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viernes, 17 mayo, 2024

Caracas | Padres de niña arrollada por una patrulla del Cicpc en Propatria exigen justicia

Sus padres claman por justicia. Aseguran que en la Defensoría del Pueblo les dijeron que no podían atender el caso y el Ministerio Público alegó que no hay suficientes pruebas para arrestar a los funcionarios. Ashley Urdaneta tenía cuatro años

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Caracas.- Los padres de la niña Ashley Laile Urdaneta Soto, de cuatro años, claman para que se haga justicia por su muerte, luego de que fue arrollada, frente a una estación de servicio en Propatria, por una patrulla del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), en la que iban cuatro funcionarios. El suceso ocurrió el viernes 26 de abril.

Su madre, Mayerling Soto, denunció a través de El Pitazo que todos los procesos para detener a los responsables fueron viciados y que una semana después de la muerte, ninguna autoridad ha señalado a los responsables del hecho.

En la Defensoría del Pueblo les dijeron que no podían hacer nada por ellos y la funcionaria que la atendió en el Ministerio Público indicó que, aunque poseen un video del momento en el que sucedió el hecho, no es una prueba suficiente para detener al conductor y a los policías que iban en la patrulla, que intentaron darse a la fuga, pero testigos lo impidieron.

Mayerling junto a su esposo y padre de la niña, Joel Urdaneta, aseguraron que los invade la impotencia, ya que varios funcionarios del Cicpc y de Tránsito Terrestre se acercaron a ellos esta semana, para responsabilizarlos y culparlos por la muerte de su hija y advertirles que pueden ser detenidos si insisten en denunciar. «Piensan que me voy a quedar callada, pero no conocen el dolor de una madre, que perdió a su hija, uno le pierde el miedo a todo», indicó.

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Lugar de trabajo

Mayerling labora en la zona desde hace casi cuatro años. Llegó al Centro Comercial Propatria cuando Ashley tenía seis meses de nacida, para laborar como parquera de motos. Un trabajo informal, pero que fue permitido por comerciantes. Alega que nunca pensó en llevar a la niña a un lugar de cuidado diario porque sufría de alergias y tenía miedo de que le dieran algún alimento que la mandara al hospital.

La mujer también tiene un hijo de 13 años y la ganancia diaria era para comprar comida, ya que su objetivo era que sus hijos no se fueran a la cama sin comer.

Ashley Urdaneta tenía cuatro años | Foto: cortesía

Estuvo en el lugar hasta que su hija cumplió dos años. En ese entonces vivían en un rancho en la avenida Morán, que se desplomó por las lluvias, pero integrantes del consejo comunal los ayudaron a mudarse a una pieza en la misma zona.

Mayerling y Joel detallaron que vivían dignamente junto a los niños y que no eran indigentes, como la policía les notificó a sus superiores.

«La gente del centro comercial vio crecer a Ashley, le decían la catira por su cabellera rubia. Le tenían mucho cariño, siempre le llevaban algo y yo pendiente de todo por el tema de la alergia», contó la madre. Cuando la niña cumplió dos años, la administración del centro comercial le pidió a Mayerling que se retirara del lugar, lo hizo sin reclamos.

Comenzó la misma labor de parquera informal frente a la estación de servicio, que está adyacente al centro comercial. «Aquí mismo está la delegación Oeste del Cicpc, la mayoría de los funcionarios vio crecer a mi hija, siempre pasaban por aquí, los conocíamos casi a todos», explicó.

Joel consiguió un trabajo más estable que los anteriores y desde hace cuatro meses laboraba en un autolavado ubicado en la misma cuadra.

Este año Ashley comenzaría el preescolar, pero mientras Mayerling se comprometió a tenerla lo más cerca posible. «Una vez se la di a un familiar para que la cuidara y me llamó desde el hospital porque le compró una chicha y se intoxicó. Había que cuidarla mucho», recordó.

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Los hechos

El viernes 26 de abril, Ashley se levantó con ganas de comerse un chocolate y le pidió a su mamá que se lo comprara, esto no era común por las alergias de la niña y su madre trataba de evitarlos. Pero ese día, Mayerling le dijo que sí se lo compraría, por lo que le dio 2 CC de antialérgico, tal y como se lo recetó el pediatra.

Llegaron al sitio y la madre retoma la rutina de colocar conos y estirar cartones que luego usaba para tapar los asientos de las motos que cuidaba para evitar que se calentaran. La mujer aseguró que donde se paraba con la niña era una entrada deshabilitada de la estación de servicio, por lo que no había mayores peligros.

Ashley jugaba mientras su madre trabajaba, también solía quitarse los zapatos. En medio de la charla entre madre e hija sobre el chocolate, Mayerling le pide que se ponga los zapatos para ir a comprarlo.

La mujer relata que se percató cuando llegó la patrulla y se estacionó en la zona de retroceso. Observó todos los movimientos, pero desconoce si quedaron funcionarios adentro, ella supuso que alguien se bajó para apartar un cupo en el autolavado, como siempre hacían.

Conocidos organizaron el sepelio | Foto: cortesía

La niña y ella se encontraban a una distancia aproximada de siete metros frente a la unidad. Se sienta en la acera para ponerse un zapato, pero se lo puso al revés. Su madre tiene el otro en la mano y le indica que debía ponerse el zapato en el pie correcto.

En tan solo segundos, la patrulla arranca de frente con fuerza y aplastó a la niña mientras se colocaba el zapato. «Yo no entendí qué pasó, solo escuché un largo grito y me vi bañada en sangre, era la sangre de mi hija, que quedó debajo de la camioneta», precisó.

En medio del llanto y la consternación que sufrió Mayerling al recordar el evento, quiso ser muy precisa en cómo se desarrollaron los hechos: el funcionario que estaba de copiloto le dijo al conductor que se cambiara de puesto para él manejar. Así lo hicieron.

«Prendieron la patrulla y arrancaron mientras yo veía el estado en el que quedó la niña, aún tenía el zapato en la mano. La cargué y enseguida supe que estaba muerta«.

Los testigos les gritaron a los funcionarios, se pararon frente a la patrulla para evitar que se fueran, pero ellos llegaron hasta la entrada de la sede de la delegación Oeste y permitieron a los dos funcionarios que iban detrás, entre ellos una mujer, que se bajaran. Ambos lo hicieron tapándose las caras.

Luego regresaron al lugar. Subieron a la mujer y a la niña a la patrulla. «El funcionario que iba de copiloto, que antes iba manejando y fue quien arrolló a la niña, voltea a vernos, se pone las manos en la cabeza y me dice que él pensó que era un perro al que había arrollado, le dije que no, que fue a mi bebé», contó la progenitora.

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Impunidad

En el camino hacia el hospital Los Magallanes de Catia, Mayerling sintió el cuerpecito frío de Ashley, alegó que su pecho estaba hundido y sus piernas destrozadas.

La trasladaron al área de traumashock. «Yo sabía que estaba muerta, pero mi instinto de madre me hacía pensar que podían hacer algo, luego sale una doctora con una bata que decía pediatra y me dijo que no había nada que hacer, estaba muerta«.

A Mayerling le permitieron ver el cadáver antes de llevarlo a la morgue. Recuerda que tenía un tubo en la boca. En ese momento comprendió que realmente murió y se desplomó, por lo que fue trasladada a otra área para administrarle calmantes.

Funcionarios pidieron al padre de la niña que los acompañara, pero este se negó ya que quería mantenerse consolando a su esposa. Los policías lo obligaron.

Al mismo tiempo, otros funcionarios se reunieron con la doctora que pidió explicaciones de lo sucedido. «En medio de mi estado me sorprendo mucho al escuchar al mismo policía que la arrolló diciendo que la niña se atravesó, yo le dije que ella estaba sentadita en la acera poniéndose el zapato», recordó.

Mientras que al padre le advirtieron que «no hundiera» a los funcionarios, que ya el responsable «estaba hundido», que evitara dar detalles de la muerte.

Un vendedor informal de la zona relató a El Pitazo que mientras los padres estaban en el hospital, llegó otra comisión al lugar para limpiar el charco de sangre.

Del centro de salud, los padres fueron trasladados a la sede del Cicpc en El Llanito. A la madre la sometieron a un interrogatorio de cinco horas, a pesar de que estaba bajo los efectos de calmantes. «Me quisieron hacer sentir culpable, me dijeron que quién me mandaba a trabajar ahí, que la niña estaba durmiendo debajo de cartones, que era mi culpa, yo no tenía fuerzas para hablar, las saqué de donde no sé, les dije que nada de lo que decían era cierto. Que mi hija se estaba poniendo los zapatos para ir por el chocolate, me hicieron firmar cinco páginas de mi declaración, pero no me permitieron leerla», indicó.

En el hospital se negaron a entregarle un informe de su muerte y en la autopsia quedó asentado que la muerte fue por fractura de cráneo. «La cabeza de mi hija estaba intacta».

Comerciantes, vendedores informales, vecinos, organizaron el sepelio. Adornaron la funeraria con flores y globos, un amigo les prestó una parcela en el Cementerio General del Sur, mientras las muestras de solidaridad no dejaron de llegar. Una semana después de la tragedia que enlutó a esta familia, claman por justicia.

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