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sábado, 18 mayo, 2024

Táchira | El llanto de los que se quedan retumba en Capacho Viejo

En Capacho Viejo se sienten las consecuencias de la migración venezolana. Los esposos La Cruz Anteliz son adultos mayores y ahora responsables del hogar. Aún trabajan para sostenerse. Viven con un nieto menor de edad y otro familiar con discapacidad intelectual. Tres de sus hijos, que se fueron a Colombia, Perú y Estados Unidos, aseguran que no pueden enviarles dinero como quisieran

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Por Daniela Chacón (*)

Capacho Viejo. En Capacho Viejo, fronterizo con Colombia, un buen número de familias se ha visto obligada a separarse para ir a otras tierras en busca de calidad de vida.

Durante el mes de julio, en la localidad fue recurrente escuchar que grupos de entre 10 y 15 jóvenes se marcharon a Estados Unidos. Aunque no todos los que se fueron eran familiares, sino conocidos de la zona, decidieron irse en conjunto para brindarse apoyo en el camino. Para algunos, incluso, ya era la tercera migración.

“Nadie quería decir nada. Vimos las maletas afuera y escuchamos el llanto de sus familiares. Como no les resultó factible estar en otros países latinoamericanos, como Chile, Colombia y Perú, regresaron y se fueron en busca del sueño americano. Allá dicen que se gana más”, afirmó Bárbara Medina, quien vio marchar a una de sus vecinas en Capacho Viejo.

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El hijo de crianza de José La Cruz también se fue en julio a Estados Unidos. Su esposa e hijos lo acompañaron. Vivían en Capacho Independencia y con otro grupo de jóvenes emprendieron el viaje.

“Se fueron por la selva del Darién en lancha. Llegaron a Panamá, luego a México y de último a Estados Unidos, específicamente a Miami. La ventaja es que allá tiene parte de su familia de sangre y ya lo estaban esperando. Según me dijo, ya tiene trabajo”, comentó La Cruz, docente de 68 años.

Luchar para subsistir

La Cruz es oriundo de Caracas, pero vive en Capacho desde los 12 años. Primero en Independencia y actualmente en Libertad. En este pueblo hizo toda su vida. Trabajó, se casó y tuvo tres hijos de sangre y uno de crianza.

Dos de los tres primeros se fueron también del país: están en Colombia y Perú. Solo una hija permanece en Venezuela. También es educadora. Es casada y da clases en una escuela de Capacho Independencia. No ha pensado en irse del país.

En casa de La Cruz viven tres personas: Berta Anteliz, quien es su esposa; uno de sus nietos, que es menor de edad, y su cuñado de 50 años, que tiene discapacidad intelectual. Sus hijos, que están fuera de Venezuela, aseguran que no pueden enviarles dinero constantemente. Por tanto, solo él y su esposa llevan la carga familiar.

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“Ellos llevaban sueños de que iban a enviar plata para acá, para que nosotros viviéramos tranquilos, pero una cosa es lo que se dice y otra es la realidad. Lo que ganan es suficiente para ellos y el alquiler, no les alcanza para ayudarnos a nosotros; envían muy poco y no todo el tiempo”, expresó La Cruz.

Aunque es jubilado del Ministerio de Educación, su situación económica y de salud lo llevaron a buscar otro empleo. Desde hace dos años trabaja en la Alcaldía de Capacho Viejo. En la actualidad, se desempeña como personal de apoyo en el área de desarrollo social.

Él y su esposa son adultos mayores y ahora responsables del hogar; ambos luchan para sostenerse. “Voy para 70 años de edad y todavía estoy trabajando. No gano mucho, sueldo mínimo, pero con eso me defiendo. Mi esposa también trabaja, ella cuida a los bisnietos y le pagan por eso. Entre los dos nos ayudamos”, manifestó.

Tratamiento médico es de los gastos más altos

“A mí lo que me mata son los medicamentos, pues debo seguir un tratamiento estricto por ser diabético y por mi edad avanzada. Sin contar las consultas, que están muy caras. Gracias a Dios, mi esposa está muy bien de salud”, sostuvo La Cruz.

Comentó que en la parte posterior de su casa tiene un pequeño local que alquiló. Con el dinero que recibe solventa algunos gastos de su tratamiento. “Resuelvo parte de mis pastillas. Quienes están en el local venden productos colombianos y como bajan constantemente a buscar mercancía en Cúcuta, yo les encargo algunas medicinas que salen más económicas allá”, dijo el docente.

La pastilla más costosa que debe tomar no se consigue en Colombia. En Venezuela cuesta 600 bolívares y trae solo 12 comprimidos. Aunque le alcanza para dos meses, le preocupa que siempre debe elegir entre comprar su tratamiento o no adquirir algunos productos de primera necesidad.

La esperanza de un futuro distinto

Para La Cruz fue duro ver partir a sus hijos, pero entendía que era por su bienestar. Primero se fue su hija mayor a Perú y, dos años después, su hijo a Colombia. Indicó que de su hija ha recibido más aportes y eso se debe, en gran parte, por el cambio de la moneda cuando realiza las transacciones.

“Mi hija mayor es docente. Se fue hace siete años a Perú. Quería buscar un mejor futuro para sus hijos y nosotros. Una amiga la convenció, le aseguró trabajo, pero cuando llegó no fue así”, dijo.

Por sus propios medios empezó a buscar empleo y consiguió en colegios y escuelas, pero no le funcionó, ya que no eran constantes con los pagos. Ahora, trabaja medio tiempo en una compañía y aprovecha el otro turno para dictar tareas dirigidas.

En San Cristóbal, trabajaba como profesora en tres colegios privados, y ni siquiera así lograba cubrir gastos del hogar. “Durante el tiempo que ha estado fuera, vino solo una vez. Buscó a sus dos hijos y se marchó, pero meses después, el varón no quiso estar más allá. Se regresó y ahora vive con nosotros, es menor de edad y aún no puede trabajar”, contó La Cruz.

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Desde hace cinco años su otro hijo está en Pereira, una región de Colombia. Allá trabaja en la construcción de obras. Tampoco le alcanza el dinero para enviarles cada mes a sus padres, y menos ahora, cuando está a punto de ser abuelo.

“Vive con su esposa y dos hijos. Todos trabajan, menos el hijo que está estudiando y es menor de edad. Y bueno, la hija ya no podrá hacerlo, porque va a tener pronto un bebé. Durante ese tiempo solo ha podido venir una vez, pues en su trabajo no le permiten faltar. A veces nos envía dinero, pero en Colombia también es dura la situación”, añadió.

Los esposos La Cruz Anteliz. ven con preocupación que en ambos Capacho (Nuevo y Viejo) solo están quedando personas mayores y muchas de ellas responsables del cuidado de niños. Aún esperan que el país progrese y quienes se han ido puedan regresar para construir un escenario distinto al de los últimos años.

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