Una madre busca respuestas al deterioro de la salud de su hija. Su cuadro comenzó el 17 de octubre, cuando los estudiantes de bachillerato retomaron las clases. Esa vez, ella y otros 18 alumnos de un mismo liceo al norte de Monagas se tornaron pálidos, tuvieron dolor de cabeza y debilidad muscular después de entrar al salón de clases. Una semana después, la cifra de afectados pasó de 100. Las causas son desconocidas y, por eso, la comunidad educativa exige información a las autoridades

Fabiola Ruiz tiene miedo de entrar a su liceo. Luis Ledezma también. Ambos estudian quinto año de educación media en el Liceo Nacional Félix Antonio Calderón, en Aragua de Maturín, municipio Piar del estado Monagas.

La institución se ubica a una hora de Maturín, capital del estado oriental. Allí, desde el 17 de octubre, ocurre una situación que también preocupa a padres y representantes: algunos estudiantes se desmayan y otros sufren bajones de tensión sin razón aparente.

No existe una causa clara. Nadie les ha dicho qué ocurre. Y eso es lo que mantiene en incertidumbre a la comunidad estudiantil, que clama saber qué pasa.

El Pitazo envió solicitudes de entrevistas a la Dirección Regional de Salud del estado Monagas para conversar con el director de Salud, doctor Víctor Dávila, sobre lo que ocurre en Aragua de Maturín y sus parroquias, pero no obtuvo respuestas.

La posición más cercana fue emitida una semana después de aparecer los primeros casos. Sin especificar detalles, la autoridad atribuyó la causa a un cuadro gastrointestinal que era atendido.

Fabiola y Luis temen que un día sean ellos quienes se sientan mal y sean llevados hasta el hospital. Han visto cómo sus compañeros son sacados pálidos, con dolor de cabeza y debilidad muscular después de entrar al salón. “No sabemos por qué se sienten así después de que llegan al liceo. Nos asusta porque no sabemos cuál es la causa”, afirma Fabiola a El Pitazo.


Aquí hay incertidumbre y cuando falta información, la gente imagina de todo

Omaira Urrieta, mamá de Rachel

El 22 de noviembre, El Pitazo presenció cuando dos estudiantes fueron sacadas de la institución con la misma sintomatología descrita por Luis y Fabiola. Una alumna de primer año se sintió mal cuando conversaba con su amiguita en el salón. Su mamá decidió llevarla a la atención médica para saber si sus síntomas guardan relación con los primeros 19 casos que se registraron en el liceo.

El caso cero

El 17 de octubre, los estudiantes de bachillerato comenzaron clases formalmente. 825 adolescentes acudieron al Liceo Nacional Félix Antonio Calderón esa vez. Rachel Mejías es una de ellos. Después del acto cívico, caminó hasta su salón y se sentó en un pupitre.

Justo en ese momento comenzó su padecimiento: taquicardia, tensión baja, dolor en el pecho, dificultad para respirar y debilidad. En principio, pensó que tomar aire fuera del aula le haría sentir mejor. Pero no fue así. La llevaron a urgencias médicas.

Rachel es el caso cero. Es decir, es la primera adolescente que comenzó con los síntomas. “Cuando llegué al hospital me di cuenta de que mi hija no era la única que se había sentido mal. Allí estaba una compañera de ella con los mismos síntomas. Entonces, sospeché que pasaba algo más”, explica Omaira Urrieta, madre de Rachel.

Mientras su hija era atendida, Urrieta presenció cuando fueron llegando más estudiantes de distintos grados. “Pasado el mediodía, ya había 19 pacientes del mismo liceo”, afirma.

La cantidad de casos obligó a la suspensión de clases. “En la tarde llegaron más casos al hospital, pero no los contabilizaron dentro del grupo del liceo porque todos eran trasladados desde sus casas”, refiere.


No sabemos por qué se sienten así después de que llegan al liceo. Nos asusta porque no sabemos cuál es la causa

Fabiola Ruiz, estudiante

Al día siguiente, el 18 de octubre, entre 11 y 15 niños de las escuelas Aniceto Guevara y Cacique Taguay también se enfermaron. Urrieta indica que lo único que varió fue que algunos escolares manifestaban sentir fiebre y dolor abdominal, incluso, vómito.

Una semana después, entre el 24 y 25 de octubre, otros 19 alumnos del Liceo Antonio José de Sucre en la población de Taguaya, a media hora de Aragua de Maturín, también presentaron los mismos síntomas.

La preocupación entre la comunidad creció cuando el 24 de octubre, en plena asamblea para tratar el caso, seis adultos sintieron los mismos síntomas. Una de las docentes se desmayó y necesitó oxígeno en el centro asistencial.

Esa vez se acordó suspender las clases por dos semanas. Y, en ese período, no hubo afectaciones. Sin embargo, Rachel seguía, y sigue, con las secuelas de esos primeros síntomas.

Una población en incertidumbre

Rachel Mejías es una adolescente de 15 años sana. Omaira está segura de eso porque constantemente realiza estudios sanguíneos a su hija, pues desde niña tiene sangrados nasales esporádicos que son atendidos por un otorrino.

Al comparar los análisis de laboratorio recientes con los de antes del episodio en el liceo, Omaira se da cuenta de que algo no está bien. Y se lo dice una internista que atiende a su hija.

“La doctora me explica que mi hija tiene un desorden metabólico del que no se sabe la causa, pero del que conocemos comenzó desde que se sintió mal esa vez en el salón. Por eso, estamos buscando las causas. El ecocardiograma dice que su corazón está normal. Ahora esperamos por el resultado del Holter que le colocarán para saber qué ocurre”, explica a El Pitazo.

Omaira desconoce cuáles son las condiciones médicas de los otros niños que han seguido enfermos. Sabe sobre dos compañeros de Rachel en quienes persisten las mismas manifestaciones clínicas, porque ellos mantienen comunicación constante con su hija.


La doctora me explica que mi hija tiene un desorden metabólico del que no se sabe la causa

Omaira Urrieta, mamá de Rachel

Al ver la cantidad de casos, Omaira Urrieta decidió registrar lo que ocurre, porque quiere hacer presión para obtener respuestas que le permitan descubrir por qué se enferma Rachel, por qué se enferman los alumnos.

“Aquí hay incertidumbre y cuando falta información, la gente imagina de todo. Entonces, cuando no encontramos una justificación científica para algo que ocurre, tú hayas las respuestas hasta en la santería o la brujería”, reflexiona.

La comunidad educativa del liceo ha planteado hasta que un sacerdote haga un exorcismo en el plantel. Incluso, los mismos alumnos han comenzado a decir que sus compañeros se desmayan cuando ven sombras en los baños.

Respuestas para Aragua   

Así, sin causas, a finales de octubre las autoridades gubernamentales y de seguridad del estado Monagas contabilizaban 110 personas con los mismos síntomas. Incluso, bioanalistas particulares y del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas tomaron muestras sanguíneas al grupo de niños que se enfermó en las escuelas.

La Gobernación de Monagas ordenó, además, tomar muestras del agua en el municipio Piar como parte de las investigaciones, pero hasta el 30 de noviembre la comunidad educativa no tenía respuestas de todos los exámenes que se practicaron.

Deibys Mariño es la directora del Liceo Nacional Félix Antonio Calderón. Asegura que hacen todo lo posible por atender a los estudiantes que se sienten mal y que el día posterior a las afecciones un pediatra evaluó a los estudiantes. Los encontró en buena condición de salud, a excepción de algunos, agrega.

El Pitazo también contactó a ese especialista sin éxito. La idea era conversar sobre lo que observó en los pacientes esa vez. Sin embargo, Mariño refiere que de esa evaluación médica se conoció que algunos alumnos padecen anemia.

Sostiene que, al igual que la comunidad, quiere respuestas sobre lo que ocurre. Desea dárselas a los representantes. Descartó que las causas se consigan en el agua, porque la que tienen en el plantel no es apta para el consumo.

También desechó la hipótesis de una fuga de gas en la cocina porque los bomberos inspeccionaron y determinaron que todo está en orden. Lo mismo hizo con la comida del programa de alimentación, porque aún no está activo.

Aunque en el ambiente del liceo no se percibe algún olor o sensación extraña, los alumnos creen que las autoridades saben qué ocurre y no quieren decirles. Y aún con miedo, Fabiola y Luis dicen que entran a clases porque quieren graduarse de bachilleres.       

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