Por Daniela Chacón (*)
Millicent Vicente ha hecho demasiados sacrificios por su familia. La joven madre soltera, responsable del hogar, abandonó sus estudios de Geografía e Historia en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) de Rubio, en Táchira, y dejó a su hijo de cinco años al cuidado de un familiar.
Con un padre enfermo, la tachirense de 32 años buscaba una mejor calidad de vida para ella y su familia. Así que en 2015 decidió emigrar a Colombia. Pidió dinero prestado y, de forma precipitada, se fue a Bogotá.
Para llegar al vecino país tuvo que cruzar por una trocha. Era la única opción entonces para quienes decidieron salir del país por tierra a través del estado Táchira, ya que el Gobierno de Nicolás Maduro había cerrado la frontera con Colombia.
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Oriunda de Capacho, en Colombia creyó que sus sueños podrían materializarse. No fue así, a pesar de que consiguió trabajo gracias a la recomendación de un familiar, que tenía algunos meses en Bogotá, ya que por sus propios medios fue muy difícil, más aún siendo extranjera y sin papeles.
“Ahí me pagaban poquito; entonces decidí buscar otro trabajo al mismo tiempo. Fue en una pizzería”, contó Vicente a El Pitazo sobre su trabajo como mesonera. Indicó que le pagaban 17.000 pesos, dinero que no era suficiente para enviarle a su familia, cubrir sus gastos y los servicios del lugar donde residía.
En la pizzería trabajaba tres veces por semana, el pago era de 25.000 pesos y la jornada aún más extenuante, por lo que el cansancio mental y físico se apoderó de ella. La venezolana sentía que los planes de ayudar a su familia, ahorrar lo suficiente para invertir en un negocio y construir un lugar donde vivir con su hijo se alejaban con los días.
Sin ver el resultado de tanto trabajo
Durante más de cuatro años decidió también trabajar como empleada doméstica, pero no veía el resultado de tanto trabajo. Estar lejos de su hijo, el alza de los precios en Colombia y el cambio económico que atravesaba Venezuela, según escuchaba, fueron razones de peso para tomar la decisión de regresar.
“Vivir del día a día no era una opción y menos estando fuera de casa. Mi hijo y mi familia son lo más importante y ya no podía estar más tiempo lejos de ellos”, aseveró Vicente.
Su única compañía durante sus años en Colombia fue Gema, una perrita de color negro que la esperaba contenta en la puerta de su habitación. Se convirtió en el único consuelo que tenía; incluso se la trajo consigo a Venezuela.
De regreso a su país natal en 2022, la mujer retomó sus estudios en la UPEL. Fue una de las primeras cosas que hizo. De hecho, está a la espera del título y ejerce como profesora en una institución educativa de Capacho, muy cerca de donde vive. Sin embargo, señala que el salario que devenga no es suficiente para cubrir todas las necesidades de su hogar.
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Con todo, Millicent Vicente agradece que cuenta con el apoyo de sus hermanos, quienes viven en la misma casa y realizan diversos oficios para conseguir dinero y ayudarse entre todos.
Entre sus planes no descarta volver a emigrar, esta vez a tierras europeas, pues tiene ascendencia española, lo que considera una ventaja que piensa aprovechar en un futuro, pero con toda su familia.
La tachirense considera que sacrificar una cosa por otra es una decisión difícil a la que se enfrentan la mayoría de venezolanos diariamente. Pero para Vicente la familia es lo más importante. “El amor y apoyo que tengo de ellos no se compara con los centavitos que percibía en Colombia”, sostuvo.
(*) Programa de Formación de Nuevos Periodistas
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