¿Renace un sindicalismo ético en Venezuela?

232

Por: Carlos Hermoso

Al igual que todas las instituciones del país, los sindicatos y gremios deben reconstruirse. Muchos, más que instrumentos para dirigir los combates contra la patronal, se han convertido en espacios para garantizar un estilo de vida.

Pese a lo dicho, nuevos aires parecen ventilar al movimiento sindical y gremial venezolano. El ejemplo que brindan dirigentes de los “viejitos”, jubilados y pensionados, y de los empleados universitarios, va marcando la pauta. Se apuntan al enfrentamiento contra la dictadura, con un espíritu que renueva el movimiento, sin abandonar la lucha política. Serán ejemplo para el sindicalismo que demandan los trabajadores en toda nuestra geografía.

En la historia del movimiento sindical, hay una época inicial llena de grandes sacrificios de sus dirigentes. Nace en 1896, cuando se instala el Primer Congreso Obrero de Venezuela. La economía petrolera trae en firme el sindicalismo proletario. El gomecismo buscó impedir la más elemental organización obrera. La heroicidad de los fundadores lo hicieron posible.

Luego de esta etapa, una parte se fue adocenando hasta convertirse en apéndice de las estructuras de poder. Se forma así una aristocracia al estilo de las propias de los países imperialistas. Y llegaron a contar hasta con un banco.

Entretanto, el sindicalismo de clase se fue reduciendo. Con todo, las principales gestas del movimiento obrero de las últimas décadas del pasado siglo fueron dirigidas por fuerzas subversivas y revolucionarias. Los textileros, los del calzado, el proletariado guayanés, los universitarios y el magisterio, entre otros, hicieron época a partir precisamente de una dirección gremial y política que hereda la tradición sindical de dirigentes de la talla de Rodolfo Quintero.

Agotado ese período, buena parte de los dirigentes sindicales y gremiales hubieron de buscar nuevas formas de ingreso para mantener el estilo de vida alcanzado en la época de la bonanza. Se resquebraja una forma de dominación y una de sus instituciones —el sindicalismo bipartidista—acompaña la debacle. Más recién, el chavismo agrega buena leña al fuego de la descomposición. Es una historia que debe contarse.

Ahora vemos cómo no pocos dirigentes sindicales hacen vida en el movimiento bajo el financiamiento de diverso y no muy claro origen. Otros, asumiendo la figura de las dietas, logran entronizar ingresos nada despreciables. Termina valiendo la pena ser dirigente. Es un negocio, y eso sin contar el largo brazo de mafias delincuenciales como el Tren de Aragua que tienen bajo su control y fuero a varios sindicatos de la región central.

La venta de la fuerza de trabajo

La acción sindical y gremial se inscribe en la esfera de la circulación de las relaciones de producción imperantes. Se trata de la mediación para surtir el mercado laboral. El acto de su compra-venta —de manera individual o colectiva— se realiza como en el de cualquier mercancía. Oferta y demanda. Solo que, en el caso de la mercancía que nos ocupa, la oferta siempre es mayor que la demanda. Por esta razón, su precio tiende a colocarse por debajo de su valor. Esto se hace más ostensible en los países atrasados, ya que el proceso de concentración de capitales —ese encuentro entre obreros y dueños de medios— se ralentiza, se ve frenado, se limita. Las potencias imperialistas se adueñan de los mercados internos de los países sometidos e inscriben su desarrollo al propio de la división internacional del trabajo que los favorece.

El sindicato nace de la contradicción capital-trabajo, en medio de la encrucijada de los trabajadores de vender su fuerza de trabajo al mejor postor… o morirse de hambre. Es un instrumento natural para atemperar la fuerza del capital, apoyada ésta por la oferta excesiva de trabajadores en relación con la demanda. La acción colectiva de ellos busca estar en mejores condiciones frente al patrón, y lo logran organizando un sindicato.

Esta circunstancia obliga a quienes dirigen a cumplir parámetros éticos, perdidos u olvidados en buena medida en nuestra historia sindical y gremial. Debido a que, en última instancia, el sindicato va a estar inscrito en una dinámica mercantil, aparecen cuestiones que bien pueden beneficiar ilegítimamente a sus dirigentes. Por ello, la preparación del sindicalista debe comenzar afianzando el principio de que su suerte es la del colectivo que representa, hasta estar preparado para liderar procesos enconados de la lucha. No para vivir mejor.

Las mafias también nutren al movimiento sindical. Es emblemática esta perversión en el sector de la construcción. En la minería alcanza una expresión de terror: allí se combinan la esclavitud, la explotación infantil y la más brutal delincuencia, con presencia de fuerzas guerrilleras colombianas desviadas de sus proyectos originales.

Hay que reconocer que las funciones de los dirigentes sindicales demandan, a momentos, de emolumentos extraordinarios. Lo que no debe suponer mejores condiciones de vida en relación con los sindicados. La frontera entre una perspectiva y otra es muy delgada.

Vale la pena traer a colación la novela El tren pasa primero, de Elena Poniatowska, que refiere la huelga de los ferrocarrileros de México en 1958 y 1959 y su principal dirigente, Demetrio Vallejo, personificado por Trinidad Pineda Chiñas. En la parte biográfica podemos apreciar las vicisitudes de un dirigente de la clase. No acepta prebendas y se entrega a la lucha sin medir consecuencias, que le valieron once años de cárcel.

Una parte de los dirigentes de hoy son beneficiarios del establishment. Unos, siendo de la oposición, mantienen su estándar de vida haciéndose de ingresos extraordinarios a partir de gastos de representación, o consiguiendo negociados diversos como seguros de salud privados en dólares. Son diversas las fuentes.

Pero sí los hay de los que arriesgan el pellejo sosteniendo las luchas en defensa de los intereses del gremio, llevando condiciones de vida en correspondencia con los ingresos de su salario en la empresa o en la institución estatal.

Para refundar el movimiento sindical y gremial venezolano, deben sentarse sus bases principistas. Son los intereses del colectivo gremial que representan los que están en juego. No son las prebendas de quienes dirigen. Son las reivindicaciones. Principalmente, es la lucha por salarios para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y sus familias lo que debe guiar la acción sindical.

CARLOS HERMOSO / @HermosoCarlosD

es economista y doctor en ciencias sociales, profesor asociado de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político. 

El Pitazo no se hace responsable ni suscribe necesariamente las opiniones expresadas en este artículo.

Miles de venezolanos en las zonas más desconectadas del país visitan El Pitazo para conseguir información indispensable en su día a día. Para ellos somos la única fuente de noticias verificadas y sin parcialidades políticas.

Sostener la operación de este medio de comunicación independiente es cada vez más caro y difícil. Por eso te pedimos que nos envíes un aporte para financiar nuestra labor: no cobramos por informar, pero apostamos porque los lectores vean el valor de nuestro trabajo y hagan una contribución económica que es cada vez más necesaria.

HAZ TU APORTE

Es completamente seguro y solo toma 1 minuto.