Venezuela y la revolución industrial

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Por: Carlos Hermoso

El debate sobre el desarrollo industrial en Venezuela ha estado presente en algunos espacios políticos, académicos y empresariales en distintos momentos de la historia. En el transcurso del siglo XX, esta materia fue motivo de una producción teórica bastante prolífica. Fue atendida por políticos y académicos, en momentos en que el país había entrado de lleno en la economía petrolera. Resalta la frase de Arturo Uslar Pietri, interpretando a Alberto Adriani: “sembrar el petróleo”, que sintetiza buena parte de la estrategia. La cosa es sencilla: capitalizar la renta petrolera.

En la circunstancia actual, paradójicamente, este asunto de la industrialización se toca de soslayo. Desde el 89 a la fecha se perdió en el desdén. Dejaron de atenderlo, casi todos los partidos políticos reducen los asuntos de la economía al fetiche por antonomasia de estos tiempos: el financiamiento externo en forma de inversiones directas e indirectas. Es más, buena parte de los partidos políticos no cuentan ahora ni con programas, ni estrategia, en muchos casos ni siquiera unos estatutos que regulen su funcionamiento interno. Parecen cosas distintas a partidos. Semejan más a empresas, corporaciones.

Un tanto de historia

La industrialización debe obedecer a un proyecto estratégico con sentido nacional. La gran limitación que ha existido en Venezuela es precisamente ésa: no ha habido tal proyecto en la conciencia de quienes la han conducido. La estructura económica venezolana ha contado con una clase burguesa neocolonizada. Se conforma con ser socia de los capitales internacionales. De los estadounidenses, principalmente, durante un siglo, y ahora inclinada a sostener los nexos con los chinos sin perder los anteriores. Pero nunca se ha planteado ir más allá.

De allí que la tarea en cuestión parece que será obra de una etapa superior, radical, en vista de que las clases dominantes nativas no se plantean este objetivo.

Ha habido atisbos de sentido nacional en uno u otro período. Durante la dictadura perezjimenista, hubo más asomos de eso que en el lapso de democracia burguesa, de 1959 a 1989. Las condiciones de reproducción del orden, las iniciáticas, fueron echadas entre 1940 y 1959. En adelante se van a ampliar, incorporando procesos fundamentales como la masificación de la educación y los servicios de salud, entre otros. Sin embargo, no hubo un envión para el desarrollo en correspondencia con un proyecto nacional. No obstante, en las décadas que van de 1940 a 1989, algo se sentó como para que se puedan echar a andar las condiciones para la industrialización.

Desde 1989 las cosas van a cambiar. Se frena casi en seco lo alcanzado en materia de industrialización. Competir con las economías más avanzadas del planeta, la mayor tontería en décadas, fue acompañado del inicio del desmantelamiento de buena parte de la industria pesada, tarea culminada por el chavismo.

De allí que desde 1989 casi no se habla de la industrialización como palanca fundamental del desarrollo. Parece que la tesis de David Ricardo sobre la división internacional del trabajo (DIT), basada en las ventajas comparativas, resolvería el problema. No se percatan de que, en buena medida, ése es el problema, nunca la solución.

Este asunto, como todo proceso social, cuenta con una raíz orgánica. Es que las clases dominantes, sobre todo la burguesía primario-exportadora, siempre han estado articuladas a la oligarquía financiera internacional y dispuestas a aceptar la imposición del papel de Venezuela en la DIT. Con la producción de petróleo y rones, mientras comerciábamos lo importado, difícilmente se desarrollaba el país.

Pero este debate, que estuvo plasmado en los programas de los partidos, cuando esto era un asunto propio de las organizaciones políticas, casi está fuera de orden.

Como es sabido, todas las naciones han alcanzado el desarrollo basándose en la articulación de la industria pesada, ligera y liviana, jerarquizando la primera por encima de las demás, sin que eso suponga descuidar estas últimas. Esta ha sido una constante cuya realización no supone que las clases dominantes tengan conciencia de eso. Apenas se avizoran algunas definiciones generales acerca del objetivo histórico que representa la industria pesada para el desarrollo. Pero se trata de un proceso natural que se repite en las naciones que han alcanzado el desarrollo diversificado de su economía.

En la construcción del socialismo, este proceso sí se hace consciente. Se cumple aquello de la conciencia de la necesidad. De allí que el desarrollo de estos sectores se realiza con base en una jerarquización consciente de este proceso en que la industria pesada debe colocarse por encina de los otros sectores.

Durante el período bipartidista el desarrollo de la industria pesada alcanzó una escala mayor al logrado en el período anterior. Hubo más desarrollo. Se mantuvieron en buena medida los proyectos dejados por el perezjimenismo. Otros fueron abandonados como el de la red ferrocarrilera.


La industrialización debe obedecer a un proyecto estratégico con sentido nacional. La gran limitación que ha existido en Venezuela es precisamente ésa: no ha habido tal proyecto en la conciencia de quienes la han conducido. La estructura económica venezolana ha contado con una clase burguesa neocolonizada

Carlos Hermoso

Pero a partir de 1989 lo alcanzado va a ser truncado y echado por la borda. Buena parte de las empresas del Estado van a ser subastadas. El caso de Viasa resulta emblemático. La adquiere la española Iberia y la lleva a la quiebra. Se adueña, en el ínterin, de las rutas. Es distinto al caso de la privatización de Sidor. Independientemente de que se realiza el traspaso cuando la empresa alcanza su mayor escala de producción, las inversiones realizadas por los consorcios internacionales le permiten superar lo conseguido al momento de la privatización.

Más adelante, en 2008, el chavismo cumple la tarea: la reestatificación va a llevar a su mínima expresión la producción sidorista. En definitiva, desde 1989, pero, sobre todo, desde 1999, ha prevalecido la tesis ricardiana. No hace falta la industria, qué decir de la diversificación. Se castra a Venezuela de la posibilidad de industrializarse.

De allí que sea una aspiración desarrollar esta economía. Parece que no existe la idea de que la industrialización es posible y necesaria. Parece que los sectores dominantes y sus apologetas, sobre todo economistas, apenas hablan de superar la crisis con base en el hiperendeudamiento y la privatización de lo que queda de empresa estatal, tarea adelantada por el chavismo de manera bastante prolija.

¿Es posible la industrialización y la revolución industrial?

Venezuela cuenta con todas las condiciones para alcanzar la industrialización diversificada. Para lograr la revolución industrial. Aunque suena como una quimera.

Los economistas y empresarios no ubican que naciones como Suecia, contando con menos condiciones que las nuestras, con mucho menos población y territorio, alcanzaron la revolución industrial (1850- 1890) y es una de las economías más desarrolladas del planeta hoy día. Más recién, Corea de Sur se ha convertido en una potencia económica. Singapur, Taiwán… Pero no, los economistas para nada se pasean por esa idea. Los empresarios lucen cómodos con su papel de socios menores que realizan buena parte de la mercadería importada de sus socios mayores.

Pero es cierto. Venezuela cuenta con las condiciones objetivas, materiales, para alcanzar este objetivo. Fuerza hidráulica, petróleo, hierro, bauxita, entre muchos minerales. Cuenta con la base para un mayor desarrollo de la industria pesada. Ampliar la que ya está edificada, con todo y el desastre causado por el chavismo. Bien puede recuperarse echando manos al ahorro nacional y canalizándolo a la inversión productiva en el sector. Con esa base, se deben crear las condiciones para el desarrollo de la industria en general. Además, se cuenta con una red nacional de carreteras, maltrechas pero existentes, al igual que puertos y aeropuertos; así como las bases del desarrollo agrícola. Todo ello es suficiente base para complementar el camino de esta perspectiva.

Los procesos revolucionarios en la materia, tanto de las naciones capitalistas como de la Unión Soviética, nos dibujan claramente los principios y leyes que guían estos desarrollos. En el primer caso, el de las naciones capitalistas, es un proceso ciego, natural. En el segundo caso, con la necesidad hecha conciencia, se echan las bases de un proceso de revolucionarización acelerado que dejó muy atrás lo alcanzado.

El tránsito del capitalismo manufacturero a la gran industria encontró vigencia histórica en la industrialización temprana de Inglaterra, del continente europeo y de EE. UU. En las condiciones que se crean a partir de la segunda gran guerra y, más recién, con el desarrollo de Europa del Este y de algunos países asiáticos, ese tránsito de la manufactura a la gran industria es prácticamente inexistente hoy. Se debe a que los desarrollos alcanzados por las grandes potencias industriales bien pueden catapultar los propios. Igualar y superar los procesos industriales en pie demanda capital, pero, sobre todo, fuerza de trabajo calificada, capaz de adecuar esos desarrollos a nuestros procesos productivos.


Pero a partir de 1989 lo alcanzado va a ser truncado y echado por la borda. Buena parte de las empresas del Estado van a ser subastadas. El caso de Viasa resulta emblemático. La adquiere la española Iberia y la lleva a la quiebra. Se adueña, en el ínterin, de las rutas. Es distinto al caso de la privatización de Sidor

Carlos Hermoso

La participación de los Estados capitalistas juega un papel fundamental en el desarrollo económico hacia la revolución industrial. De una parte, asume procesos políticos que abren el camino, implantando políticas económicas que, al canalizar el ahorro nacional a la inversión productiva, protege el mercado interior y amplía las relaciones con el sector externo con sentido nacional. En segundo lugar, puede asumir los procesos, empresas y tareas más costosas, sobre todo en la industria pesada, dada su capacidad de socializar el ahorro y los costos, sin que haya un mayor beneficio económico. El Estado allana el camino hacia la industrialización. Siempre bajo la premisa de ser el capitalista total ideal.

Claro, contando con la premisa de que se trate de un Estado con sentido nacional. Japón resulta un ícono en cuanto a la participación estatal para la industrialización hasta la revolución. Asumió los procesos más costosos. El desarrollo de la industria pesada es el pivote que permite acelerar el proceso, aunado a la ampliación del mercado interior.

En ese sentido el Estado venezolano, si asume el proyecto nacional, si abandona la condición semicolonial, encuentra condiciones inmejorables para ponerse al frente de este reto. La potestad de administrar la riqueza petrolera y minera le brinda ese privilegio.

La educación del pueblo, masiva, aspecto fundamental del desarrollo y la industrialización, debe acompañar este proceso. Es el factor más vital para hacer avanzar de manera acelerada esta perspectiva. Esto supone hacer lo contrario a lo que adelanta la dictadura que destruye universidades y toda la educación púbica negando el salario a los docentes, becas a los estudiantes y deteriorando en general el sistema educativo. Así como le niegan la vacuna contra el SARS-CoV-2 al personal de salud que lo combate para darla a sus condottieri, niega la educación al pueblo y solamente la permite a unos pocos en las universidades privadas, mientras envían a sus hijos al exterior a formarse, claro, en un futuro los requieren para administrar sus fortunas mal habidas.

En definitiva, en Venezuela están dadas todas las condiciones materiales para que se alcance la industrialización. Debe ser el centro de la propuesta política alternativa, sustentada en el espíritu nacional y popular que la haga valer. De no sacarse a Venezuela del atolladero que vive, se perfilan condiciones para una salida radical cuya meta principal en la economía será la revolución industrial.


CARLOS HERMOSO CONDE | @HermosoCarlosD

Economista y Doctor en ciencias sociales. Profesor de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político.

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