El programa de alimentos subsidiados del gobierno de Nicolás Maduro cumple 8 años sin que sus usuarios, 7,5 millones de venezolanos, según cuentas oficiales, hayan visto concretarse la promesa de proteína cárnica. Después de ofrecer jamón endiablado, ahora prometen carnes de cerdo y pollo enlatadas

Mejorar el contenido de las bolsas de alimentos subsidiados distribuidos a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), un plan estatal oficializado en marzo de 2016, es una deuda pendiente del gobernante Nicolás Maduro. El mandato aún no se cumple, a pesar de que el 18 de agosto de 2021 prometió incluir en la canasta jamón endiablado (alimento para untar a base de pernil y lomo de cerdo). 

Por el contrario, la tarea es acumulativa. El ministro para la Alimentación, Carlos Leal Tellería, a quien le fue dirigida la exigencia en 2021, tiene una nueva orden desde el 12 de marzo de 2024. En ocasión del aniversario número 8 del programa de distribución de alimentos subsidiados, Maduro lo increpó: deberá completar, en 60 días, 19 productos de la bolsa CLAP con enlatados de carne y pollo, caraotas y sal. 

Para los residentes de las comunidades rurales Quebrada de la Virgen y Suruguapo, en jurisdicción del municipio Guanare, estado Portuguesa, las expectativas del nuevo anuncio presidencial son bajas. 


Los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) fueron creados en  2016  como un mecanismo para la distribución de alimentos subsidiados


«Cada vez vienen menos productos y su calidad es despreciable. La harina amarilla enferma, el arroz es picado y las arvejas unas piedras», responde Luisa Paredes ante la consulta de El Pitazo

Al igual que sus vecinos del caserío El Potrero, Paredes compró la bolsa el 1 de marzo a un costo de 38 bolívares, el equivalente a 1,04 dólares, de acuerdo con la tasa oficial establecida por el Banco Central de Venezuela (BCV). El paquete le llegó con 8 productos: 6 empaquetados en Venezuela (arroz, harina de maíz, aceite, azúcar, chicha y sardinas) y 2 importados de Turquía (pasta larga y mortadela en lata). 

Ella, madre desempleada y con 5 hijos menores a cargo, no está satisfecha con la calidad de la bolsa CLAP, pero es el único medio con que cuenta para alimentar a su familia. Aunque sea durante 2 semanas, refiere. El beneficio se distribuye una vez al mes entre 7,5 millones de venezolanos, sostiene el Gobierno. 

Paredes declara que su familia casi nunca consume proteínas de origen animal; frutas,  verduras o vegetales. «Son muy caros, no paran de subir. A veces nos regalan menudencias de pollo, aprovechamos la temporada de mangos o alguna auyama silvestre», precisa. 


Están conformados por miembros de organizaciones comunitarias y políticas relacionadas al Gobierno Bolivariano


Vivir entre la pobreza

Sobre situaciones como la de Luisa Paredes, advirtió el relator especial de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre el derecho a la alimentación, Michael Fakhri. El diplomático visitó el país durante las dos primeras semanas de febrero y se refirió a las dificultades que tienen los venezolanos para acceder a suficientes alimentos buenos y sanos. 

“Casi 82 % de los venezolanos vive en pobreza, en términos de nivel de ingresos, y 53 %  expuesto a pobreza extrema, con ingresos insuficientes para adquirir una canasta básica de alimentos», señaló. 

Fakhri cuestionó la falta de valor nutricional y calidad de la bolsa alimentaria del Gobierno, aunque admitió que el CLAP tenía buenas intenciones como ayuda oficial humanitaria temporal. 


Han sido acusados de discriminación y de clientelismo. El Gobierno los defiende como un instrumento político para ganar la “Guerra económica”


“Se ha vuelto susceptible al clientelismo político y no aborda las causas profundas del hambre y la desnutrición en Venezuela, ni cumple las normas sobre el derecho a la alimentación”, criticó el relator.

Michael Fakhri, que publicará su informe final en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU este marzo, instó al gobierno de Maduro a desarrollar un plan de acción urgente sobre el derecho a la alimentación.

Antes de las advertencias de Fakhri, distintas organizaciones no gubernamentales y la Asamblea Nacional (2015) denunciaron, a través de medios de comunicación social nacionales e internacionales, que el CLAP ha sido el origen de crecientes fortunas para un grupo de empresarios cercano al poder. Se calcula que entre 2016 y 2017, el Gobierno gastó cerca de 5.000 millones de dólares en el programa.


En 2018 recibieron carácter constitucional por parte de la Asamblea Nacional Constituyente


“Detrás de las importaciones masivas para los CLAP desde México, Panamá, Colombia y Turquía figuran los intermediarios Alex Saab Morán y Álvaro Pulido Vargas, contratistas del chavismo desde al menos 2011”, publicó el New York Times en un artículo titulado Detrás del hambre de los venezolanos hay una trama de corrupción, fechado el 15 de octubre de 2018. El medio precisa “una enrevesada trama de empresas offshore que recorre el mundo”.    

“Luisa Ortega Díaz, la fiscala general de Venezuela, destituida y en el exilio desde 2017,  acusó a los dos empresarios de ser los operadores de una compañía llamada Group Grand Limited, registrada en Hong Kong y con filial en México, que, según la funcionaria, pertenecería al propio presidente venezolano”, sostuvieron en el artículo los periodistas e investigadores del medio digital Armando Info, Roberto Deniz, Joseph Polizuk y Edgar Scharfenber. 

Latas importadas 

Para el abogado y presidente de la Asociación Venezolana de Agricultura Familiar (AVAF), Juan Carlos Montesinos, la inclusión de proteína cárnica y caraotas en las bolsas CLAP es viable a corto plazo solo si el Gobierno recurre a las importaciones, aunque ello contradiga su premisa pública de que 97 % de los alimentos que se entregan en los combos corresponden a productos nacionales. 

“Ellos saben que no hay logística para garantizar la cadena de frío y el transporte de piezas de aves, cerdo o vacuno. No querrán repetir la dolorosa historia de los perniles podridos que se perdieron antes de llegar a zonas urbanas y suburbanas distantes del centro del país”, relata el dirigente gremial. 


Analistas consideran que su aporte no ha logrado disminuir los efectos de la emergencia humanitaria compleja


Montesinos asegura que si se ofrecen enlatados en las bolsas CLAP serán en su mayoría importados, pues en el país hay déficit de hojalata para fabricar envases para la conserva de alimentos perecederos. 

“La prueba es el cierre de varias industrias del ramo pesquero en el estado Sucre por falta de envases. Y, a la vez, el cierre de agroindustrias que producían esos envases. Sidor paralizó la producción de hojalata y el ciclo se cerró completamente. La única opción era la importación y resultó muy complicado”, destaca. 

Según el presidente de AVAF, no hay que descartar nada. Si hay un ofrecimiento público sobre enlatados es porque ya el Gobierno lo tiene calculado. El CLAP es una iniciativa de rédito político, sugiere. 

Respecto de la narrativa oficial enfocada en demostrar la calidad de los productos que ofrece el programa, Montesinos declara que es un hecho real que hay zonas a las que llegan productos en mal estado. “Son públicas algunas incidencias en determinados estados del interior del país donde las bolsas son distribuidas con alimentos vencidos, sucios, con insectos, especialmente las harinas y los granos. Eso da cuenta de que no hay control sanitario estricto que evite esas situaciones y que garantice la conservación y el almacenamiento correcto de los productos”, asegura. 

Consultado sobre la desigualdad en precios y cantidad de productos de la bolsa, Juan Carlos Montesinos señala que es evidente que este no es un programa igual para todos los sectores de la población. “Hay sectores, especialmente de la Administración pública central, que gozan de productos seleccionados. Sus bolsas llegan, incluso, con productos importados de muy buena calidad, tipo jamón ahumado, lácteos, quesos madurados, entre otros”. 

Promesas y promesas

En su discurso por los 8 años de su creación, Maduro anunció la meta de un CLAP 100 % nacional. En el mismo acto, celebrado en San Juan de los Morros, estado Guárico, el mandatario conminó a la agroindustria a presentar ofertas en 60 días. 

Sobre esa premisa surgieron dudas. El presidente de la AVAF considera que el monopolio de la agroindustria está alineado al plan de la Patria. Importa y empaqueta con sello venezolano. No es un secreto: hay denuncias públicas de productores que cuestionan importaciones de arroz, azúcar, maíz, aceite, caraota negra y frijol en períodos plenos de cosecha. Los anaqueles están llenos de marcas nuevas con las palabras “distribuido y empaquetado”, no producido. Está a la vista en las mismas bolsas CLAP.

Nicolás Maduro relató en ese mismo acto de San Juan de los Morros que el déficit nutricional del venezolano disminuye. En 2023 se registró 6 %, dijo. Promete este año llegar a 2 %. Este anuncio tampoco es bien valorado por Montesinos.  

A juicio del líder agropecuario, esa proyección es incierta porque en Venezuela continúa el bajo consumo de proteínas animal y vegetal, esta última es la más económica. Una investigación sobre la dieta del venezolano, presentada por el Centro de Estudios Agroalimentarios (CEA), reveló en marzo de 2023 que a esa fecha se observaba en el país un déficit de 33 gramos diarios de proteína por persona, luego de una disposición estimada de solo 42 gramos per cápita al día. 

De acuerdo con el estudio, el consumo de carne de res fue estimado cerca de los 1,16 kilos per cápita al mes; mientras que el de pollo se ubicó en el orden de los 2,21 kilos al mes, Este último se tradujo en un déficit de 1,99 kilos. La disparidad en las variaciones de este consumo se explicaba, en ese momento, por el precio del tipo de proteína. El kilo de carne se situaba en 7 dólares y el de pollo en 2.

Montesinos agrega al estudio del CEA el caso de  los huevos, cuyo consumo ha disminuido enormemente, junto al queso y demás derivados lácteos durante el primer trimestre de 2024.

En este contexto, argumenta, las bolsas CLAP, el único sustento de muchas familias empobrecidas, no ofrecen un balance nutricional. La única proteína que traen son granos y, muchas veces, se presenta con cocos o no se ablandan, por lo que resulta desechada por el propio usuario, denuncia.

La situación económica de Luisa Paredes, en el caserío El Potrero, no es distinta a la que retrata Montesinos. Ella, con sus muchachos a cuestas, aspira a que mejoren la bolsa, aunque mira más allá.

“Lo que quiero es un trabajo con buena paga para comprar lo que necesito. Vivir de migajas debería ser, para mí, algo transitorio. Mis hijos merecen alimentarse y vivir bien” 

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