Por: Carlerh Morales | Periodista, diseñadora gráfica, experta en Gabinetes de Comunicación
Una de las últimas apariciones en público de Gustavo Cisneros ocurrió en Madrid el 26 de septiembre de 2023, en un evento al que solo ingresaron los invitados, un centenar de personas, en el cual se estrenó el documental “Gustavo Cisneros: sin descanso”.
El hombre de 78 años, al que pocas veces se le vio en público en las últimas dos décadas, solo apareció en escena para agradecer a los presentes, al equipo realizador del documental dirigido por Andrés Crema y a su familia. Tras bastidores extendió el agradecimiento a quienes se le acercaron para abrazarlo y a quienes quisimos saber algo más.
“Audaz. Incansable. Privilegiado. Workaholic. Enigmático. Pionero…”, así lo describe el documental. Pero, sobre todo, lo define como “venezolano”, de los pocos que pudo hacer mucho para que Hugo Chávez alcanzara el poder y de los muchos que, 25 años después y desde República Dominicana en una “especie de autoexilio”, también señalan en el documental, pudo hacer poco por detener la violación a los derechos humanos en Venezuela.
Presidente de la Junta Directiva de Cisneros, la empresa que hace 90 años comenzó operando una ruta de autobuses y hoy diversifica su inversión en Latinoamérica en sectores tan disímiles como el inmobiliario, turístico, publicitario, nuevas tecnologías, liderazgo social y, por supuesto, medios de entretenimiento, parte de los esfuerzos de sus últimos años los dedicó a mantener abierta la señal del canal de televisión Venevisión, fundado en 1961 por su padre, el también visionario cubano-venezolano Diego Cisneros, de quien aprendió del oficio y la vida.
Cuando en 2007, Chávez ordenó el cierre de su principal competidor, Radio Caracas Televisión (RCTV), el Gustavo que nuevamente marcó el rumbo del germen de la herencia familiar, no fue el empresario, sino el estratega. Dos años después, tras esta y otras complicadas decisiones empresariales y personales, cede el testigo a su hija Adriana, hoy CEO de Cisneros.
Pero la rentabilidad de un canal de televisión, además de la inversión y el empeño de sus CEO por sostenerlo, cualesquiera sean las razones, incluso si son laudables, se mide por su engagement con la audiencia. Y si este –por citar poco- no transmite unas protestas en las que los cuerpos de seguridad asesinan a estudiantes, o corta la señal durante una entrega de premios musicales cuando la canción ganadora no es del gusto del Gobierno, o emite una comedia durante la celebración de unas elecciones primarias, el implacable juicio de la audiencia se decanta por rechazar la censura, más que por apoyar un proyecto que intenta rescatar las otrora célebres telenovelas que pusieron a Venezuela en muchos mapas, porque hasta la generación que las protagoniza también ha vivido el autoexilio. No todo es circo.
De los ojos que compartieron la vida de Gustavo Cisneros, buena parte de las imágenes que vieron están recogidas en su documental, conceptualizado por Carlos Oteyza. Pero aquella noche madrileña, tres meses antes de su fallecimiento, supe de su corazón cuando quise saber ese algo más que muchos periodistas venezolanos nos preguntamos:
— ¿Qué cree que le diría su padre si supiera que, en la Venezuela donde se violan derechos humanos y se cierran medios de comunicación por contarlo, Venevisión sigue al aire?
— Que aguante, vendrán tiempos mejores.
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