Maduro quiere diálogo y Biden negociación: ¿Dónde está la diferencia?

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LOS PITAZOS DEL DIRECTOR


Por: César Batiz

A partir de noviembre, desde distintas ópticas, hemos leído o escuchado de dos palabras que denotan acciones que finalizan en convenios o acuerdos entre dos partes aunque deben transcurrir diferentes caminos. Se trata del diálogo y la negociación. 

Por un lado, el liderazgo oficialista habla de dialogar con el gobierno del nuevo presidente de EE. UU., Joe Biden, para normalizar la relación diplomática entre ambos países. En tanto, desde los círculos de poder de Washington y de la Unión Europea, se plantea la negociación que lleve a elecciones libres en Venezuela.

Para escabullirnos de una escritura que se regodee en palabras que nos saquen del foco, vamos a establecer diferencias semánticas: 

  • Dialogan quienes se reconocen y respetan, con el fin último de llegar a un acuerdo, pero que no significa necesariamente que uno u otro deba ceder posiciones. 
  • Negocian, por una parte, quien se siente con más fuerza y está dispuesto a otorgar prebendas a la contraparte con el objetivo de llegar a un pacto. Del otro lado de la mesa se encuentra el que está desventaja, acorralado y a quien se le da entender que de no aceptar las propuestas del otro negociador, perderá más y su situación se complicará.
  • En el diálogo se antepone la buena voluntad entre las partes. En la negociación resalta la persuasión y la simulación de la fuerza. 

La revolución no negocia

Esa diferenciación semántica sirve para analizar lo que ha ocurrido y puede suceder en el futuro, porque del éxito o el fracaso de ese proceso de diálogo o negociación pudiera depender la libertad de presos políticos, las vidas de personas que necesitan de asistencia humanitaria, la subsistencia de organizaciones no gubernamentales y hasta de los medios de comunicación independientes que transmitimos las informaciones que el gobierno de Maduro preferiría ver silenciadas, porque el madurismo suele tomar rehenes antes o durante un diálogo o negociación.

Desde la época conflictiva de 2002, 2003 y 2004, en medio de la construcción de un camino que condujera la realización del referendo revocatorio en contra del entonces presidente Hugo Chávez, el oficialismo ha insistido en hablar de diálogos, pues la revolución, desde su posición de que hace lo mejor para todos, nunca negocia y menos con la representación del poder desplazado. 

Al revisar la hemerografía a partir del 9 de noviembre, cuando se daba por un hecho -entre dudas, claro está- el triunfo de Joe Biden en las elecciones del 2 de ese mes, Maduro habla de diálogo con el nuevo presidente de EE. UU, idea que ha manifestado en otras tres ocasiones. 

Jorge Rodríguez lo ha hecho desde su nombramiento como presidente de la Asamblea Nacional en dos oportunidades al menos. Su hermana, la vicepresidenta Delcy Rodríguez, desde Cuba, se refirió al mismo tema el 17 de enero desde La Habana, a donde fue a presentar la Ley Antibloqueo.


Esa diferenciación semántica sirve para analizar lo que ha ocurrido y puede suceder en el futuro, porque del éxito o el fracaso de ese proceso de diálogo o negociación pudiera depender la libertad de presos políticos, las vidas de personas que necesitan de asistencia humanitaria, la subsistencia de organizaciones no gubernamentales y hasta de los medios de comunicación independientes

César Batiz

Cabello fue el último líder del oficialismo en manifestar una opinión al respecto. A diferencia de los otros tres voceros, el segundo hombre más fuerte del chavismo-madurismo mandó un mensaje a los oficialistas radicales, al advertir que dialogar no es símbolo de debilidad y entreguismo, sobre todo, agregó, “si le siguen poniendo precio a la cabeza de nuestro Presidente y a muchos de los nuestros”, lo cual demuestra que existe unidad en torno a la necesidad de diálogo para mantenerse seguros en el poder. 

También criticó a Joseph Borrell, alto comisionado de la Política Exterior de la Unión Europea, por esperar por lo que diga Joe Biden para retomar las negociaciones sobre Venezuela.

EE. UU. y Unión Europea: elecciones libres

Esa declaración la dio Borrell durante la misma entrevista en la cual reconoció que la solución política en Venezuela tiene que pasar por una negociación, en la cual todos abandonen posiciones preestablecidas. 

La posición de Biden parece haber sido expresada con claridad por el candidato a secretario de Estado, Antony Blinken, quien afirmó ante los senadores de EE. UU., tener en su agenda lograr el cambio político en Venezuela mediante una solución electoral. Para ello cree necesario revisar las sanciones económicas para aplicar una política efectiva que permita restaurar la democracia, con el apoyo de aliados y el propio Senado.  

Borrell como que ahora también tiene clara la hoja de ruta de Biden, porque este fin de semana convocó para el martes una reunión del Grupo Internacional de Contacto para discutir la situación de Venezuela.

Mientras tanto, en nuestro país se siguen moviendo aguas para procurar que se dé ese diálogo que quiere el oficialismo o la negociación que desea la oposición, el gobierno de EE. UU. y la Unión Europea. Jorge Rodríguez se sienta a conversar con la directiva de Fedecámaras, en un gesto de que el gobierno necesita a los empresarios para recuperar la economía y los empresarios quieren recuperar la productividad de sus empresas.

Por ahora no existe ninguna garantía de que un diálogo se convierta en una negociación exitosa, en la cual, como dice Borrell, cada uno ceda su posición inicial para llegar a acuerdos. 

Para que el oficialismo abra el espacio a unas elecciones libres, en la cual ponga en riesgo su poder hegemónico, debe primero sentir que pierde el apoyo de sus aliados internacionales y que tiene garantías de sobrevivencia más allá de una derrota en próximas elecciones municipales, regionales o nacionales.


CÉSAR BATIZ | @CBatiz

Periodista egresado de la Universidad del Zulia, especializado en Periodismo de Investigación. Director de El Pitazo.

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