El sueño de tener un futuro como su héroe, el jugador portugués Cristiano Ronaldo, para volver a ser capitán de su equipo, era lo que mantenía viva la fe de este adolescente de 13 años, que durante dos años batalló junto a su familia, amigos y médicos contra un sarcoma de Ewing

Diego Rodríguez Virisimo corre por el campo de fútbol del Polideportivo José María Vargas, a donde acude dos días a la semana, en sus prácticas con el Club Sport Marítimo La Guaira. El sudor cubre su rostro y la luz del sol se refleja en sus ojos claros y en los aparatos de ortodoncia que deja ver cuando asoma una tímida sonrisa.

Diego cumplió 13 años el 15 de mayo de 2023. A su corta edad tiene varias certezas: que el fútbol es un gran deporte, que el mejor futbolista del mundo es Cristiano Ronaldo, que los milagros existen y que el cáncer, por más agresivo que sea, tiene cura.

Lo sabe porque es la prueba de ello. Él es sobreviviente de cáncer y, contra todo pronóstico, ha regresado al campo de fútbol a conquistar su sueño: ser un jugador profesional.

“Yo me propuse luchar contra el cáncer porque quería regresar a la cancha. Hubo momentos en que dudé, pero siempre pasaba algo, relacionado con el fútbol, que me devolvía la esperanza. A la gente que está enferma, sean niños o adultos, yo les digo que no se rindan. Para Dios, no hay imposibles”, dice con la voz quebrada y lágrimas en sus mejillas, al recordar la batalla que ha dado.


A la gente que está enferma, sean niños o adultos, yo les digo que no se rindan. Para Dios no hay imposibles

Diego Rodríguez, 13 años. Sobreviviente de un sarcoma de Ewing

Durante los últimos dos años, Diego Rodríguez y su familia, encabezada por sus padres, Jefferson Rodríguez y Diana Virisimo, hicieron frente a un diagnóstico que cambió sus vidas: el niño tenía un sarcoma de Ewing en la tibia derecha. Un tumor de tres centímetros que amenazaba con truncar su futuro deportivo en el fútbol, en el que trabaja desde que tiene cuatro años, pues había una alta probabilidad de que su pierna fuera amputada, para salvar su vida.

“Cuando Diego llega a la cancha, yo siento que él entrega todo, porque es su pasión. En la sanación de Diego, sus ganas de volver a las canchas, sus ganas de jugar, fueron determinantes. Eso lo salvó”, comenta Diana Virisimo, quien aún digiere lo vivido desde el día en que recibió el diagnóstico, en junio de 2021, hasta el 14 de abril de 2023, cuando lo acompañaron a tocar la campana de la sanidad en el Hospital San Juan de Dios.

Un descubrimiento a tiempo

Cerca de cumplir 11 años, Diego Rodríguez comenzó a quejarse de un dolor, de mediana intensidad e intermitente, en la pierna derecha. Sus padres no le prestaron atención, pues lo achacaron al crecimiento.

El día de su cumpleaños 11, el 15 de mayo de 2021, Diego tenía un juego. En medio del partido recibió una patada en la pierna derecha y cayó privado por el dolor.

“Lo llevamos al médico. Le hicieron una placa de mala calidad y nos dijeron que no había fractura. Sin embargo, su padrino, Alcides Duben, que es radiólogo, vio la imagen y nos dijo que algo no estaba bien”, recuerda Diana, la madre de Diego.

La placa pasó por cinco traumatólogos, pero ninguno vio algo irregular. Sin embargo, su padrino radiólogo insistía. “Entonces fuimos por una tomografía y una resonancia, para descartar, y allí estaba el tumor”, agrega.

Con la certeza de un tumor, Diana y Jefferson llevaron a su hijo al hospital San Juan de Dios en Caracas. Allí lo atendió el especialista en oncología pediátrica César Giménez, quien se convirtió en un aliado para Diego y sus padres. Fue este médico quien le dio nombre a lo que Diego padecía: el sarcoma de Ewing y diseñó, de inmediato, un plan para enfrentarlo.

“El sarcoma de Ewing es un sarcoma muy agresivo. No teníamos ni presupuesto, ni dinero y el médico nos dijo que de inmediato íbamos a empezar con el protocolo de quimioterapias y así fue”, relata Diana.

El sarcoma de Ewing es un tipo de cáncer poco frecuente, que afecta principalmente a niños y adolescentes. Se produce en los huesos o en el tejido blando alrededor. En la mayoría de los casos es mortal.

“Es duro estar en la sala de quimioterapia. A veces me preguntaba por qué Dios permite estas cosas, pero ahora creo que hay alguna razón, aunque no lo tengo claro. No quisiera que llegaran más casos de niños con cáncer al hospital. Lo que quisiera es que hubiese una cura”, cuenta Diego.

En un año y ocho meses, Diego se sometió a 18 ciclos iniciales de quimioterapia; 38 sesiones de radioterapia; una operación de remoción del tumor y tres ciclos finales de quimioterapia, hasta que una tomografía especializada, llamada CT-Pet, confirmó que ya no había células cancerosas en su organismo.

“Los médicos dicen que, en el caso de Diego, su pierna se salva porque actuamos a tiempo. Escuchar y seguir nuestros instintos como padres hizo la diferencia para que el tumor no llegase al hueso. Mi hijo no estaría aquí en la cancha de no haber persistido buscando la razón de ese dolor”, reitera su madre.

Un gran equipo para un gol

Para enfrentar todo lo que implicaba la sanación de Diego, sus padres crearon la cuenta de Instagram @ungolporestabatalla, con el propósito de recaudar desde allí toda la ayuda posible.

“Aún a esta fecha yo me pregunto, cómo lo logramos, cómo cubrimos todos los tratamientos, los medicamentos, los exámenes constantes, la operación. Y la respuesta es que fue gracias a esa cuenta y a la aparición de cientos de ángeles terrenales que nos apoyaron. Se hicieron rifas, jornadas deportivas pro fondos, recibimos apoyo oficial de la Presidencia, de la Alcaldía y la Gobernación. Pero no solo fue el dinero, sino las acciones las que nos sostuvieron a nosotros y a Diego”, expone Diana mientras recuerda las llamadas telefónicas de extraños que se convirtieron en aliados o las personas que llegaron a la puerta de su casa, en una zona popular de Maiquetía, con una medicina, una venda o un jugo para subir las defensas de Diego.

Pero no solo fue el apoyo material. Cuando Diego fue diagnosticado era capitán de la selección Sub-12 del equipo Varguenses Futsal. Cuando empezó la quimioterapia y perdió el cabello, todos los niños del equipo quisieron raparse para estar en sintonía con él.


Cuando llega a la cancha, yo siento que entrega todo, porque es su pasión. En la sanación de Diego, sus ganas de volver a las canchas, sus ganas de jugar, fueron determinantes. Eso lo salvó

Diana Virisimo, madre de Diego Rodríguez

“Mis amigos, mi equipo, me dieron fuerza cuando yo me sentía mal. Mi familia, los amigos, mis entrenadores, me enviaban mensajes de los jugadores de la Vinotinto para levantar mi ánimo. El fútbol siempre estuvo allí”, comenta Diego.

Cuando se le pregunta por su peor o mejor recuerdo, no duda en ambas respuestas: el dolor de una biopsia de pierna sin anestesia y tocar la campana como símbolo de superar el cáncer. “Tocar la campana me hizo sentir tan feliz. Era como si estuviese jugando nuevamente”, dice.

Diego acaba de pasar a segundo año de bachillerato en el Colegio Madre Emilia de Maiquetía. No tiene claro cuál carrera universitaria podrá cursar, pero insiste con su sueño inicial: ser un jugador profesional como Cristiano Ronaldo: “porque es humilde y ayuda a muchos. Eso es lo que yo quiero hacer”, sostiene.

Diego Rodríguez venció a un contrincante difícil como el cáncer. Sus ganas de volver a la cancha lo hicieron superar al portero para anotar el gol que lo hará siempre un ganador.

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