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viernes, 10 mayo, 2024

El camino sanabrés

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VIAJES SIN BOLETO | LA LLUVIA PEREGRINA


Por: Xavier Eguiguren

La antigua villa se viste de domingo bucólico. La lluvia cae con cadencia e incide sobre un suelo, hoy, eternamente mojado. Gotas de mayor a menor tamaño dibujan círculos concéntricos de diámetros pequeños los primeros, a grandes e infinitos los más alejados de la humedad absoluta. Lemniscata es el eterno baile de las ondas sobre un gran charco en San Bernardo.

La Puebla de los contornos cóncavos y convexos. Un Cosmos construido en piedra, unida ésta a su argamasa en perenne luna de miel. Donde los caminos se entretienen con los caminares de los peregrinos; de los viajeros; con los que caminan rectos, en zigzag; que andan a un andar, o a dos; con los que caminan torcidos como los malos recuerdos.

Los cumulonimbos han madrugado, agolpándose en el firmamento estático. Carrillos inflados de agua, se columpian sobre el castillo. Las nubes más gruesas están en continuo movimiento y, su velocidad es inversamente proporcional a la tranquilidad del viento. Tres peregrinos descifran el chirriante giro de la llave clavada en la cerradura de la puerta del albergue; tras esos tres, otros tres asoman sus cabezas a través de tres ventanas; cada uno es de su color: el primero de piel amarilla, otro de tez morena, y el más alto con la cara blanca como la leche; los tres se sonríen y luego otean el horizonte. «¿Il pleut?», piensa en voz alta el francés. Se preparan para salir de nuevo al camino.

El rio Tera lame los puentes y desemboca en un mar de niebla. El agua cae desde un cielo infinitamente vertical; cae sobre todo y todos y, se deleita como agua bendita sobre San Cayetano y Nuestra Señora del Azogue.

Se están empapando las grajillas; también las calles y las paredes. La humedad va a más en Costanilla y alcanza su punto álgido cuando irrumpe en la Plaza Mayor. El agua acaba lanzándose al vacío por encima del Mariquillo.

Las gotas de sudor de un peregrino se mezclan con todo lo que en el lugar cohabita en estado líquido. La mirada continúa ciega porque la noche es más perezosa de lo habitual. Los pasos lo cubren casi todo. La piel de agua es efímera. Por la tarde el sol seguramente se beberá toda la lluvia y secará el suelo. El oxígeno es tan puro que al respirarlo profundamente los pensamientos circulares empaparán las cabezas.

Mientras el cielo continúa con su llanto de infinita locura, da comienzo la etapa del Camino Sanabrés que enlaza la Puebla de Sanabria con Lubián. «¡Que suerte!, en el Juego de la Oca he caído en la casilla número 6: “De puente a puente y tiro porque me lleva la corriente”».

«Recuérdame el tañido de las campanas de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Mombuey, ese cantar ancestral que evoca en cada mortal la levedad que desea para sí: que el cansancio sea indulgente y el peso de la tierra ligero para los huesos. Rebusco en el cajón de mis recuerdos la melodía más hermosa, porque deseo compararla con la que ayer se escapaba de entre las paredes que delimitaron cada ser y estar en Mombuey. Recuerdo un albergue de piedra que se despedía cada día de sus peregrinos. Abandonaban un refugio las mil almas con cargas para comenzar a caminar más livianas.

“Estoy contando los pasos hasta el próximo albergue: ‛Uno, dos, tres, cuatro, cinco…”. La luna desaparece tras el mojado telón del amanecer. La vereda ha sido trazada sobre estos hermosos parajes que han perdido la memoria; que han perdido el sentido; que no recuerdan el camino de vuelta; ¡la culpa es de la luna, que baila sola detrás de la densa bruma!

¡Rápido! No te entretengas jugando con los árboles que flanquean el camino. ¡Por fin!, la salida del sol da paso a la claridad y muestra una planicie tapizada de emociones de colores. Los ojos del conchero otean el todo: se detienen sobre las paredes roídas por los vientos; en los rincones que fueron paño de lágrimas de otros peregrinos. Las miradas acarician los cantos romos de los recordados hospitales de peregrinos que ya no están; pero que una vez fueron.

En el camino eres polvo; mucho menos que la roca que en un rincón cualquiera se apelotona atropelladamente para secarse al sol.

El cansancio apremia y la vida continúa. Una cierva con su cría salen al paso de los peregrinos. Los más viejos del lugar dicen que mañana volverá a caer el agua con cadencia, y que las gotas de lluvia dibujarán nuevamente círculos concéntricos en los charcos de San Bernardo.

Esta maravillosa tierra que caminas, algún día te conducirá al cielo.

XAVIER EGUIDUREN | @xaviereguiguren

Articulista, novelista, colaborador en la LNE (prensa asturiana) y en la RTPA (Radio Televisión del Principado de Asturias). Corresponsal de la revista Erki-Mallorca.

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