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domingo, 19 mayo, 2024

En Maturín la diáspora y los desalojos reducen la economía informal

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Maturín.- Cinco años atrás, caminar por el centro de Maturín era una odisea: las aceras eran ocupadas por vendedores informales con grandes mesones y la gente se lanzaba a la calle. Ahora, el paso es libre porque la diáspora y los desalojos así lo han permitido.

Cada cuadra y media de la avenida Bolívar se contaban hasta 10 trabajadores no dependientes. Para 2014, en el casco central había 1.600 trabajadores no dependientes de acuerdo con registros de la Alcaldía de Maturín. En 2018, quedaban 600, según declaraciones de Carmen Núñez, delegada de los informales, publicadas por el semanario El Sol. Ahora, solo quedan 100.

Así lo estima Alcides González, quien tiene un puesto con artículos de aseo personal; “antes éramos 10 en este espacio y hoy solo quedamos cuatro. El resto de mis compañeros se fueron del país y otros fueron desalojados por la Policía. Los que estamos aquí somos rebeldes, corremos cuando vemos que un policía se acerca”, explica.

Las minas, Santa Elena de Uairén y Boa Vista, en Brasil, son los destinos de esos que se fueron para mejorar su situación económica.

“Los ingresos no son los mismos que antes, la gente lo piensa mucho para comprar una conserva o un vaso de jugo de naranja”, explica Juan Campos, vendedor informal.


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“Ya ni las tetas de fruta se venden”, agrega Luis Pinto, quien tiene dos meses dedicado a este oficio porque no encuentra trabajo como administrador.

Antes de graduarse, Pinto tenía un puesto de llamadas en la plaza Rómulo Gallegos y la Policía municipal de Maturín lo obligó a retirarlo. “Me dijeron que podía vender, pero caminando así que opté por ofrecer esta mercancía”, contó.

Alcides González asegura que la economía informal siempre será una buena opción de trabajo, solo que las condiciones del país no son las más adecuadas y “el gobierno tampoco te la pone fácil. Seis meses atrás vendía 80 desodorantes diarios y ahora si llego a siete es una excelente ganancia”, mencionó.

González no está en contra de los desalojos, porque está consciente de que tantos buhoneros limitan el paso de los transeúntes y le da un mal aspecto a la ciudad. Lo que no aplaude son las promesas incumplidas, como aquellas de las autoridades regional y municipal de reubicarlos en mejores espacios que siguen sin concretarse.

El desalojo más reciente ocurrió el pasado fin de semana cuando funcionarios policiales retiraron a los vendedores de la calle del hambre, quienes ya se han quejado de una disminución en sus ingresos por esta causa. Ocupan un estacionamiento en la avenida Bicentenario, que durante la gestión del alcalde opositor Warner Jiménez fue habilitado para ese fin pero que terminó ocupado por comerciantes de hortalizas.

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