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jueves, 25 abril, 2024

OPINIÓN | Recuperar el poder ciudadano en medio de la opresión

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CIUDADANÍA Lo que queda de la democracia venezolana y sus instituciones, los derechos humanos, las libertades, la vida misma de cada venezolano siguen corriendo graves peligros y amenazas. Están sometidos a un asedio constante e implacable de parte del gobierno cívico-militar que se instaló en Miraflores por encima de la Constitución y las leyes.

«LA OPRESIÓN AVANZA AHORA, SOBRE TODO, CONTRA LA POBLACIÓN CIVIL. UNA VEZ CONTROLADAS LAS INSTITUCIONES DEL ESTADO, CERRADOS, BLOQUEADOS Y/O CENSURADOS LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL (COMO POR EJEMPLO ESTE MEDIO, EL PITAZO, QUE YA LLEVA RESISTIENDO 11 ATAQUES CIBERNÉTICOS QUE BLOQUEAN EL ACCESO A SUS PORTALES);  DEBILITADOS, DIVIDIDOS Y DESMANTELADOS LOS PARTIDOS POLÍTICOS DE OPOSICIÓN, EL PLAN DE AVANCE DEL AUTORITARISMO CONTEMPLA EL CONTROL ABSOLUTO DE LA VIDA DEL PUEBLO Y EL SOMETIMIENTO DE TODA FUERZA SOCIAL QUE SE LE OPONGA»

¿De cuáles fuerzas sociales estamos hablando? De las organizaciones populares, de los movimientos sociales y vecinales, de las comunidades que se han organizado y comienzan a atreverse a ser críticos con el gobierno. Pero, como ya lo sabemos, cada protesta popular, cada iniciativa ciudadana que alza la voz para exigir la restitución del Estado de Derecho –es decir, para reclamar las fallas en los servicios de gas, luz, agua, para exigir sueldos dignos, medicinas, trabajo, seguridad, respeto a los derechos humanos en general-, es asediada por las fuerzas de seguridad del Estado para impedirla o sabotearla, siendo muchas veces reprimida con gran violencia cuando intentan silenciar el reclamo ciudadano que visibiliza al Estado fallido.

En medio de un gran desorden y una gran improvisación, pero enfocados en el objetivo político de avanzar en su proyecto autoritario, el gobierno decidió imponer un paquete económico que profundiza la emergencia humanitaria, la pobreza y el hambre en nuestro país. En pocos días de su implementación ha logrado agudizar la zozobra e inestabilidad económica, quebrar muchos de  los negocios, de toda la vida, de la gente de los pueblos, generando cierres de pequeñas y medianas empresas e industrias, arruinando lo que queda del aparato productivo para someter a los venezolanos al plan socialista. Un plan inhumano y deshumanizador basado en la imposición y atizando la división de la población entre ricos y pobres, buenos y malos, entre amigos y enemigos, entre fieles patriotas y traidores, haciendo caso omiso al clamor de justicia y equidad que ha hecho el pueblo venezolano durante años.

¿Qué nos toca hacer ante esta nueva ola opresora? En lo personal, primero que todo, protegernos, velar por nuestra familia, por nuestros amigos, por nuestra salud física y emocional, por nuestra estabilidad económica todo lo que se pueda. No abandonar nuestras aspiraciones y sueños de libertad, justicia, democracia y paz, al contrario, compartirlos para que se fortalezcan con los de los otros. En lo colectivo: recuperar y fortalecer el poder ciudadano. ¿Cómo? Innovando, articulando e impulsando nuevas formas de organización y lucha social con mensajes y prácticas que fortalezcan la esperanza, la defensa de los derechos humanos y las libertades amenazadas; que siembren el anhelo de la rebelión ciudadana, no violenta, pero firme y comprometida con los valores democráticos. Esto significa sumarnos a todos los venezolanos que quieren democracia, potenciar la inteligencia colectiva, articular las fuerzas e iniciativas del poder ciudadano para que creen nuevas posibilidades de actuación y superación de esta hora oscura de la historia de Venezuela.

La democracia está viva, no está muerta ni vencida. Hay quienes trabajan arduamente para que los venezolanos creamos que todo está perdido, que estamos embarcados en una situación irreversible. Es lo que se quiere que se sienta y piense para que nos rindamos y nos sometamos a los designios del régimen que abandonó la democracia.

La Constitución Nacional es la bandera de la esperanza y de la libertad. Está malherida, sometida, burlada, sí, lo sabemos y padecemos a diario, pero aún la democracia late en cada ciudadano que se opone a esta degradación de la vida colectiva. Aún sigue viva en cada ciudadano que se organiza, en cada protesta, en cada derecho defendido. En cada voz alzada en contra de la opresión y en contra de los que, siendo testigos de esta tragedia humanitaria, todavía callan, ocultan y/o niegan el profundo padecimiento del pueblo venezolano.

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