China, el próximo dueño del interruptor en América Latina

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Compañías estatales chinas despliegan, desde hace más de un lustro, una potente estrategia de crecimiento en el sector eléctrico de casi todos los países de la región. El Perú se ha convertido en el paradigma de ese esfuerzo. ¿Estamos subestimando lo que significa darle a la potencia asiática el control de la energía?


Por Paolo Benza

De todas las empresas que China compró entera o parcialmente en América Latina entre el 2017 y el 2021 -por US$44.400 millones-, el 71% es del sector eléctrico. La cifra, que habla por sí sola, le pertenece al Centro de Políticas de Desarrollo Global de la Universidad de Boston (BU). Y ojo: la diferencia con el interés que tuvieron las corporaciones del resto de países por el rubro, que fue de solo 7%, es abismal. 

La nueva apuesta de China en este lado del mundo es bastante clara: convertirse en el dueño de la luz. Una parte importante de ese camino ya ha sido pavimentada gracias a desembolsos multimillonarios, pues más que construir plantas o redes desde cero, los chinos prefieren entrar con activos consolidados. Para ello, han aprovechado los espacios que dejaron las empresas europeas -que ahora priorizan otros mercados- y el ocaso de firmas vinculadas al escándalo de corrupción Lava Jato. 

Así, la potencia asiática ha convertido a sus compañías estatales en voraces compradoras. Según la base de datos de BU, China ha entrado al sector eléctrico chileno con diez operaciones de M&A; con otras diez al mexicano; con tres al peruano y con nada menos que 112 al brasileño. Y esto es únicamente en el negocio de generación (la gran mayoría son hidroeléctricas). Otra historia -una más reciente- se está escribiendo en el eslabón final de la cadena: la distribución.

La distribución eléctrica es, en sencillo, el negocio de conectar la luz al usuario final. Está a cargo de empresas que compran energía a las generadoras y luego cobran el recibo de los consumidores. En Chile, una estatal china compró hace tres años las operaciones de Chilquinta Distribución y luego de la Compañía General de Electricidad (CGE), la mayor empresa del sector en su país. Con ello, llegó a controlar más de la mitad del reparto en el mercado sureño. En Brasil, que tiene un potencial eléctrico gigantesco, se calcula que la participación china en transmisión y distribución ha avanzado hasta el 12%. 

Definir a China: ¿es un régimen totalitario?

Pero lo que parece ser una estrategia aplicada como espejo en distintos países del continente llegó en Perú a su momento cumbre en abril. Allí, la estatal China Southern Power Grid anunció la compra de los activos de la italiana Enel Distribución, con lo que el 100% del reparto de electricidad de Lima Metropolitana (10 millones de habitantes) y más de la mitad del territorio del país quedará en manos de firmas que controla el Partido Comunista chino (PCCh). El otro distribuidor de la capital peruana, Luz del Sur, pertenece a la también estatal china Yangtze Power desde 2019. 

¿Qué hay detrás de ese ‘apetito energético’? Primero, una inteligente mirada financiera. En la mayoría de países, el negocio de repartir electricidad a hogares y pequeñas empresas (lo que se conoce como ‘mercado regulado’) es rentable casi por naturaleza. No hay que competir por la venta final, porque las zonas de reparto están separadas, y el precio lo pone el organismo supervisor con la consigna de asegurarle un margen de beneficio a la compañía. Rara vez la gente consume menos electricidad que antes. 

Por eso, hace total sentido que los préstamos de gobierno a gobierno -la estrategia que China venía usando para ampliar su influencia en América Latina- hayan pasado a segundo plano frente a las inversiones directas en empresas eléctricas. Aquellos ofrecen un panorama de retorno más que dudoso. De hecho, muchos países del Sur global están en riesgo de ‘default’ y China es su primer acreedor. En cambio, en agosto del 2022, las acciones de compañías eléctricas en Perú eran una de las pocas alternativas de inversión financiera -4 de 267- que rendían más que la inflación.  

Pero las inversiones en electricidad no son moco de pavo. Para comprar una represa o una distribuidora se necesita mucho dinero, el cual las estatales chinas han acumulado durante años de bonanza económica. El tema es que, tras pagos de diez cifras y en dólares, difícilmente estén dispuestas a solo sentarse a esperar que goteen las ganancias. En Perú, específicamente, asoman riesgos claros en el mediano plazo. ¿Quién podrá decir ‘no’ a una exigencia de la potencia asiática?

En el fondo, el gran riesgo es terminar dándole el control casi total del interruptor de la luz a una potencia global, cuyas empresas estatales hoy operan como buques insignia de su modelo económico y de sus ambiciones geopolíticas. ¿Qué capacidad de negociación tendrán en un escenario como ese -que no parece tan lejano si vemos al Perú como paradigma de la región- las instituciones de los países latinos para defender sus intereses nacionales o para plantarle cara a China? 


Paolo Benza es periodista especializado en inversiones chinas en Perú y colaborador de Análisis Sínico en www.cadal.org 

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