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jueves, 25 abril, 2024

¿Planeas migrar de Venezuela?: ante el miedo, una pausa

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Se acerca el fin de año y luego de hacer un balance, migrar aparece como la única opción para muchos venezolanos. En un país con tantas necesidades persiste el miedo, la desesperanza, y la angustia por la situación actual. Entonces, se arriesga todo, lo que se tiene y lo que no; se apuesta todo a ese futuro incierto que pinta mejor en la ilusión y la esperanza de cada persona. Lo primero es no entrar en pánico, y contextualizar nuestro problema. Empecemos por realizarnos una serie de preguntas.

Por: Karina Monsalve

Si bien es cierto que la ola de migrantes se ha atenuado en los últimos días, no es precisamente por la falta de deseo de marcharse de esas personas que sufren el día a día en un país como el nuestro, descalabrado desde hace mucho tiempo. Esta disminución obedece a las limitaciones de las nuevas políticas ejercidas en las fronteras con los otros países.

Lamentablemente, persiste en la población más vulnerable y hasta de medianos recursos la desesperación de buscar un lugar en el mundo donde puedan empezar una vida próspera y productiva.

Hay, en cierta parte de la población, un terror psicológico vivenciado por el poco acceso que tienen a las instituciones de salud, a cubrir sus necesidades básicas, a los servicios básicos, a vivir solo al, sin ver futuro ni oportunidades.

En un país con tantas necesidades persiste el miedo, la desesperanza, la preocupación y la angustia por la situación actual, y más aún cuando finalizamos el año y hacemos un balance de lo logrado.

Hay mucha incertidumbre social sobre el futuro económico. Una alta frustración en las expectativas de vida, así como una alta frustración en la realización personal; de la cual casi nadie habla en estos sectores.

De allí que se pone en juego la vida misma por salir desesperadamente de aquí. Esto nos habla de personas que ya no soportan las condiciones en las que viven y que no ven bajo ningún escenario la posibilidad de tener una oportunidad mejor para ellos o su familia.

Entonces se arriesga todo, lo que se tiene y lo que no; se apuesta todo a ese futuro incierto que pinta mejor en la ilusión, la esperanza y la fantasía de cada persona, que lo que en la cruda realidad se presenta.

Nos preguntamos qué debemos hacer antes de tomar esa difícil decisión de arriesgarlo todo por un futuro incierto.

En psicología partimos de que la toma de decisiones es un proceso que requiere tiempo y análisis; que ninguna decisión debe tomarse en un momento de crisis ni desesperación. Pero cómo contener la desesperanza de una persona que no ve ninguna otra salida sino irse.

Las decisiones son siempre contextuales, dependen de las situaciones, las circunstancias, las metas, los propósitos y los resultados esperados. De allí que lo primero es no entrar en pánico, y contextualizar nuestro problema, es decir, empezar por realizarnos una serie de preguntas:

  1. ¿La situación que vivo es mejor, peor o igual a años anteriores?
  2. ¿Cuáles son mis metas?
  3. ¿Cuán realistas son?
  4. ¿Cuáles son mis propósitos a corto plazo?
  5. ¿Con qué recursos (económicos, sociales, personales) cuento?
  6. ¿Cuál es mi motivación?
  7. ¿Con qué personas cuento?
  8. ¿Cuáles son mis expectativas?
  9. ¿Qué estoy dispuesto a sacrificar?
  10. ¿Qué espero a mediano plazo?

El país receptor aparece, imaginariamente, como un espacio de grandes oportunidades e ingresos, pero esto no necesariamente es siempre así. De tal manera que hay que ser realistas y responder honestamente todas estas preguntas, precisamente para evitar la frustración y el fracaso inminente.

Es importante que se haga un ejercicio para identificar las distintas soluciones alternativas. Elegir una sola solución o tomar decisiones individuales sin pensarlo demasiado puede no ser conveniente en absoluto. Así como también identificar los riesgos, todo aquello que pueda atentar contra el éxito de tu decisión.

Finalmente, reconocer tus limitaciones es algo que debe contemplarse para evitar el fracaso. Autoevaluarse y verse con objetividad las fortalezas y las debilidades internas evitarían una toma de decisión errada.

La toma de decisiones no constituye solo un mero proceso racional de contabilizar o comparar las pérdidas y ganancias que resultan de una elección determinada. Todo lo contario, más bien, los aspectos emocionales desempeñan un papel determinante, más aún cuando la afectación pasa por las carencias a largo plazo.

Las emociones guían la toma de decisiones, acelerando el proceso. No dejarse llevar por ellas y por la presión social que otros ejerzan sobre nosotros mismo, ayudará a reducir la complejidad de la decisión. 


KARINA MONSALVE | TW @karinakarinammq IG @psic.ka.monsalve

Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad.

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