Educación venezolana: materias pendientes                                                          

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Por: Luisa Pernalete

¿Cuántos niños, niñas y adolescentes están en las aulas y cuántos están fuera? ¿Cuántos centros educativos tenemos abiertos, cuántos se han cerrado? ¿Cuántos docentes graduados tenemos todavía en las aulas, cuántos se han ido, cuántos no graduados les han sustituidos? ¿Cuánto están aprendiendo los estudiantes?

Estos son sólo algunos de los datos que se necesitan para hacer cualquier planificación, cualquier rectificación para el próximo año escolar. Y es que la falta de datos –ya sea porque no se tienen, o se tienen y no se divulgan– es sólo una de las materias pendientes de la educación venezolana.

Solemos repetir que los problemas de la educación en este país no comenzaron en marzo del 2020, cuando se decretó la cuarentena –muy prolongada–, y se suspendieron las clases presenciales. Ya llevábamos varios con una educación en emergencia, mucha inasistencia de los estudiantes, renuncias de los docentes, por los bajos, bajísimos salarios, infraestructura escolar muy deteriorada, falta de servicios, y no hablemos de la calidad. De paso, que llevamos años sin hacer ningún tipo de medición del impacto de lo que están aprendiendo los alumnos. Muchos de esos problemas señalados, se agravaron durante los casi dos años de la educación a distancia, entre otros, el incremento de la distancia entre atendidos y no atendidos.

Este año escolar se fue retornando a las clases presenciales, pero seguimos con muchos problemas, sin entrar a lo que tenemos que ir cambiando para que estudiar tenga sentido para los millones de niños, niñas y adolescentes, hablamos sólo de la educación básica.

Además del tema, fundamental, del monitoreo de alumnos y docentes –saber al menos cuántos hay– y de la asistencia, del número de chicos fuera del sistema escolar, tenemos otros que consideramos muy importantes. Ligado a este tema, la necesidad urgente de recuperar a los que se fueron. Para el 2019, según datos de la UNICEF, había en Venezuela un millón de niños, niñas adolescentes, fuera del sistema escolar.

A la necesidad de brindar a los educadores, además de salarios decentes acordes con el Artículo 91 de la CRBV, el cual debemos saberlo de memoria todos los venezolanos, está la necesidad de acompañar a los docentes, de facilitarles herramientas para actualizarse, no sólo en tecnología educativa, sino también estrategias que les permitan conectarse con los intereses de los alumnos, hay una desconexión entre estos y lo que se está trabajando por parte de los docentes.

La educación emocional es otra materia pendiente. Tiene que ver, en buena parte, con el acompañamiento psicoafectivo a los estudiantes, sobre todo cuando sabemos que se ha incrementado la violencia intrafamiliar, y se sabe que, si ese acompañamiento existe, si el alumno se sabe y se siente importante para sus educadores, hay más posibilidad de su perseverancia en la escuela. La educación emocional tiene que ser ofrecida también a los padres y representantes, la familia está muy huérfana en Venezuela.

Mencionemos también, como materia pendiente, cómo recuperar lo que se desaprendió en estos casi dos años de educación a distancia. Es verdad que ese fenómeno no fue solo en Venezuela. Eso lo dicen la UNESCO, Unicef, e incluso expertos del Banco Mundial. Hay que trabajar con rapidez, o esa generación de NNA van a tener menos futuro, serán menos productivos para la sociedad y para ellos mismos.

Acercar la escuela y el mundo del trabajo. Todo lo que tiene ver no sólo con educación técnica, sino también con emprendimiento, con saber administrar recursos, con aprender haciendo. Los adolescentes y jóvenes de este país, de esa mayoría pobre de siempre y de la empobrecida clase media, están urgidos de entrar en el mundo del trabajo. El aparato productivo, el sector de bienes y servicios, necesita una renovación, necesita transformase. Venezuela ya no es la misma; no será la misma. Entonces la educación no puede ser la misma de antes. Si queremos un mejor país, la educación tiene que ser mejor.

No olvidemos la materia pendiente de la educación ambiental, contemplada como obligatoria para todos los niveles y modalidades, según el artículo 107 de la CRBV y que no se reduce a celebrar el Día del Árbol, que tiene que permear todo el quehacer educativo.

En el mismo orden de lo anterior, está la urgencia por educación para la ciudadanía, eso desde la educación inicial. No hay que esperar a los 18 años para que el estudiante conozca sus derechos, sus deberes, sepa construir el bien común, sepa monitorear los derechos humanos, sepa hacer propuestas para la restitución de los derechos vulnerados, recupere el sentido de la norma, e incluso, sepa educar a sus padres en esta materia, pues Venezuela carece de normas. El caos no ayuda a nadie.

La educación tiene que ubicarse en la palestra pública, tiene que preocuparnos y ocuparnos a todos, por supuesto, no todos los actores tienen el mismo grado de responsabilidad, pero es urgente que nos dispongamos a salvar la educación. Ningún país ha salido de su crisis sin una educación de calidad, y sin educación no hay ni presente ni futuro para nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes. ¿Se anota usted en hacer algo por esta urgencia?

LUISA PERNALETE / @luisaconpaz

Educadora en zonas populares por más de 40 años. Utiliza el sentido del humor como herramienta pedagógica.

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