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jueves, 2 mayo, 2024

Tu destino está en otras manos

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A estas alturas y viendo las acciones que está ejecutando el eje Rusia-Cuba-Venezuela dentro y fuera del país no parece viable en el corto o mediano plazo un cambio institucional pacífico, democrático y justo. Lo dicho, el mundo está presenciando el secuestro colectivo de Venezuela.

El pueblo venezolano es una víctima. Un rehén en manos de una organización político criminal cuyo único fin es retener el poder por el poder, por cualquier medio, sin generar ninguna medida real de bienestar social o una política pública exitosa. Y como seguramente los fanáticos del chavismo saldrán a ladrar y replicar en defensa de la coartada revolucionaria les refutaremos exigiéndoles, en la realidad y sobre el terreno, que demuestren una política pública que sea exitosa, pluralista, eficiente, universal y no populista clientelar.

El clan que gobierna Venezuela es un cartel oligopólico, auspiciado y sostenido por la dictadura castrista y los otros oligopolios chinos y rusos, gobernando un territorio, con todas las garantías de impunidad y la precariedad necesaria para lucrarse con el tráfico de dinero público, corrupción, extorsión, tráfico de combustible, contratos, alimentos, minerales, petróleo y hasta drogas.

No tienen ningún motivo para dejar el poder, porque dentro de Venezuela son invencibles, impunes y millonarios. Ganan dinero a montones, sin ningún mérito ni esfuerzo. Y saben bien que al salir del poder serán perseguidos por los delitos cometidos en materia de corrupción, derechos humanos e incluso organización de redes criminales.

Es más que evidente, porque ya lo han hecho en los últimos cinco años con violencia y todo tipo de trampas leguleyas, que la cúpula del clan cínico militar preferirá quemar el país y el futuro de otra generación más, antes de abandonar pacíficamente el gobierno y enfrentar a la justicia. Sólo cambiarán de opinión cuando tengan un exilio dorado garantizado, impunidad para salir con los bienes robados y la posibilidad de volver a gobernar.

Frente a este escenario tenemos a una oposición política dividida. Por un lado, falsos líderes opositores financiados por Maduro y Diosdado a través de sus boliburgueses. Con presencia absoluta en los pocos medios de comunicación masiva que quedan y las redes sociales invadidas por el chavismo.

Por otro lado, una casta de viejos líderes partidistas, adecos y copeyanos, con sus mutaciones, que fueron responsables de la crisis de corrupción y desigualdad social que  abrió las puertas al chavismo y, por ende, sus liderazgos y discursos están desgastados y deslegitimados frente a la población venezolana.

En el medio están las nuevas generaciones de líderes opositores atrapadas entre los excesos criminales de Maduro y sus patrocinantes internacionales y los ataques traidores de los dinosaurios políticos opositores, siempre abiertos al dinero rojo. 

A Guaidó y compañía les disparan desde el frente y la retaguardia. Bajas rojas y azules. Porque el gran drama de Venezuela es que no tiene un liderazgo sólido, siempre acechan las traiciones internas. Y a eso lo llaman “política”, cuando en verdad no es más que una rebatiña oscura por repartirse y gozar prebendas y dinero público.

El futuro de Venezuela ya no es venezolano. Y el destino de cada venezolano ya no está en sus manos. Al menos si aspira a escoger a sus gobernantes. El clan de Maduro y Diosdado, prometiendo independencia y bienestar, terminó siendo un ejército de ocupación al mando de Cuba y Rusia, una desgracia histórica que ha sometido al pueblo al hambre, la ansiedad y la precariedad en todos los servicios públicos.

Ya tenemos una generación pérdida. Y mientras el mundo se prepara para la revolución del internet económica y social de 5G y las nuevas fuentes de energía, en Venezuela no hay gasolina, ni industria nacional de alimentos, ni  electricidad, agua, transporte público o antibióticos en sus hospitales. Hambre, pobreza y subdesarrollado a niveles similares a 1920. Un siglo atrás en la involución ética, institucional y económica.

El himno del estado Falcón comienza con una frase que reza: “provocó la injusticia la guerra…”.

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