Maturín.- El quirófano del Servicio Autónomo de Traumatología de Monagas (Satramo) tiene tres meses paralizado porque está contaminado. El jefe de la unidad, Víctor Dávila, reiteró que los familiares de los pacientes del Hospital Manuel Núñez Tovar, donde queda la sede de Satramo, siguen usando la parte trasera del servicio como un urinario.
La suspensión de las cirugías electivas ha traído una deuda quirúrgica de casi 100 pacientes, 46 recluidos en la emergencia y 46 en el cuarto piso del hospital de Maturín y casi el doble en sus residencias, porque en el centro asistencial no hay tanto espacio para tenerlos a todos.
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Los olores a orina y heces fecales son tan fuertes que penetran hacia las salas quirúrgicas y por ello es imposible operar; además, los aires acondicionados no están operativos porque se robaron los compresores.
Ante esto, Dávila indicó que solo están atendiendo las estrictas emergencias, como aquellas personas que sufren un accidente de tránsito y necesitan una cirugía. «Solo tenemos dos turnos quirúrgicos en el quirúrgico de la emergencia a la semana, algo que es insuficiente para atender a los pacientes en cola», dijo.
Espera millonaria
Los pacientes que están recluidos en el cuarto piso del hospital de Maturín tienen sobre sus hombros la responsabilidad de cubrir todos los gastos que surgen mientras esperan por una operación. Andrés Lagreca es uno de ellos; se fracturó el fémur en un accidente de tránsito y en 20 días ha gastado Bs. 80.000.000 en medicinas.
«La atención de los médicos es buena, pero aquí uno tiene que comprar de todo porque no hay tratamiento. Esta es una situación indignante, porque hasta la comida tenemos que comprar porque la que sirven aquí no es suficiente», contó.
Ruber Ortega tiene un mes acompañando a su hijo en el Núñez Tovar. En este tiempo ha gastado Bs. 90.000.000 en insumos y medicamentos. Para llegar al centro de salud, Ortega paga al día entre 60.000 y 120.000 bolívares en pasaje, pues vive en Caicara de Maturín, municipio Cedeño, al oeste de Monagas.
Los familiares de los hospitalizados agregaron algo más: el tratamiento se administra hasta las 7:00 de la noche. «Las enfermeras se van a dormir y si vas a tocarles la puerta para que te pongan una inyección se molestan», denunció Ezequiel Cova, uno de los afectados.