Acarigua.- María del Cielo Álvarez Crespo suma 6 años asistida por un riñón artificial. Comenzó la terapia de hemodiálisis a los 16 años de edad y recién cumplió 22. 

Con serenidad, se identifica como una de las 83 pacientes de la Unidad de Diálisis Acarigua contagiada con el virus Hepatitis B (HBV, por sus siglas en inglés), desde el 17 de marzo pasado. «Ahora soy doble paciente en riesgo; aparte de la insuficiencia renal crónica, tengo hepatitis y nadie responde por mi vida», dijo a El Pitazo en entrevista telefónica, este 26 de abril.

En la unidad de diálisis Acarigua, llamada Séneca antes de que la interviniera el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (Ivss), en febrero de 2021, se registra un brote de Hepatitis B y C, con diagnóstico confirmado de 85 pacientes.

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Las causas que generaron la enfermedad vírica no se han dado a conocer oficialmente, pero los afectados aseguran que es por la contaminación de las máquinas que fungen de riñones artificiales sustitutivos. «Estas se lavan con agua y con vinagre cuando nosotros lo compramos con recursos de nuestro propio peculio», acusó Marialber Martínez, otra de las promotoras de esta lucha por el reconocimiento a la salud.

Lavar un riñón artificial con vinagre no es lo que estipula el protocolo sanitario para las unidades de diálisis. La médica especialista Flor López, del Centro Nefrológico Cojedes, informa que lo correcto es usar Puristeril, una marca registrada de ácido peracético que combina ácido acético con peróxido de hidrógeno.

Su uso diario, tres veces por día, cada vez que termina un turno de diálisis, garantiza seguridad al paciente y salud, así como extiende la vida útil de la máquina. Cada aparato debe tener, para su limpieza automática, un reservorio con Puristeril que suele contar con un mes de duración.

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El uso de vinagre como líquido sustituto de Puristeril se ha extendido como una práctica inadecuada en al menos 20 unidades de diálisis extra hospitalarias de Venezuela indagadas por El Pitazo. Esta situación irregular es producto de la precariedad con que operan estas prestadoras de servicio al paciente renal, según se deriva del mismo sondeo periodístico.

Estas unidades de diálisis extra hospitalarias tienen carácter privado, pero operan con un contrato de servicio suscrito con el Ivss. Además, su funcionamiento está regido por una providencia administrativa publicada el 7 de julio de 2004, en la Gaceta Oficial N 37.976.

Marialber Martínez no justifica lo que pasa con la desinfección de las máquinas, porque es el propio Ivss el que está a cargo de la unidad de diálisis Acarigua. Se pregunta, ¿cómo es que éste no cumple con lo que él mismo dictó como norma de funcionamiento? 

Respecto de la terapia para pacientes hemodializados con diagnósticos de infección por virus de hepatitis e inmunodeficiencia adquirida dichas normas establecen, en su Artículo 6, Numeral 3, que “debe existir un área separada física o funcionalmente para el tratamiento de aquellos pacientes que presentan enfermedades infecciosas adquiridas por vía sanguínea (VIH, hepatitis B con antígeno de superficie positivo, hepatitis C y otras). Esta área debe contar con lavamanos interno accionado por pedal u otra forma de dispositivo que permita abrir y cerrar el suministro de agua sin necesidad de tocar los grifos”.

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Pese a la previsión de ley, Marialber Martínez denuncia que allí no hay agua por tubería y que para los tratamientos se surten por cisterna. Asegura que, luego del brote de hepatitis, todos los sospechosos se dializan en una sola sala, pero “el problema radica en que aún no se terminan las tomas de muestras para las cargas virales: solo hay 45 pacientes con diagnóstico confirmado”.  

Tareas para evitar riesgos

Pero: ¿Cuál es el riesgo de que un paciente renal se contagie con el virus de la hepatitis en una unidad de diálisis ¿Qué puede hacerse para evitar esta contingencia? 

Los pacientes con enfermedad renal crónica en tratamiento con hemodiálisis constituyen un grupo de alto riesgo para la infección por virus de Hepatitis B y el virus de la Hepatitis C (HCV, por sus siglas en inglés), indican especialistas en inmunología clínica.

“No obstante, esta incidencia disminuye (su frecuencia es de 5 a 10 veces superior a la población general) si se aplica a los pacientes Eritropoyetina humana recombinante, un medicamento inyectable para el tratamiento de la anemia y el incremento en la seguridad de hemoderivados y transfusiones”, advirtió en 2016 una investigación sobre Infección por virus de Hepatitis B y C en pacientes hemodializados, liderada por Deyanira La Rosa Hernández, inmunóloga del Instituto de Gastroenterología de La Habana, Cuba.

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También habrá menos casos si se aplica la vacuna contra el virus de la Hepatitis B, aunque la respuesta entre los hemodializados crónicos es inferior en la población general, con tendencia a la disminución rápida de los niveles de anticuerpos, destaca el reporte.

Sin vacunas

Sobre este aspecto, María del Cielo ni Marialber recuerdan haber sido beneficiadas con un programa de vacunación contra la Hepatitis B en su unidad de diálisis. Tampoco tienen registro de un brote vírico tan significativo. “Sencillamente, no se cumple la vacuna y nunca había sido tan crítica la desinfección de los dializadores”, declaran.

Además de la administración de la Eritropoyetina y de la vacuna, el estudio sobre la infección por hepatitis en pacientes dializados hace énfasis en “el diagnóstico precoz, la eliminación del reuso de dializadores, el aislamiento de los pacientes en un riñón artificial específico y el estricto cumplimiento de las medidas de precaución universal, como factores que contribuyen a la reducción de la frecuencia de infección por HBV en las unidades de diálisis”.

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Los pacientes de la Unidad de Diálisis Acarigua se lamentan de la situación que padecen y la califican de terrible.

«Qué más nos puede pasar cuando no tenemos ni médico. La especialista Magdalena Galindez renunció hace dos meses. Tampoco los suplementos de hierro y calcio. Durante 2022 el despacho no ha sido regular. No llegan desde marzo”, sentencia Marialber Martinez.