El éxodo: huir de Venezuela

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La millonada de personas que huye hoy de Venezuela, más de 7.5 millones, nunca se había visto. Hay venezolanos en todas partes del mundo; también en toda clase de trabajos. A diario se encuentran hombres y mujeres residenciados en otros países, desde académicos, artistas, periodistas, hasta camareras, mesoneros, choferes, porteros, obreros y técnicos, plomeros, electricistas, jardineros y peluqueras, entre muchos otros.

Por: Gloria Cuenca

Desde la Biblia, el éxodo fue siempre un acto heroico y revestido de tristeza: dejar el sitio donde se nació y partir buscando la libertad, un futuro mejor, una tierra prometida.

El significado de éxodo es salida. Se busca un porvenir que supere lo que se tiene, o al menos, que no sea tan terrible como lo que se deja atrás. Después, existe el exilio, se habla al respecto casi siempre en voz baja. Producto, en la mayoría de los casos, del extrañamiento por razones políticas; se obliga a las personas a irse del país de origen.

Finalmente, la migración, de la que ya he escrito. Es la partida de las personas cuando comprueban que no tendrán ninguna posibilidad de estar bien en el país que residen.

Son terribles momentos de angustia, de toma de decisión. Se  responde a ello con certeza: la del que cree está haciendo lo mejor. Tanto para quien, a pesar de todo, anuncia que partirá en busca de una vida más completa y un mínimo bienestar, imprescindible para el humano; como para quien se queda enfrentando la pesadilla.

Nosotros, venezolanos, no conocimos durante todo el siglo XX una situación tan dramática como ésta. Durante la dictadura de Gómez fueron los exilados políticos el grupo más grande. Parece que no pasó de un millar de personas los que se refugiaron fuera por la dictadura. Las razones fueron, básicamente,  oposición al régimen.

Muchos pasaron por terribles cárceles, la Rotunda, prisión tenebrosa, cuyo solo nombre asustaba, según contaron quienes vivieron esa etapa. El tristemente famoso Castillo Libertador, en Puerto Cabello, de temibles historias, narradas por sus sobrevivientes.

Después de 13 años, llegó la dictadura de Pérez Jiménez. Muchos dirigentes de Acción Democrática salieron al exilio. También les tocó a los de Unión Republicana Democrática (URD) y Copei. Otros, independientes, sin filiación política, optaron por el destierro ―así se decía― antes que aceptar la tortura de ir a la cárcel.

Muchos comunistas tuvieron que abandonar el país. Otros de la resistencia fueron a  prisión: la Seguridad Nacional, la Cárcel del Obispo y el Dorado, ―sitio para delincuentes― donde trasladaron a numerosos presos políticos. Una pesadilla.

Hubo quienes vivieron una clandestinidad peligrosa e impresionante: Santos Yorme, Pompeyo Márquez, inolvidable su resistencia. Hubo falta de libertad de expresión, y la conseja repetida: “No se metan en política; el régimen actúa en contra y con represión atroz”. Por lo demás, vivías bien en Venezuela. Había problemas de inseguridad alimentaria en la infancia. Ahora lo sabemos.

La millonada de personas que huye hoy de Venezuela, más de 7.5 millones, nunca se había visto. Hay venezolanos en todas partes del mundo; también en toda clase de trabajos. A diario se encuentran hombres y mujeres residenciados en otros países, desde académicos, artistas, periodistas, hasta camareras, mesoneros, choferes, porteros, obreros y técnicos, plomeros, electricistas, jardineros y peluqueras, entre muchos otros.  

No es fácil hablar de este tema: ¿irse o quedarse? Algunos piensan mal de quienes se fueron; también hay quien tiene resentimiento con los que se quedaron. De todo hay en la viña del señor.

En mi opinión es tan terrible irse como quedarse en el desastre, este régimen de incompetentes, ignorantes y corruptos que se han adueñado del país.

La decisión depende ¿qué siente la persona sobre lo que es más capaz de resistir y superar? Alguien cercano, me señala: “Cada uno es cada uno” o “Cada cabeza es un mundo”. Este siglo XXI, como han sido todos los comienzos de siglo, desde hace tres para los venezolanos, ha sido trágicos.

Quienes se fueron han demostrado una valentía y un coraje que no se conocía, ni se sabía. Los que se quedan, luchan con una intensidad ante los males del país, que no podemos sino admirarlos: son héroes y heroínas desconocidos; fuertes, anónimos. Nunca pensamos que terminaríamos así.

De lo más claro y dramático que he escuchado lo pronunció mi hijo, inmigrante en USA: “La Venezuela que tanto quise, no existe. Tampoco mi ciudad Caracas.” En efecto, es una triste y gran verdad. No importa lo que se haga por mantener las cosas de otra manera.  Por lo que soñamos y luchamos no existe. Es otro país. Deben saberlo.  Tendremos que partir de cero.

No tendrán perdón de Dios quienes destruyeron nuestro país. Ni que se arrepientan. De alguna manera deberán pagar lo que han hecho con su gente, con toda una nación. Dios sabe todo. Su justicia es inapelable, su amor grande, su poder infinito. Allá ellos con su inconsciencia vergonzosa y su afán de dinero mal habido.

GLORIA CUENCA | @editorialgloria

Escritora, periodista y profesora titular jubilada de la Universidad Central de Venezuela

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