Al celebrarse recientemente 236 años del natalicio de Simón Bolívar, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb) tiene que reflexionar si el apoyo incondicional de un grupo de dirigentes de esa institución a un gobierno que ha derivado en una brutal dictadura se corresponde al legado del padre de la patria.
Han sido 20 años de un adoctrinamiento del ideal bolivariano, donde, de alguna manera, se rescató el pensamiento de Simón Bolívar que, por muchos años, fue olvidado, pero que, en lo concreto, sólo sirve para que nuestros soldados le rindan culto a un personaje como Hugo Chávez o le den su apoyo a Nicolás Maduro, gobernantes quienes, en la práctica, lo que hicieron fue instalar un gobierno que ha destruido al país y a las propias Fanb.
La cúpula militar que hoy apoya a Maduro cita a Bolívar para imponer una falsa corriente nacionalista bolivariana, antiimperialista y socialista que le ha servido para desarrollar la más grande red de corrupción nacional e internacional que ha dejado al país en la más abyecta pobreza. Pero olvidan que El Libertador fue un luchador implacable contra la corrupción, tanto así que el 12 de enero de 1824 decretó pena capital contra todos los funcionarios públicos a quienes se les convenciera en juicio sumario de haber malversado o tomado para sí mismos 10 a más pesos de los fondos públicos.
El Alto Mando militar venezolano se ha hecho cómplice de la corrupción imperante en Venezuela, participando activamente con 20 empresas que se destacan en los sectores: agrícola, bancos, petroleras, fábricas de ropa y minería. Esto les ha permitido amasar grandes fortunas a costa del hambre del pueblo, traicionando, por lo tanto, el legado del Libertador.
Bolívar fue un firme defensor de los derechos humanos, siendo notoria su lucha y proclamas contra el racismo. Sin mencionar su preocupación por el bienestar de los gobernados hasta el punto de decir que “el mejor gobierno es aquel que le proporciona la mayor suma de felicidad a su pueblo”.
No es que los gobiernos anteriores tuvieran un magister en materia de derechos humanos, podemos mencionar los asesinatos de Alberto Lovera y Fabricio Ojeda. Pero cuando los venezolanos elegimos a Hugo Chávez, quien se presentó como un presidente humanista, no fue para que repitiera los mismos crímenes.
Recuerdo que cuando el M/G Miguel Rodríguez Torres lanzó el plan de seguridad ciudadana “Patria Segura”, lo acompañaron Padrino López, el M/G Gerardo José Izquierdo y M/G Antonio José Benavidez Torres.
Padrino López en su intervención le advirtió a los distintos componentes militares que no iban a ser tolerantes con ningún caso de abuso de autoridad con los ciudadanos. Que la presencia del componente militar, junto con los efectivos policiales, era para brindar seguridad a los ciudadanos, pero que toda acción tenía que respetar los derechos humanos, incluso de los que estaban al margen de la ley.
Esa era las Fanb que, como estudiantes, siempre soñamos para el país, no la que enfrentamos en cada manifestación. Llegué a conocer tan bien a estos generales, que incluso en un programa en Venevisión, ante una pregunta afirmé que ponía mis manos en fuego porque los militares no permitirían que Venezuela se convirtiera en otra Cuba.
Por eso cuesta creer que el C/J del Ejército Vladimir Padrino López haya terminado olvidándose de todo lo que pregonaba sobre Bolívar y terminó desviándose de su rol principal de defender la soberanía de la Nación, de defender los derechos humanos y de proteger a su pueblo.
Al contrario, en su labor al frente del Ministerio de Defensa, ha sido insólito el apoyo de la Fanb a un gobierno responsable de malversación de los fondos públicos, de perseguir y violar los derechos humanos de los estudiantes, disidentes políticos, compañeros de armas que se revelan contra la dictadura; de crear grupos irregulares que asesinan y delinquen impunemente; de violar la Constitución; de no respetar la voluntad del pueblo y el Estado de Derecho.
La Fanb debe cumplir con el ideal Bolivariano. Tienen el deber de estar a la altura de Bolívar, sobre todo en este momento, cuando el país corre el peligro de una guerra civil, de un bloqueo total de sus fronteras territoriales y marítimas, la desintegración como nación o, en el peor de los casos, una pandemia.
Ahora, cuando se está a las puertas de un diálogo que puede evitar todas las tragedias anunciadas, la Fanb debe jugar un papel protagónico, no de un simple espectador, dejando que sean los actores internacionales quienes decidan e impongan sus agendas. Tienen la oportunidad de reivindicarse, de estar a la altura de su Comandante que liberó a cinco países.
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