“Se habla mucho de que la migración ayudó a la expansión del Tren de Aragua, pero no fue así. Fueron estratégicos al identificar que sus principales víctimas serían los migrantes venezolanos”. La cita es de Ronna Rísquez, periodista de investigación y autora del libro “Tren de Aragua”, quien explicó a BBC cómo fue posible que esta empresa criminal, operada por cabecillas residentes en el Centro Penitenciario de Aragua (o cárcel de Tocorón, como se conoce coloquialmente), haya podido expandirse por Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia, Chile y, posiblemente, Estados Unidos.
El “portafolio” delictivo del Tren de Aragua comprende unas 20 actividades ilícitas: extorsión, robo, secuestro, estafa, minería ilegal, contrabando de chatarra, sicariato, narcotráfico, lavado de dinero, trata de personas, tráfico de migrantes y venta de armas son algunas de las más lucrativas para esta organización criminal.
Detenidos siete integrantes del Tren de Aragua en un operativo en Chile
Rísquez señala como primeras víctimas del Tren de Aragua a los residentes de las áreas bajo su dominio y que deben someterse a sus normas para evitar castigos o la muerte. La autora destaca las localidades de Tocorón, San Vicente, la zona minera de Las Claritas y algunos poblados cercanos a la frontera con Colombia.
Las mujeres, niñas y adolescentes también son potenciales víctimas, ya que son reclutadas en redes de trata de personas. “La captación es constante y por distintas vías: concursos de belleza, agencias de modelaje, compañeros o familiares que las convencen de viajar y terminan explotadas sexualmente en el extranjero”, explica Rísquez.
La investigadora también señala que otro grupo importante de víctimas es el de comerciantes y empresarios, en su mayoría venezolanos, que son extorsionados en Perú, Colombia y Ecuador. En Chile, quien decida no cumplir con los mandatos del Tren de Aragua, es torturado y grabado para “enviar un mensaje de advertencia” a quien intente rebelarse contra los delincuentes.
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