La afectación psicológica en el paciente con COVID-19

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Por: Karina Monsalve

Mucho se ha escrito sobre los efectos físicos y sistémicos del coronavirus, su afectación física en general y sus complicaciones derivadas. Sin embargo, qué pasa psicológicamente con una persona que padece el virus en ese transcurrir de tiempo.

Hoy en día se cuenta con escasas evidencias científicas sobre el impacto psicológico inmediato del COVID-19 en la población general. Sin duda alguna la pandemia y las medidas tomadas para combatirla han tenido sobre nosotros un claro impacto psicológico: ansiedad, depresión, insomnio, angustia y miedo, pero los efectos psicológicos se atribuyen en su mayoría, a los efectos del confinamiento y no a los efectos directos e indirectos de la propia enfermedad. 

Las condiciones socioeconómicas y políticas que acompañan a esta pandemia en nuestro país suman una fuente de estrés adicional para las personas que están afectadas directamente por la enfermedad. Los estudios sobre situaciones de estrés en general permiten resumir las principales variables implicadas en el impacto psicológico como las siguientes: el miedo a la infección por virus y enfermedades, la manifestación de sentimientos de frustración y aburrimiento, no poder cubrir las necesidades básicas y no disponer de información y pautas de actuación claras o la presencia de problemas de salud mental previos o problemas económicos.

En general, las personas reflejan síntomas psicológicos propios del confinamiento como: la irritabilidad, cambios en el estado de humor, el insomnio, la frustración, exceso o pérdida de apetito, ansiedad y en los casos más severos la depresión. 

Ahora bien, qué pasa por la mente de una persona que está infectada. ¿Cuáles son los síntomas que empieza a percibir desde el punto de vista psicológico y a los cuales debemos brindarle atención?

Vemos que el miedo es el sentimiento que aborda en primer momento a la persona infectada. Ante el miedo, la persona puede estar en shock, confusa, desorganizada, estresada, muy activa o congelada. Este diagnóstico tiene un alto impacto emocional y lo que se haga con ello puede ser determinante para desarrollar el denominado estrés postraumático.

A muchos les invaden los sentimientos de culpa por haberse contagiado, y/o por haber podido contagiar a otros a su alrededor, lo que repercute en su seguridad, confianza y optimismo. 

En general, se ha observado un aumento de los sentimientos de irritabilidad y enfado, las personas afectadas empiezan a experimentar un empeoramiento en su estado de humor, con síntomas de ansiedad, ira y depresión, incrementándose según el perfil de riesgo asociado que tenga la persona y/o el nivel socioeconómico de la misma.

Lo que suele ser común en los pacientes afectados por el COVID-19 es la tensión y el malestar psicológico que se experimenta desde el inicio de la enfermedad. Las personas relatan que experimentan incertidumbre ante su propia evolución, dificultades para concentrarse, miedo ante el estigma social y al aislamiento, sentimientos de tristeza, miedo a empeorar las condiciones físicas, miedo a la muerte.

Estos síntomas asociados a los pensamientos negativos recurrentes, las ideas catastróficas, muchas veces intrusivas, el nerviosismo por el peligro inminente, puede desencadenar en una crisis de pánico y en el peor de los casos en un trastorno de estrés postraumático, dependiendo de los antecedentes, los recursos cognitivos y las fortalezas internas de la persona afectada.

Estos hallazgos coinciden con los resultados publicados recientemente por la revista Lancet Psychiatry, (Taquet y col, Abril 2021) donde muestran un estudio realizado a 236.379 pacientes en su mayoría de Estados Unidos y encontraron que el 34% había sido diagnosticado con enfermedades neurológicas y psiquiátricas dentro de los seis meses posteriores a la infección. Siendo el diagnóstico más común la ansiedad seguido por los trastornos de estados de ánimo. 

Está claro que esta enfermedad requiere de atención multidisciplinaria y que no hay que descuidar o minimizar los síntomas psicológicos que puede generar. El apoyo familiar y social debe estar presente en todos los casos, así como la asistencia médica inmediata en caso de ser necesario. 


KARINA MONSALVE | TW @karinakarinammq IG @psic.ka.monsalve

Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad.

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