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viernes, 3 mayo, 2024

La Construcción de sí mismo

Conocerse a uno mismo permite saber lo que queremos ser en nuestra vida; así como también nos permite gestionar de manera más adecuada y consciente nuestras emociones

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El conocerse a sí mismo es un tema tan antiguo como la humanidad misma. Es una tarea implícita en la vida diaria que debería ser enseñada desde la infancia, no solo en la escuela sino en casa, donde se es libre de ser. Conocerse a sí mismo es conocer tus propias conductas, pensamientos y emociones y las circunstancias que las producen, seleccionan, mantienen o eliminan. Así mismo, es en el entorno –y no en un “ser interno” que nos habita y enseña donde se encuentra la llave de nuestro comportamiento.

Estamos en una era digital que nos expone al mundo exterior más que cualquier otra época, que tomamos modelos ajenos para complementarnos y nos cuesta cada vez más responder a la pregunta ¿quién soy? y si ese modo de ser es dado o construido por cada ser humano. Allí recae el problema, cuando no se encuentra, ni en el propio sujeto, ni en los amigos, la respuesta confiable a la pregunta.

La importancia de tener un propósito

El motivo del autoconocimiento se extiende a lo largo de la filosofía antigua y se despliega en la literatura helenística del «cuidado de sí», que alcanza su auge en autores como Cicerón, Séneca, Epicteto o Marco Aurelio. Actualmente, ya no se vincula el autoconocimiento a una misión política, ni está restringido a una edad específica, como lo es el tránsito de la juventud a la madurez; tampoco es concebido únicamente como conocimiento teórico de sí mismo, mera contemplación del yo. Se convierte cada vez más en un cuidado integral de sí extensible a toda la vida, e involucra una serie de ejercicios, prácticas y obligaciones diarias cuya finalidad es imprimirle un sello a la existencia, de la misma manera que se modela una obra de arte, es decir, proporcionándole una forma lo más bella y perfecta posible. De allí que, hablamos de una construcción diaria. El autoconocimiento y el cuidado de sí representan, pues, los precedentes de una estética de la existencia.

Es normal que padres y educadores, en el devenir diario y gradualmente, enseñen valores, normas y reglas de comportamiento propias del bagaje cultural de la sociedad a la que se pertenece mediante el mensaje directo o el modelaje que supone el ejemplo para la observación. Los medios de comunicación transmiten normas de convivencia, de diferenciación de sexos, de gustos y somos juzgados por esa sociedad en relación al cumplimiento o no de dichos valores o normas. Existen comparaciones sobre inteligencia:

“Mi hijo es el mejor; mi hija destaca por su tipo”. O, por el contrario, existe el estigma de: “Tú no vales como X; Nunca llegarás a ser destacado”.

Todo este cúmulo de indicadores van internalizándose en cada persona de manera diferente, pero siempre influyendo en la conformación de la personalidad y la valoración moral. El ser evaluado, premiado o castigado desde el exterior con valores y antivalores que se “inculcan” y no se “educan,” va marcando la personalidad de acuerdo al concepto que cada ser humano tenga de sí mismo, su autoconcepto, el cual, determinará su autovaloración, su autoestima. Si el sujeto es capaz de autovalorar y con ello autorregular su conducta, se pueden producir cambios mucho más duraderos, que cuando los cambios se producen por influencia externa.

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Conocerse a uno mismo permite saber lo que queremos ser en nuestra vida; así como también nos permite gestionar de manera más adecuada y consciente nuestras emociones, aun en las situaciones más difíciles.

En un mundo tan lleno de distractores, socialmente complejo, la introspección ha dejado de estar vigente, el acceso a nuestro mundo interior se ha convertido en una fuente de distorsión cuando se trata de identificar y describir las circunstancias y características que gobiernan nuestras conductas. A pesar de ello, tenemos a menudo la impresión de que nos conocemos al fin y al cabo bastante bien, y es porque tenemos, no el privilegio de hacernos autointrospección, sino el privilegio de observar nuestra conducta y sus circunstancias más a menudo que las demás personas, y, a veces, en situaciones en las que nadie más nos observa.

No obstante, conocerse únicamente a sí mismo puede llegar a ser peligroso, significa hacerse un rehén de la propia imagen, el narcisismo impide ver al otro y ser empático, esto implicará dificultades en las relaciones sociales y por tanto propiciará un aislamiento natural.

Mientras que, la construcción de un propio autoconcepto definirá de alguna manera la autorrealización, basados en los valores y en un buen nivel de autoestima.

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