El sol peregrino

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VIAJES SIN BOLETO | CAMINO DE SANTIAGO PRIMITIVO


Por: Xavier Eguiguren

En esta mañana, el radiante sol se ha levantado peregrino. El día ha parido mil millones de vidas. Hoy, la luminosidad camina sola, sin compañía en las alturas. Han fallecido las frecuentes nubes que colonizan el horizontal firmamento; hasta esta mismísima noche, los negros nubarrones habían vivido sin pena, sin gloria y, a Dios gracias, sin lluvia.

«Que descansen en paz —decía una mujer que portaba sobre la cabeza una cesta de mimbre repleta de manzanas—. No os preocupéis, que mañana resucitarán los estrato cúmulos».

Una pregunta se hace el conchero: «¿la claridad emite sonidos? —el narrador le contesta tajantemente: ¡no!—. ¡Vaya!, escalando la empinada cuesta la luz del sol incide directamente en los ojos de los vivos y también de los inertes; podríamos decir que el astro escarba con saña las córneas de los primeros y calienta los contornos de los inanimados; también distrae al caminante que ha de estar atento a sus pies para no caer y romperse; que olvida deleitarse con el eco de la vida de otros millones de seres que habitan en  los flancos de la vereda: ardillas, saltamontes, mariposas…»

| Foto Xavier Eguiguren

Antaño fui un pésimo peregrino que contaba sus latidos, e intentaba con la mirada llegar hasta el final del camino, sin haberlo ni tan siquiera caminado. Aún hoy estoy aprendiendo y moriré aprendiendo para evitar que se pongan nerviosos los cantos rodados de los río que salen al paso. Deja que la vida fluya. Estudia siempre para conseguir no ser el centro del universo. Camina y fíjate únicamente en esa tierra que pisan tus botas; en esa porción de aire que te circunda y que viaja contigo, querido humano, respira profundamente.

Las vacas y las ovejas pastan; sus mundos vegetales se encuentran perimetrados con cercas de madera. Existe un complot entre Dios, el cielo y la tierra. Tres eran tres los que procuraron siempre que con la luz absoluta de los días de sol, se formen cuadrículas verdes, azules y amarillas de pastos infinitos cóncavos y convexos a ambos lados de la senda.

La tercera etapa del Camino Primitivo de Santiago, abarca el espacio sin tiempo —libre de relojes—, que han de cubrir nuestros pies desde Bodenaya hasta Campiello.

Hay pueblos grandes y pequeños que trazan un recorrido hermoso: La Espina, La Pereda, La Millariega, El Pedregal… Núcleos que son testigos desde el siglo IX, del caminar de los peregrinos.

La villa de Tineo, y su  palacio de Merás, es una construcción del año 1525. Una antigua estructura de paredes que esculpen palabras en latín y en castellano, como: «Ultreia et suseia, vamos allá, vamos más arriba».

Pasos que conducen las miradas; éstas, convencidas para alcanzar la lejana curva de la vida sobre las altas copas de los robles y los castaños. Pasos que sustentan los pensamientos que acarician las montañas, aún lejanas y vestidas hoy de bruma y fresco. Niebla que mañana soplará su helado aliento sobre los perfiles romos de los bastones de madera improvisados;  que se clavan sin hacer daño en un suelo cada vez más inclinado y pedregoso.

Deambulan los sentidos por entre los túneles que se construyen solos aprovechando la maraña de árboles. Detenerme en las cunetas curando las heridas del alma con el agua cristalina de la fuente; que contento me pongo al sentir que las ampollas no duelen y, van cicatrizando.

Un desvío en el camino permite prepararse para escuchar el crujir del tiempo detenido; contar las horas que ya se han muerto en el monasterio de Santa María la Real de Obona, año 780. Horas perdidas, horas resucitadas. Verificar a través del tacto la inmensa cultura albergada en ese reducto quejumbroso de paz abandonada; grita ese poder la capa de polvo que cubre unos arcos que trasladan a la eternidad, a pensar que no somos nada. Paredes abandonadas de un templo que dibujan sombras, y obligan a imaginar mil vidas dedicadas al rezo, trabajo y muerte. Sonrisas y lágrimas, vendas y sangre, frío y calor, hambre y sed. Ungüentos y olor a egos aplastados, egos muertos.« ¿Qué es el ego? —pregunta un mendigo—. Nada, responde el viento».

Por fin llegamos a Campiello y los cuerpos se han detenido. No existe en este momento un par de ojos que no mire al horizonte; no hay un solo pensamiento  que no se disfrace de cavilaciones en torno a que camino tomar mañana. «Se pregunta el peregrino: ¿Seguir la senda tradicional y, transportar la soledad a las montañas por el paso de Hospitales o, tomar el camino hasta Pola de Allande?».

A lo lejos se aprecian esas cumbres que se visten con un manto de neblina y sombrero de hierba, tan verde éste último como la esperanza de un romero con los pies destrozados.

Descansar. Pensar y curar el cuerpo; pero sobre todo cuidar el alma.


XAVIER EGUIGUREN | @xaviereguiguren

Articulista, novelista, colaborador en la LNE (prensa asturiana) y en la RTPA (Radio Televisión del Principado de Asturias). Corresponsal de la revista Erki-Mallorca

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