Las masacres de Melilla en las fronteras latinoamericanas

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Por: Jesús Hermoso Fernández

Desde 2014 hasta hoy se han registrado más de 4.000 muertes al año en las diversas rutas migratorias de todo el mundo. Los datos recogidos por el Portal De Datos Sobre Migración no solo arrojan esta cifra, sino que calculan las muertes de personas en el tránsito de la migración, desde el 1 de enero de 2014 hasta hoy, en más de 48.500 fallecidos. Una mortandad quizás peor a la de una guerra, lenta pero profusamente sangrienta.

La masacre de Melilla engrosará esa cifra. Pero el debate está cargado de eufemismos ya que muchas organizaciones diversifican y diferencian los tipos de muerte. Además, que de por sí existe una relativa imposibilidad de contabilizar todas las muertes visto que traspasar las fronteras se considera una actividad “ilegal” y muchas veces resulta difícil determinar la situación migratoria de los cadáveres de personas que no se pueden identificar. Esto hace más compleja la contabilidad.

En Latinoamérica, según la Organización Internacional para las Migraciones, murieron 1.124 inmigrantes intentando llegar a un nuevo país durante 2021. Y desde 2014 hasta este año se han registrado más de 6.200 muertes o desapariciones de personas durante las travesías migratorias; el 60 % de estas muertes se registraron en la frontera entre México y los Estados Unidos de América, de acuerdo a la investigación del Portal De Datos Sobre Migración publicado hace apenas una semana. Los venezolanos destacan en estas cifras.

Todos los datos recopilados indican un incremento en las muertes de personas en tránsito durante los últimos años, y de forma particular, un incremento de las muertes violentas por traspasar las fronteras buscando una vida mejor. El incremento significativo de la pobreza, la violencia y el despotismo en las relaciones de trabajo propias del capitalismo, además de las políticas internas en países como el nuestro (Venezuela), en el que la desesperanza momentánea de que pueda salirse de la dictadura, ha acentuado la migración, son motivadores de una migración en aumento.

Pero las políticas de cierre de frontera, proteccionismo y fragmentación han aumentado las masacres de forma exponencial. Las muertes de migrantes producto de la represión, las vallas y mecanismos de control fronterizo, se han incrementado. En esa ruta, los venezolanos han sido protagonistas de muertes en países que habían sido históricamente hermanos de los venezolanos.

La masacre de Melilla, en la que mueren cerca de 40 personas del África Subsahariana, luego de que Pedro Sánchez, presidente español, se desentendiera de un territorio que había sido reclamo de España frente al Estado marroquí durante décadas, pone de relieve el incremento de las masacres por migración, resultado de un mundo cada vez más empobrecido, cada vez más fragmentado y cada vez más destruido en su sentido de humanidad, justicia y bienestar para su propia especie.

España y su Gobierno actual tienen una responsabilidad indudable dada la permisividad y colaboración de la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía españolas, visto que varios agentes marroquíes traspasaron la frontera para detener, atacar y asesinar a migrantes que ya habían atravesado la valla.

De igual forma, las cada vez más muertes de venezolanos en las fronteras son responsabilidad de políticas de restricción que han sido diversificadas por los Gobiernos latinoamericanos frente al desplazamiento de millones de compatriotas hacia otros países de la región. En 2022 ya hay 98 países que piden visa a los venezolanos. Solo en nuestro continente, ya hay 22.

Pero la masacre de Melilla, en la que las víctimas han sido personas empobrecidas en África tras años de depredación extractivista por parte de las potencias imperialistas que hoy los masacran, nos recuerda que un 20 % de la población venezolana, esto es, más de seis millones de personas según ACNUR, ha salido en los últimos seis años de nuestro territorio, lo que hace que los venezolanos encabecen las peticiones de asilo en todo el mundo.

Pero nuestra respuesta, entonces, no puede ser arriesgarnos a perder la vida en tránsito. Porque si el riesgo es la vida, entonces que no se corra cambiando de país, sino cambiando al país radicalmente. Algo que quienes han muerto en las fronteras, nos agradecerán.

JESÚS HERMOSO FERNÁNDEZ| @Jesus_Hermoso
Periodista de investigación. Editor. Escritor

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