C.

Hoy, una tormenta geomagnética de una escala similar a la del Evento Carrington, podría dañar la electrónica de los satélites en órbita, interrumpiendo los sistemas de navegación y comunicaciones, así como la sincronización de tiempo del GPS en la que se apoya el Internet para funcionar. Con la dependencia cada vez mayor de la tecnología, cualquier interrupción podría generar enormes pérdidas monetarias y riesgos para la vida que depende de esos sistemas.

Las tormentas geomagnéticas generan corrientes inducidas, que fluyen a través de la red eléctrica. Estas podrían quemar los transformadores, relés, sensores y provocar apagones prolongados. Las corrientes inducidas geomagnéticamente pueden superar los 100 amperios. Cien amperios equivalen al servicio eléctrico que se proporciona a varios hogares.

Además de las fallas eléctricas, las comunicaciones se verían interrumpidas a escala mundial. Los proveedores de servicios de Internet podrían dejar de funcionar, lo que a su vez eliminaría la capacidad de los diferentes sistemas para comunicarse entre sí. Los sistemas de comunicación de alta frecuencia, como la radio, se verían interrumpidos. Los satélites en órbita alrededor de la Tierra podrían dañarse por las corrientes inducidas de la tormenta y quemaría sus placas de circuitos. Esto provocaría interrupciones en la telefonía, internet, radio y televisión por satélite.

El pasado 3 de febrero SpaceX, el proveedor líder mundial de servicios de lanzamiento, informó que habían lanzado al espacio 49 satélites de la empresa Elon Musk, sin embargo, los satélites lanzaron no pudieron alcanzar su órbita adecuada alrededor de la Tierra y debido a esto quedarán desintegrados con la atmósfera en lugar de alcanzar su destino

Además, cuando las tormentas geomagnéticas golpean la Tierra, el aumento de la actividad solar hace que la atmósfera se expanda hacia el exterior. Esta expansión cambia la densidad de la atmósfera donde orbitan los satélites. Una atmósfera de mayor densidad crea resistencia en un satélite, lo que lo ralentiza. Y si no se maniobra para ubicarlo en una órbita más alta, puede a caer a la Tierra.

Es fundamental continuar investigando las formas de proteger los sistemas eléctricos contra los efectos de las tormentas geomagnéticas, por ejemplo, instalando dispositivos que puedan resguardar los equipos vulnerables como transformadores y desarrollando estrategias para ajustar las cargas de la red cuando las tormentas solares estén a punto de azotar al Mundo.

Aun con la vigilancia del Centro de Predicción del Clima Espacial de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (sus siglas en inglés NOAA) del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, el mundo solo tendría el aviso entre unos minutos y unas pocas horas antes de que “la Tierra se detenga”.


PAULINO BETANCOURT | @p_betanco

Investigador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat

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