¿Naturalizar el sufrimiento?

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Una persona sufre cuando: experimenta un daño físico o psicosocial que valora como importante; o teme que acontezca algo que percibe como una amenaza para su existencia o integridad psicosocial y/u orgánica; y al mismo tiempo, cree que carece de recursos para afrontarla. Por tanto, el sufrimiento es inherente a la vida, no sólo por causa de las privaciones naturales, sino por causa del fin. Si hay un fin, existe, inevitablemente, el sufrimiento.

Por: Karina Monsalve

¿Por qué si el sufrimiento y la muerte son universales e ineludibles nos cuesta tanto aceptarlos como naturales?

Empecemos por definir que el sufrimiento es el padecimiento, el dolor o la pena que experimenta un ser vivo. Ante el sufrimiento, se producen una serie de emociones o estados, como la frustración o la ansiedad.

Se trata de una sensación, consciente o inconsciente, que aparece reflejada en padecimiento, agotamiento o infelicidad, pero que está presente en el transcurso de nuestras vidas.

El sufrimiento es consecuencia de la valoración personal y subjetiva de que algo amenaza o daña seriamente nuestra existencia o integridad, o la de alguien o algo que consideramos de importancia vital para nosotros. Y de que nada podemos hacer para evitarlo o repararlo.

Tenemos la necesidad interior de negarlo, evitarlo o poner esos sentimientos de lado a toda costa. Y es que estamos acostumbrados a o “mentalizados” a tener que estar siempre felices, a que la vida debe ser un jardín de rosas sin espinas.

La realidad de la vida diaria nos plantea que este condicionamiento no es así. Que los tropiezos, malestares y frustraciones están a la orden del día. 

Las causas de sufrimiento son innumerables y distintas para cada individuo, en cada momento de su vida. La única manera de conocer la intensidad y la causa del sufrimiento de otra persona y, por tanto, de mantener abierta la posibilidad de aliviarlo es descubrir qué es lo que le hace sufrir.

El sufrimiento va más allá del dolor físico o del dolor espiritual. No todas las personas que padecen dolor sufren, ni todas las que sufren padecen dolor. No todo mal causa dolor, sino tan sólo el que recae sobre un sujeto capaz de percibirlo como tal.

Las personas que padecen dolor declaran con frecuencia que sufren únicamente cuando su origen es desconocido; es decir, cuando temen su prolongación o intensificación en el futuro sin posibilidad de control.

Una persona sufre cuando: experimenta un daño físico o psicosocial que valora como importante; o teme que acontezca algo que percibe como una amenaza para su existencia o integridad psicosocial y/u orgánica; y al mismo tiempo, cree que carece de recursos para afrontarla.

Por tanto, el sufrimiento es inherente a la vida, no sólo por causa de las privaciones naturales, sino por causa del fin. Si hay un fin, existe, inevitablemente, el sufrimiento.

Ahora bien, el mal no es un elemento único y exclusivamente negativo. Si bien el hombre rechaza por naturaleza el dolor y tiende a alejarse de él, cabe decir que una vida sin sufrimiento, sin sacrificio, sin esfuerzo, resulta insípida, aburrida y pesada.

El sufrimiento es un ingrediente íntimo de la vida humana. Una vida sin sufrimiento se convierte en una monótona melodía, en una línea continua e invariable en la que no existe ninguna curva, ninguna desviación. El dolor, por tanto, también tiene su lado positivo, y a pesar de que el hombre se aleje del sufrimiento y trate de evitarlo, también hay que decir que éste nos permite aprender y fortalecernos internamente.

El dolor existe y continuará existiendo. Frente a él, existen dos opciones: la desesperación que conduce a la amargura, al desánimo, y al aislamiento, o la convivencia con él a través de la aceptación.

Aceptarlo no significa resignarse, sino situarlo dentro de los límites que le pertenecen. Aceptarlo con más naturalidad y sin tanto dramatismo ya que el sufrimiento puede hacernos más resistentes, más capaces de superar las dificultades.

Uno de los beneficios más significativos del sufrimiento se encuentra en que genera un profundo respeto por la realidad. Y cuando se aprende a aceptar, incluso a abrazar, las experiencias difíciles, el sufrimiento se convierte en una herramienta, en un instrumento para crecer.


KARINA MONSALVE | TW @karinakarinammq IG @psic.ka.monsalve

Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad.

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