Cúcuta.- Otros eran los efectivos militares que se esperaban en la frontera con Colombia el lunes 25 de febrero. De acuerdo con un funcionario de Migración Colombia, en el puente Simón Bolívar esperaban el arribo de cinco altos oficiales, que se sumarían a los 147 efectivos que cruzaron la frontera para ponerse a la orden de Juan Guaidó.
Pero eso no ocurrió. Solo llegaron, al menos, cinco militares de menor rango, entre ellos dos sargentos de Antidrogas con sus perros.
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En cambio, sí se observó en el puente que conecta a San Antonio del Táchira con Cúcuta una columna de orden público de la Guardia Nacional, que estuvo a cinco metros de provocar un conflicto internacional, pues esa fue la distancia aproximada que los separó del territorio colombiano.
Hasta las 3 pm, los manifestantes, en su mayoría con sus manos manchadas de negro, sus cuerpos delgados hasta las costillas, con zapatos destruidos y ropas desvencijadas, se desplazaban por el puente hasta llegar a las narices de la columna de orden público.
Son personas que viven de la economía informal como carretilleros, vendedores de chatarra o trocheros (que cobran por ayudar a pasar a las personas por las trochas), quienes solo piden agua y cigarrillos para seguir lanzando piedras y gritando a los militares, policías y colectivos.
El diálogo con los militares
“Acabamos de hablar con el general Rivero, quien dio un plazo de 15 minutos para saber si deja pasar la ayuda humanitaria o no, porque en Caracas están reunidos para tomar la decisión”, dijo un manifestante con la cara cubierta, un muchacho que desde el sábado 23 de febrero actuaba como líder del grupo.
Casi al unísono, un periodista, que cubría los acontecimientos debajo del puente, dijo: “Eso es un engaño”.
Las manecillas del reloj se tragaron los 15 minutos, pero la ilusión de diálogo duró un poco más.
Los manifestantes se acercaron de nuevo a los militares, de quienes solo los separaba un contenedor azul, porque la cisterna verde que colocaron los partidarios de Maduro para evitar el paso de vehículos fue arrojada al río Táchira por muchachos, mientras los guardias nacionales no se movían de su formación y los colectivos miraban debajo de las matas de mango.
“No se acerquen, que los van a agarrar”, advertía a gritos un grupo desde un lado de un puente. Otros advertían movimientos sospechosos y prefiguraban el acercamiento de los colectivos. “Están detrás de la mata, cuidado”, decían.
Ráfagas de bombas
Pero justo a las 3 pm comenzaron las detonaciones. La Guardia Nacional avanzó con las tanquetas e hizo retroceder a los muchachos que arrojaban piedras.
A los pocos minutos, los guardias nacionales estaban del otro lado del contenedor azul y los manifestantes tiraban piedras y corrían. Unas pocas molotov hacían parábolas sin alcanzar a los uniformados.
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En el momento en que los guardias nacionales apretaban el paso, un muchacho se lanzó del puente, desde una altura superior a los cuatro metros. Cayó de espalda; casi inconsciente lo arrastraron.
El joven se fracturó los dos brazos. Ya la huida era la única opción para los manifestantes e, incluso, para los miembros de la Policía Nacional de Colombia que hacían guardia en el puente.
Venían jóvenes heridos de perdigón en el pecho, en los brazos y, uno de ellos, en un ojo. Hasta un funcionario colombiano recibió el impacto de un objeto lanzado por un arma en el labio.
Sin detenerse, la columna militar se plantó a casi cinco metros de la frontera del territorio colombiano, lo que llevó a la movilización de los funcionarios de orden público colombiano y de la policía montada.
Con dificultad, desalojaron el puente. Retiraron a los muchachos, que contaban sus heridos y pedían apoyo a los efectivos colombianos. “Mataron a dos y se los llevaron al otro lado”, expresaban.
No se confirmaron las versiones de fallecidos, pero sí de al menos una decena de heridos por impacto de perdigones o de otros objetos, así como por la inhalación de gases.
La refriega terminó con oficiales de la Policía Nacional Colombiana dirigiéndose a la columna de militares venezolanos, que siguieron allí, a cerca de cinco metros de un conflicto internacional con Colombia.