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viernes, 17 mayo, 2024

Capacho Viejo | Artesanos de Lomas Bajas forzados a emigrar o seguir en el olvido

Considerado el tesoro artesanal del Táchira, Lomas Bajas, en Capacho Viejo, soporta uno de sus peores momentos. De 30 fábricas donde se elaboraban piezas de barro, quedan menos de 10. Los artesanos que aún trabajan lanzan un grito de auxilio al Gobierno para evitar el fin de una tradición

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Por Daniela Chacón (*)

Capacho Viejo. En Capacho Viejo se encuentra el tesoro artesanal del Táchira, Lomas Bajas, una población dedicada a la confección de piezas de barro. Muchos de los que residen allí se han visto obligados a irse a Colombia para obtener mejores ingresos con este oficio.

Quienes se quedan aseguran que su arte no ha sido reconocido ni se ha potenciado como debería.

En Lomas Bajas, aldea Cipriano Castro, es una tradición hacer figuras de barro y la forma de vida de quienes habitan allí. Un arte que ha pasado de generación en generación, pero que ha decaído a través del tiempo.

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Ronald Nieto tiene 42 años. Es artesano. Su hermana tiene una fábrica donde elaboran 600 piezas cada 15 días. Él es dueño de un pequeño taller y la ayuda a curar las esculturas que salen con algún detalle del horno; esas se venden más económicas.

Ve con preocupación la migración de artesanos a otras tierras. “Los que nunca salían se fueron a otro país. Por ahí les mandan dinero a los viejos. Los que estamos aquí somos de 40 años hacia arriba. A los jóvenes se les dice que trabajen, ellos saben la técnica, pero alegan que no lo van a hacer por poquito sueldo y se van. Esto nunca se había visto”, explica Nieto.

Artesanos capachenses se llevan la técnica a Colombia

Otoniel Ruiz tiene 54 años. Vive cerca de la fábrica más grande de Lomas Bajas. Toda su familia es artesana. Cuando tenía 10 años se inició en la confección de piezas de barro. Recuerda que sus padres le enseñaron las tres técnicas: a torno, a mano y en molde.

Él se dedica a elaborar piezas originales que no se ven en la zona, como una forma de sobresalir entre la competencia.

“Hago buses, casas, recuerdos para 15 años, matrimonios. Utilizo la técnica de avejentado para pintar las piezas y hago réplicas de lo que la gente quiera. Llevan más trabajo, pero son únicas y me gusta hacerlo”, aseveró.

Cuenta que muchos de los artesanos de la zona se han ido a El Zulia, un municipio del departamento Norte de Santander, en Colombia, donde hay fábricas que confeccionan piezas echas de barro.

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“De aquí se han ido muchos fabricantes para El Zulia, en Colombia, a trabajar. La técnica de nosotros se la llevaron para allá. A los que se fueron los engañaron. Al principio les pagaban bien, pero luego agarraron la técnica de nosotros y empezaron a pagarles menos”, aseguró Ruiz.

Indicó además que, ahora, los molderos trabajan por rendimiento, es decir, el dinero que obtienen depende de las piezas que elaboren al día; si no hacen una cantidad estimada, ni los gastos de alquiler pueden pagar en esa entidad colombiana.

“Van y dicen que no les alcanza. Tienen que rendirle mucho para que puedan ver el dinero. Depende de cómo sea su productividad. Unos van, otros se vienen, así estamos. En la fábrica de mi hermana había 13 trabajadores, ya solo quedan 4, los demás se fueron para El Zulia, en Colombia», sostuvo Nieto.

En la fábrica más grande de Lomas Bajas, el quemado de las piezas de barro se hace con carbón / Foto: Daniela Chacón

Un arte en declive

De 30 fábricas donde se elaboraban piezas de barro, en Lomas Bajas se mantienen en la actualidad menos de 10. Habitantes señalaron que se han paralizado debido a la falta de gasoil y gas doméstico para el quemado de las piezas.

“Todo es por temporadas. Ya estamos acostumbrados a las ventas bajas. Esto se está perdiendo, pero nosotros no queremos. Este es el trabajo que tenemos, es un arte”, señala Otoniel Ruiz.

En la fábrica más grande de Lomas Bajas trabajan 15 personas. La mayoría vive cerca de la zona. El quemado de las piezas lo hacen con carbón. Los hornos de gran escala tienen una capacidad para 1.500 piezas de barro de todos los tamaños y el tiempo de cocción es de dos días.

Nosotros vivimos de esto. Aprendimos de los viejos. Los hijos de mi hermana son profesores, trabajan en San Cristóbal y la ayudan a vender. Ellos no lo fabrican, no ven esto como nosotros”, aseguró Ronald Nieto.

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Los artesanos que fabrican pocillos, tazas, candelabros, platos y otros objetos de barro en la zona sueñan con tener un local dentro de su casa para mostrar sus piezas y trabajar al mismo tiempo en ellas.

No obstante, el dinero que obtienen por estas piezas les alcanza solo para cubrir ciertas necesidades básicas y no para materializar ese sueño.

“No tenemos exhibición. Por eso es que muchos vienen y dicen: fuimos a Las Lomas y no vimos nada. Porque quienes llegan aquí tienen que tocar en las casas para ver lo que se hace”, expresó Ruiz.

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Espera también que el Gobierno pueda potenciar Lomas Bajas como lo ha hecho en Peribeca, otro pueblo turístico del estado Táchira.

“Yo sí quisiera que el gobierno viera lo que hacemos y que esto no se perdiera. Que esto fuera como Peribeca, que hay de todo. Que hubiese una posada, vendiéramos bebidas y comidas típicas. Que se hiciera un monumento y se potenciara la artesanía. Nosotros somos el tesoro artesanal del Táchira, pero olvidados”, dijo el artesano de 54 años.

Por su parte, Nieto espera por financiamiento. “Yo espero que el gobierno nos ayude con un crédito. Tampoco es que le regalen a uno la plata, pero sí me gustaría que nos dieran una ayuda para potenciar esto”, aseguró.

Reventa de cerámica para el sustento del hogar

Marcos Depablos es docente. Tiene 37 años y desde que nació vive en Lomas Bajas. Aunque ejerce su profesión en un liceo cerca de donde reside, comentó a El Pitazo que la venta de artesanía es su actividad principal para sustentar a su familia.

En plena vía tiene un negocio donde vende piezas de barro. Allí, en compañía de su esposa e hija, pintan estas piezas, pues, a su juicio, de esta manera se comercializan más rápido.

“Las fabrican mi mamá, mi papá, mi suegra, que tiene 72 años, y mi cuñada. Nosotros les compramos el biscocho a ellos, lo pintamos y terminamos las piezas. Nos da para comprar lo necesario y eso es lo que en realidad nos importa, no debería ser, pero bueno, es lo que hay”, indicó Depablos.

Con la reapertura de la frontera con Colombia, revendedores y fabricantes comentaron a El Pitazo que esperaban un aumento en las ventas, pero no ha sido así.

“Desde noviembre de 2022 las ventas han sido muy complicadas. Los turistas que vienen son de otras partes del Táchira”, aseveró el docente.

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Los productos de cocina son los más vendidos, refieren los artesanos y revendedores. Señalaron que eso se debe a la utilidad que aportan.

Por ejemplo, una docena de tazas mondongueras cuesta 15.000 pesos colombianos, lo que equivale a 150 bolívares, según el cambio que manejan en este lugar.

Asimismo, manifestaron que, en años anteriores, era común comprarles cerámica a los artesanos de Barquisimeto, en Lara, ya que ellos confeccionaban hongos y animales de barro que no se hacían en esta zona.

Sin embargo, la devaluación del bolívar y la caída de las ventas los obligaron a dejar de hacerlo.

“Comprábamos artesanía propia de allá y uno la vendía. A nosotros también nos compraban, pero esto decayó y ahora piden dólares para traer las piezas, y así no podemos”, apuntó el artesano de 42 años.

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