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martes, 21 mayo, 2024

¿Cómo queda el Salario Mínimo en Venezuela? Capitalistas 1 – Trabajadores 0

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Por Jesús Noel Hermoso F.

El 27 de marzo de 2023, en vísperas del 1° de mayo de 2023, la Organización Internacional del Trabajo, por mediación de los representantes sindicales venezolanos, proponía un incremento del salario mínimo a $200 con miras a cerrar ese año en $400. Este era el iluso plan propuesto, que coincidía con la propuesta demostrada que hicimos en un artículo anterior: era factible y necesario un salario mínimo de $400, al menos para la Administración pública.

Un año después, ni los representantes sindicales ni la OIT lograron torcerle el brazo a Maduro y el salario continúa por debajo de $10 al mes, bonificado y sin ajustes importantes en vísperas de este nuevo 1° de mayo de 2024.

Hoy, los representantes sindicales (excepción de los que genuinamente representan a los trabajadores y a sus intereses) no solo han cejado su acción de presión y movilización, actividad elemental del más mediocre de los sindicalistas, sino que también han rebajado sus demandas bajo un discurso fatuo de “negociación” sin fuelle.

Unos, piden a mandíbula batiente “al menos a $200” y otros, a duras penas, piden que al menos le otorguen el ingreso de $200, aunque sea bonificado. Claudicación total.

¿Por qué no se aumenta el salario?

Pero ¿qué hace que el salario en el país sea de tal nivel de miserabilidad? Existe una relación entre el empresariado, el Gobierno y los representantes sindicales, incluso involuntaria. Ni los capitalistas quieren aumentar, ni Maduro, representante fiel de los primeros, ni los sindicalistas que tenemos quieren pelear, amortajados en sus cargos por el Gobierno a fuerza de desconocimiento de la autonomía sindical.

El salario mínimo en Venezuela es uno de los más bajos del mundo

Sobran evidencias de que estos tres factores coinciden en una política económica que subyace a toda la merma salarial. El objetivo de abaratar la mano de obra nacional al máximo histórico y mundial, para atraer la falsamente endiosada “inversión extranjera”. Sumado, el miedo a la represión y la falta de una fuerza opositora que acompañe esta demanda, han precarizado las fuerzas para luchar en mejores condiciones. Esta es la cruda realidad.

Sin embargo, muchos no se explican por qué en el país no puede haber un incremento de salario, e incluso se confunden tras las fantásticas y rimbombantes explicaciones de economistas y sindicaleros, que justifican el bajo salario, a la par de que exculpan abiertamente al Gobierno, señalando la “imposibilidad del aumento”.

Es que ni sacar cuentas elementales de economía parecen haber aprendido. Algunos han hecho hasta “investigaciones” que, aunque demuestran de dónde sacar el dinero, piden que “al menos” les den $200, incluso un año después del fracaso de la OIT.

El salario en Venezuela no aumenta porque es una política económica que busca atraer capitales a un “paraíso” de miserables y muertos de hambre. Esta es la verdad detrás de la política económica. En este “deseo económico” coinciden cabalmente opositores, empresarios y gobernantes.

Muestra de ello es que las Zonas Económicas Especiales, espacios de la más abyecta desregulación laboral del mundo, fueron alabadas ayer mismo por la presidente del Instituto de Altos Estudios de ZEE de Shenzhen, China, Tao Yitao, quien confirmó a Maduro la disposición de su país a “invertir” en Venezuela. El drama, es que no solo los trabajadores criollos somos una mano de obra cada vez menos calificada y abaratada, sino cada vez menor, dada la incontenible migración, lo que hace la competencia más feroz entre los que quedan.

Vecinos con precios similares pero con más salario

Pero, ¿qué hace que en países vecinos en los que el costo de sobrevivencia (canasta de alimentos) es similar a Venezuela, los salarios sean cercanos a 400$?

Un análisis comparativo del costo de una canasta básica de alimentos o “canasta de sobrevivencia” frente el salario mínimo de 67 países hecho por el portal Picodi, indica que, en Colombia en 2024, por ejemplo, el mínimo está en $328 mensuales y una canasta alimentaria (solo comida) para 4 integrantes en $380 según fuentes documentadas.

Una comparativa elemental indica que los productores privados y el Estado venden lo que producen en un precio cercano al salario mínimo. Esto es, lo que produce el trabajador al menos le alcanza para comer él y su familia. El ingreso es tres veces mayor que el nuestro y además, mantiene retroactividad, prestaciones, protección social y recurrencia. Ni hablar de la salud y educación que el Estado mantiene medianamente dignas en el país vecino.

Pero en Venezuela los que producen e importan venden la misma canasta alimentaria casi al doble que los vecinos. En febrero de 2024, según el Cendas, el costo fue de $548,65. Pero esos mismos productores e importadores, financiados por el Gobierno, no le pagan a los trabajadores un salario ni un ingreso lejanamente similar al de los vecinos.

¿A dónde va a parar la diferencia tan abismal entre el precio al que se venden los alimentos, nacionales e importados, y el salario de los que lo producen y distribuyen? Esta diferencia es la que hace que en Venezuela los empresarios y el Estado se apropien, de forma brutal, del salario y de nuestro trabajo.

Algunos “economistas” intentan justificar la brutal diferencia entre precios y salarios con que “es que aquí no se cobran servicios”, algo que tiende a ser cada vez más falso. Otros dirán que “el Gobierno ha perdido el ingreso por la debacle petrolera”, aunque los ingresos por Impuestos (IVA, IGT y otros), son de los más altos del mundo y los récords que regularmente bate el Seniat, indican lo contrario. En noviembre de 2023 su director informó que recaudaron $538.177.178 solo en impuestos, e ingresaron al Tesoro Nacional $3.589.779.868. No han caído los ingresos. Pero la distribución de la renta se hizo más desigual.

Los trabajadores tienen que aprender a sacar sus cuentas. En nuestro país hay el dinero para pagar salarios dignos o al menos equivalentes a la sobrevivencia. Todo lo demás, simplemente se lo apropian los capitalistas nacionales, inversores extranjeros y el Gobierno, su Gobierno.

Basta de auto engañarse. El salario se debe pelear a riesgo de cárcel y muerte, porque la otra opción es morir de mengua, como lo hace ya el 90% del país tal como señala el último Encovi 2024, que revela que el 89% de los hogares padecen “inseguridad alimentaria”. Sutil adjetivo para decir cuando no te alcanza ni para comer. Exigir un salario por debajo del hambre, es simplemente traición.

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