1, 2, 3… 30… 80. No es un conteo fácil. Es impreciso. 80 es la cantidad de madres que entre julio y agosto de 2023 enterraron a sus hijos recién nacidos. Murieron en el hospital Luis Ortega de Margarita, en el estado Nueva Esparta, donde los padres intentan ser escuchados por las autoridades gubernamentales para denunciar las irregularidades que ocurren con la atención de neonatos y sus madres luego de que paren. 11 familias hablaron con El Pitazo y contaron sus historias buscando detener los decesos de los bebés en la región insular

“Tu hijo murió”. 

Son las 11:00 p.m. del 21 de julio de 2023 y Heimy Ramírez siente que va a parir. Camina a la sala de parto. Le hacen tacto vaginal y un ecosonograma.

—Solo tienes dos centímetros de dilatación. Ve a casa, báñate y descansa. Regresa cuando los dolores sean más fuertes.

El médico la despacha sin siquiera solicitar su último eco de referencia para verificar cómo transcurre la gestación y en el que consta que el bebé tiene el cordón umbilical enredado en el cuello. 

Es imprescindible que esto se revise si los dolores de parto se adelantan antes de su última consulta, pues de ser así, hay que practicarle una cesárea para evitarles riesgos a los dos.

Cuatro días después de esa noche, Heimy se convirtió en una de las 80 mujeres que entre julio y agosto de 2023 escuchó lo que ninguna madre quiere oír: “Tu hijo murió”.


Yo como madre me sentí sola y sin mi hija

Loreannys Marín, mamá de una niña fallecida en el hospital de Margarita

Larry Millán lleva esa estadística de manera informal. Sabe lo que sufre una madre cuando recibe esa noticia porque su hija la escuchó dos veces y su yerna, una vez. Sus tres nietos murieron en distintas fechas en el hospital Luis Ortega de Margarita, estado Nueva Esparta. El mismo centro donde Heimy perdió a su niño.

El primer nieto de Larry murió en 2021. Su hija acudió al hospital cuando se cumplieron los nueve meses de embarazo y la doctora le dijo que todavía no estaba a término. Así que le recetó calmantes y la envió a casa. Una semana más tarde, el niño no se movía: murió dentro del vientre de su madre.

Dos años después, en marzo de este año 2023, acuden al mismo hospital para el nacimiento de su segundo hijo. «Le volvieron a decir que el embarazo no estaba a término, y yo, con la experiencia previa, le expliqué a la doctora que sí estaba a término». 

“Pasado todo, nació un bebé grande, robusto, hermoso. Al rato, la doctora dijo que el niño tenía problemas respiratorios; lo llevaron a terapia intensiva y murió. Al día siguiente, murieron siete recién nacidos y cinco al siguiente”, recuerda.

Cuando la esposa de su hijo quedó embarazada fueron más rigurosos. Todos los exámenes estaban al día. “Llegó el momento y mi yerna parió un muchacho sano y hermoso. Sin embargo, poco tiempo después nos dieron el mismo diagnóstico de mi otro nieto: que tenían que intubarlo por problemas respiratorios. Al segundo día del diagnóstico, murió el muchacho. Cuando eran las seis de la tarde de ese día habían fallecido seis bebés, contando el nuestro”, afirma.   

Por eso, Larry no cree que tantos decesos sean por coincidencia y se dedica a reunir las pruebas de las irregularidades que acontecen en el hospital para demostrarlas. 

Conversa con las madres afectadas y las anima a contar sus historias. Junto a otros padres conforma un grupo de familiares para denunciar lo que ocurre ante el Ministerio Público y ante las autoridades sanitarias del país. En los grupos de WhatsApp que Larry abrió para organizar a los afectados hay al menos 50 nombres de madres que denuncian la muerte de sus hijos. 

1, 2, 3… 30 muertes hospitalarias 

El 10 de agosto de 2023, la concejala Ana Karina Machado informó a medios de la región insular que aproximadamente 30 niños mueren en el hospital de Margarita cada semana. Un día después, Machado declaró a El Pitazo que su cifra incluye neonatos y escolares con distintas enfermedades, como la leucemia.

La concejala precisó que las causas de los decesos neonatales son distintas: enfermedades que se agravan, enfermedades adquiridas en el nacimiento, falta de medicamentos o de equipos de atención y el supuesto uso erróneo de algún tratamiento. 

Como parte de su declaración, Machado no descartó que por las condiciones del hospital, como la presencia de basura y animales en los pasillos, paredes y techos rotos, ausencia de suministros médicos, déficit de personal y falta de agua, se agrava la salud de los recién nacidos y demás pacientes.

Johan Yánez, diputado del Consejo Legislativo de Nueva Esparta, tiene la misma creencia de Larry y su grupo: hay irregularidades en muchos de estos sucesos. Yánez asegura que, desde 2018, en ese centro de salud ocurren situaciones como las denunciadas por Larry Millán y quienes lo acompañan. Refiere además que en el recinto les piden a los pacientes desde gasas, tornillos y material quirúrgico para que sean atendidos.

Por esas razones, el Consejo Legislativo solicitó la comparecencia de la directiva del hospital Luis Ortega de Margarita en agosto, pero se desconoce si ocurrió. El Pitazo consultó a Yánez a través de WhatsApp para saber el avance de la investigación, pero no contestó.

Grey Molinaro, jefe de Pediatría del Hospital Luis Ortega, fue contactado este 21 de septiembre para conocer la versión oficial de lo que ocurre con los neonatos en ese centro de salud. Leyó el mensaje de WhatsApp, pero no respondió a la solicitud de entrevista. 

Entre tanto, Heimy, mediante su mamá, y otras 10 familias accedieron a hablar con El Pitazo para visibilizar sus historias.

Estas coinciden en algunos aspectos:

  • Muertes entre el segundo y quinto día del nacimiento por paros respiratorios o sepsis, supuestamente causada por infecciones urinarias no controladas por las mamás.
  • Bebés que han estado en incubadoras en mal estado o con piezas defectuosas que fueron cambiadas mientras el niño estaba adentro.
  • Mamás que alegan mala atención, tanto en la Unidad de Cuidados Intermedios Neonatales como en la Unidad de Terapia Intensiva Neonatal, debido a la falta de personal, medicamentos y suministros médicos.
  • Un hospital que no está limpio: en las habitaciones y en los pasillos hay basura e incluso gatos. “Se te montan encima para saltar a la ventana”, dice la abuela de un bebé fallecido.

Eso es lo que el grupo que lidera Larry quiere que se sepa. Por eso protestaron frente al Ministerio Público de Margarita cinco días después de que Machado divulgó las estadísticas que obtuvo al procesar relatos de distintas madres que acuden al Registro Civil de Mariño para tramitar las actas de defunción de sus hijos.

Un mes después de esa manifestación, las autoridades guardan silencio. Se callan mientras las cifras de muertes neonatales y la violencia obstétrica van en aumento. Incluso, el 18 de septiembre los padres protestaron para exigir la intervención del hospital. “Por favor, presidente (Nicolás Maduro), actúe”, declaró Miguel Serra, padre de una parturienta que falleció por un accidente cerebrovascular no atendido en el hospital.

Una bacteria en el servicio

“¡Qué dolor tan grande, mi Dios!”. Con esta frase, Milagros Ramírez, madre de Heimy, intenta describir lo que siente al recordar la muerte de su nieto. El bebé estuvo hospitalizado entre el 22 y el 26 de julio, después de que se forzó su nacimiento por parto natural.

Es que a Heimy la obligaron a parir “porque tenía buena pelvis”, le dijeron los médicos a Milagros Ramírez en la sala de parto. Una enfermera se le subió encima de la barriga para empujar al bebé. Y entre tanto pujar, la joven de 21 años se desgarró porque su niño midió 51 centímetros y pesó 3,7 kilogramos. De ese momento, la primeriza recuerda un leve llanto de su criatura.

—Díganle a la abuela cuáles son las condiciones del bebé —advierte la doctora.

—¿Qué pasa? —interviene Heimy, pero no recibe respuestas.

—Ay, doctora, esa gente subió toda emocionada. ¡Déjelos que lleguen allá arriba! —indica la enfermera, refiriéndose al retén.

Y así, sin más, Heimy quedó sin respuestas, angustiada por la salud de su primer hijo, cansada por el parto y de todo lo que vivió en esa sala. “Adentro, hasta la que limpia maltrata a las gestantes. Una de ellas le reclamó a mi hija porque rompió fuente después de que ella había limpiado. Si mi hija no vomita, no la atienden y se hubiese muerto ella también. La doctora no dejaba que la tocaran, porque decía que la iban a infectar, pues hubo una mamá que se defecó encima”, relata Milagros.

Con el dolor de la sutura por causa de una abertura que le hicieron en su vagina para facilitar el parto, Heimy subió ese mismo día a la Unidad de Cuidados Intermedios Neonatales (UCIN) para ver a su hijo. Lo encontró morado y con mangueras conectadas a su boca y nariz para respirar. 

—¿Qué le pasa a mi hijo? —pregunta a las enfermeras de turno.

—No tiene actividad. No llora fuerte, como debe ser —le dicen, de modo somero, las enfermeras en el servicio. 

El domingo 23 de julio, un doctor les explicó que el recién nacido había logrado estabilizarse y le retirarían las mangueras de oxígeno para suministrárselo a través de una máscara. Ese día, el médico también le permitió a Milagros ver a su nieto. “Ya lloraba, estaba hermoso. Le eché la bendición y salí”, afirma. 

Sin embargo, durante la noche, la incubadora presentó una falla que fue advertida por Heimy a las enfermeras en la última visita de ese día. Lo único que le respondieron fue: “Salga, salga. Las visitas terminaron”. 


Sentí que el mundo se me venía abajo con solo saber que era mi culpa

Karen Orsatti, mamá de un recién nacido fallecido en el hospital de Margarita

A las 3:00 a.m. del lunes 24 de julio, un niño recluido en UCIN fue llevado a terapia intensiva por complicaciones. “Todos nos angustiamos”, expresa Milagros. Ocho horas después cerraron UCIN debido a una supuesta bacteria, y otros nueve bebés también fueron internados en terapia intensiva porque se agravaron.

Durante el día, de los 10 bebés hospitalizados murieron 9, incluido el de Heimy. “Todo lo que nos pedían lo comprábamos. Lo único que nos faltó fue pagar por la atención, y si lo hubiese hecho, la historia sería otra”, declara Milagros.

Servicios sin personal

La Unidad de Cuidados Intermedios Neonatales debe ser inspeccionada por expertos ajenos al hospital; en este caso, por una comisión de especialistas que determine las condiciones reales del área y lo que ocurre con los bebés. Es el clamor de las familias que se unieron en el grupo de Larry.

Bárbara González llegó al hospital el 2 de agosto a las 4:10 p.m. con una orden médica para una cesárea, pues estaba perdiendo líquido amniótico. Entró al quirófano a las 9:00 p.m. y 55 minutos después nació su primera hija. Veló por ella toda la noche y no observó que tuviera dificultad para respirar.

A las 6:00 a.m. del jueves 3, una miliciana entró a la habitación y pidió a los acompañantes dejar solas a las mamás con sus hijos para la revisión médica. En ese tiempo, su hija recibió las primeras vacunas: la BCG (tuberculosis) y la hepatitis B, y también un diagnóstico médico: dificultad para respirar. Por eso la llevaron a UCIN.

En esa unidad se agravó, por lo cual la trasladaron a terapia intensiva neonatal a las 7:00 p.m., pero pasadas las 9:30 p.m. murió por causa de un shock séptico, según se lee en la autopsia. Yessica Laffont es abuela de la bebé y asegura que del cuerpo de la niña nunca percibieron mal olor, ni siquiera dos días después de morir.

—¿Qué me molesta? —se pregunta.

—La negligencia —se responde. 

Y continúa: “Llegamos a las cuatro y diez de la tarde por una cesárea de emergencia y la atendieron mucho tiempo después, cuando se suponía que era algo de emergencia, cuando ya la bebé no tenía líquido. Por otra parte, si supuestamente tenía una dificultad para respirar, por qué se la entregan en la noche a mi hija. Son tantas cosas que viví en ese hospital que uno dice: ¡En qué manos caímos!, porque si hubiese médicos de profesión y no de títulos, todo sería distinto”.

Loreannys Marín también habla de esa negligencia a la que se refiere Yessica. Una de sus gemelas falleció el 5 de enero de 2022 en el hospital de Margarita, después de recibir una transfusión sanguínea que debió ser para su hermana, que tenía la hemoglobina baja. Se confundieron porque en el pañal estaban mal identificadas.

Eso no es todo. Loreannys asegura que antes no le dieron el tetero con leche materna que había dejado para alimentarlas y que por eso, un día, la bebé se descompensó y no se movía. “Le pregunté a la doctora por qué mi bebé estaba así, que no hacía nada, a pesar de que era tan activa. Su respuesta fue un ‘no sé’. Como madre, yo me sentí sola y sin mi hija”.

Karen Orsatti también vivió ese déficit de personal y de equipos médicos. Su primogénito fue llevado a cuidados intermedios el 29 de abril, un día después de nacer, porque tenía la glicemia baja. Ese mismo día, las enfermeras le pidieron a Karen unas cintas para medir el azúcar en sangre, pero no lo hicieron por falta del glucómetro, el aparato con que se hace.


¡Qué dolor tan grande, mi Dios!

Milagros Ramírez, abuela de uno de los bebés fallecidos en el hospital de Margarita

Horas más tarde, Karen recibió el alta médica. Decide ir a casa a bañarse y vestirse con ropa cómoda para pasar la noche en la sala de espera. Sin embargo, la llamaron desde el retén para pedirle que regresara rápido porque su hijo estaba llorando y debía atenderlo puesto que solo había una enfermera.

“Me dijeron que la asistente no podía estar al pendiente de todos. Así que voy rápidamente, atiendo a mi hijo y lo calmo. Esa noche los bebés quedaron solos con sus mamás, sin una enfermera de apoyo. Al tiempo, vino una sola enfermera, una señora mayor que no podía estar al pendiente de tantos niños”, recuerda.  

Al día siguiente, su hijo se complicó y la doctora le advirtió que no coagulaba la sangre. Minutos después de ser internado en terapia intensiva, murió. “Tu hijo murió porque tienes una enfermedad hereditaria y se la transmitiste”, le dijo la misma médica. 

“Sentí que el mundo se me venía abajo con solo saber que era mi culpa. Pero cuando pasaron los días y vi las noticias, me di cuenta de que esto no era como esa doctora decía, porque en tan poco tiempo murieron varios niños y casi todos con los mismo síntomas”, reflexiona.

Es el mismo pensamiento de Milagros, la mamá de Heimy. Está convencida de que la falta de personal y de equipos marcan la diferencia para que un bebé viva o muera en el hospital de Margarita. “Dejan morir a un bebé porque no tienen ni los equipos ni las condiciones”, afirma. 

Y así pasó con su nieto, intenta convencerse. La noche del 25 de julio, el niño se complicó y le dio un paro respiratorio. Como pudo, una médica lo sacó del cuadro dándole oxígeno de manera manual. 

Milagros volvió a las 9:00 p.m. de ese día, cuando un médico sentenció la muerte del hijo de Heimy: “No pasa de esta noche”. Cinco horas después se cumplió lo que dijo y Heimy escuchó la frase más demoledora en toda su vida: “Tu hijo murió”. Así, sin explicaciones.

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