Cuando el cuerpo habla

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Por: Karina Monsalve

Las demandas y exigencias individuales generadas por estos tiempos de confinamiento han hecho que el estrés se haya vuelto un sujeto primordial en el día a día de los ciudadanos. 

El estrés psicológico es definido como una relación particular entre el individuo y su entorno que es evaluado por el propio sujeto como amenazante o desbordante de sus recursos, y que pone en peligro su bienestar. Desde esta perspectiva el estrés no es considerado exclusivamente como un evento externo del cual el sujeto es víctima, sino que debe haber condiciones tanto internas como externas y es la relación entre ellas, lo que genera su aparición y características individuales. 

Ciertos sucesos pueden generar más estrés en algunas personas que en otras, en virtud de las variables contextuales propias del ámbito de cada  individuo, las variables personales del mismo y las propias consecuencias del estrés,  por lo que el evento puede ser calificado desde diversas perspectivas según los rasgos individuales de la persona, de modo que distintas personas responden de modos diferentes ante una misma eventualidad.

Estudios de investigación han demostrado que el estrés psicológico provoca numerosas enfermedades fisiológicas en cuanto a que involucra a todos los sistemas y subsistemas del organismo, causando así afectaciones en la salud física y mental de quien lo padece. El estrés puede provocar diversos trastornos y afectar considerablemente la vida de quien lo padece al producir alteraciones en el desarrollo psíquico y causar daños a los procesos biológicos.


El estrés psicológico es definido como una relación particular entre el individuo y su entorno que es evaluado por el propio sujeto como amenazante o desbordante de sus recursos, y que pone en peligro su bienestar.

Karina Monsalve

Cuando existe una queja física sin hallazgos clínicos de una causa orgánica, hablamos entonces de que el individuo presenta una  somatización, que no es más que la expresión física del malestar psicológico.

El rasgo principal del trastorno de somatización es la presentación reiterada de síntomas físicos difícilmente explicables desde la fisiopatología, acompañados de demandas continuadas de pruebas complementarias y derivaciones, a pesar de repetidos resultados negativos y de continuas garantías de los médicos de que los síntomas no tienen justificación orgánica.

Migrañas, mareos, sarpullidos en la piel, náuseas, dolor de estómago, dolor crónico, asma o dificultades para dormir son algunas de las manifestaciones físicas que pueden surgir por el estrés agudo y continuado de una persona que no haya podido canalizar su malestar psicológico y lo haya reprimido en el tiempo. Cuando no se expresan las emociones negativas, se quedan atrapadas dentro de sí y posteriormente pasan factura en el cuerpo.

Algunos de los factores psicosomáticos vinculados directamente con el estrés, son:

a) Alteración del sueño. Afecta el rendimiento general de las personas, influye en sus cambios de humor, que se origina en la persona al no tener un descanso adecuado y saludable.

b) El dolor es otro de los factores psicosomáticos asociados con el estrés. En las últimas décadas diversos investigadores han identificado que el estrés puede amplificar el dolor o, por el contrario, el dolor puede verse como un estresor; sin embargo, en ambos casos suele aparecer en las personas con mayor sensibilidad y activación como dolor de cabeza o espalda, por ejemplo.

c) La ansiedad, este trastorno aparece cuando se llevan a cabo tareas o actividades que demandan una mayor atención, lo que provoca así una afectación o alteración que la convierte en una patología al aumentar la frecuencia de ciertos síntomas, como irritabilidad general, angustia, terrores nocturnos y vértigos. 

d) Los trastornos gastrointestinales son considerados como uno de los factores psicosociales con mayor relevancia en aquellas personas que sufren estrés continuamente, causando con ello malestares estomacales persistentes y diversas enfermedades fisiológicas, como la gastritis.

e) Si bien el sexo es considerado como un elemento clave para reducir los grados de estrés, este último puede afectar la vida sexual cuando el estrés es prolongado, causando con ello afectaciones en el apetito sexual que generan a la postre disfunciones de la propia sexualidad.

Para evitar estas manifestaciones o desajustes en tu área física, te describiré algunas pautas a seguir que te pueden ayudar:

  1. Reconoce e identifica las emociones que sientes como negativas. No mirar el origen del problema repercutirá en que esté seguirá repitiéndose sin solución.
  2. Busca los espacios terapéuticos o no para expresar esas emociones que te generan malestar. Hablar, analizar e interpretar las emociones es la mejor forma de liberar esas tensiones psicológicas reprimidas.
  3. Las técnicas de relajación y visualización te podrán ayudar a desmontar y a aliviar la tensión corporal que te genera el malestar psicológico.

Céntrate en tu cuerpo, realiza actividades que te permitan liberar esas emociones acumuladas. Baila, camina, salta, corre, haz cualquier actividad física que te permita descargar y soltar las emociones.


KARINA MONSALVE | TW: @karinakarinammq IG: @psic.ka.monsalve

Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad

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