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viernes, 19 abril, 2024

Binikini, de Rawayana y Danny Ocean: 4 min necesarios

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Binikini es un ejercicio de etnografía cultural del fenómeno social venezolano que tanto necesitamos. Es introducirse en el discurso popular para entenderlo y romper así nuestra definición tradicional y clasista de lo bello y lo deseable. Binikini redefine el barrio y lo presenta como pocas veces (quizás jamás) hemos visto en la cultura pop venezolana ―no está velado por el romanticismo típico de las novelas como Cosita Rica o la desesperanza de Por Estas Calles―. Muestra el barrio como algo bello y a la mujer morena y plus en primer plano.

Por: Leonor Carolina Suárez

El estilo es algo que se adquiere. Distinto al privilegio, quien desarrolla un estilo puede dominar su estética y su historia con o sin mucho dinero. No sé si era eso lo que querían decir Rawayana y Danny Ocean cuando escribieron el verso: “Tú no estás encendida, tú estás on fayah” para su sencillo Binikini, pero es sin duda lo que plasmaron junto al director en el video de la canción. Cuatro minutos de sutil, pero profunda subversión cultural.

La música es eso que nos podemos llevar a todos lados, consumir de manera gratuita y hacer cada vez con menos, gracias a la tecnología. Es también una máquina del tiempo al pasado, el soundtrack del presente y tal vez la clave para el futuro. Esto último fue lo que sentí al ver el video del más reciente sencillo de la agrupación venezolana Rawayana ft. Danny Ocean.

Binikini es una canción típica de los herederos musicales de Los Amigos Invisibles. Rawayana es la versión playera de la gozadera que confeccionó en los noventa Amigos Invisibles con temas como Ponerte en cuatro. Los ingredientes: sabrosura, picardía y un poco de desfachatez masculina. El elíxir de la venezolanidad al estilo Caracas. Ambas bandas están formadas por niños bien hablando de ser caraqueños bien.

A mí y a unos cuantos nos ha encantado siempre su vibe, calidad con autenticidad. Son lo que son de manera honesta, pero es cierto que después de unas cuantas desgracias nacionales ni siquiera a los artistas se les perdona ya ser ciegos al contar o retratar nuestro país. Estamos todos obligados por las circunstancias a ver al menos el contexto del privilegio y tal vez más, Binikini logra ese más.

El video arranca con una chica, gavera de Polar al hombro, saliendo del barrio San Agustín en Caracas. Ella, junto a una amiga, se han inventado el plan al que Beto Montenegro, el vocalista de Rawayana y Danny Ocean son invitados, no protagonistas. En el video no se muestra el barrio como paisaje lejano ni objeto documental. Beto y Danny participan del goce de la calle liderado por el poder de la mujer venezolana de a pie que se deja ver seductora desde su avasallante flow (tú no estás encendida, tú estás on fayah). Esa es la chica on fayah. Una mujer con agencia y con estilo auténtico. No es la sifri-hippie con swing prestado. Las del video de Binikini han vivido su “swing criminal” y son por tanto autoras y dueñas de su estilo.

Binikini es un ejercicio de etnografía cultural del fenómeno social venezolano que tanto necesitamos. Es introducirse en el discurso popular, no para apropiarse de algo, no por mera politiquería, sino para entenderlo y romper así nuestra definición tradicional y clasista de lo bello y lo deseable.

Binikini redefine el barrio y lo presenta como pocas veces (quizás jamás) hemos visto en la cultura pop venezolana ―no está velado por el romanticismo típico de las novelas como Cosita Rica o la desesperanza de Por Estas Calles―. Binikini muestra el barrio como algo bello y a la mujer morena y plus en primer plano. No como actriz de reparto, sino como protagonista. Binikini es una disruptora obra de arte cargada de simbología.

Los visuales del video dirigido por Gregorio Acuña, un venezolano radicado en Los Ángeles, son exactamente lo que necesitamos: negociar códigos estéticos y de clase. Los privilegios con la calle. Lo bello y lo auténtico. El color y el dinero. Absolutamente todo en el video de Binikini es disruptivo (incluso las Toyota piloteadas por nuestras modelos). Me atreví entonces a contactar a Gregorio para preguntarle sobre las decisiones estéticas de este video que me atrevo a calificar de trascendental.

El director venezolano me atendió desde Los Ángeles con el “effortless” característico de un millenial. Hablamos unos minutos que hubiesen podido ser horas. Gregorio es un ejemplo del bien que nos ha hecho la desgracia de emigrar, de quien tiene claro lo que dejó hace más de una década en Venezuela. Él pasó del guayabo a la rabia, de la rabia a la nostalgia como cualquier venezolano de las primeras olas de emigración, en él –sin embargo– hay un ejercicio particular. Su nostalgia no le hace trampa. En él es un fenómeno macerado de su condición caraqueña y diaspórica.

Gregorio se reconoce privilegiado, pero no con el dejo prepotente de quienes tienen y pueden. O tuvieron y pudieron en la Venezuela precrisis. Por esto se planteó y logró crear junto a Rawayana y a Danny Ocean una nueva estética para la música venezolana desde la diáspora. Una que puede ser blanca y privilegiada, pero consciente de dónde viene casi como un acto de contricción. Esa que muestra a mujeres morenas o plus size al volante “porque ahora las jevas se inventan el plancito”, como me dijo Gregorio de sus observaciones durante su visita a Venezuela para la producción del video.

Gregorio también me habló de una escena cultural que se está cocinando en el país y que él vio en Caracas cuando volvió tras siete años para grabar Binikini. “Ya no preguntas de qué colegio eres sino qué haces, qué tipo de arte te gusta”. Las preguntas que debimos haber hecho toda la vida (ambos lo sabemos ahora, post emigración).

El privilegio que determinaba el colegio es un bien heredado, sin esfuerzo del beneficiario. La sensibilidad, el gusto, el estilo, son bienes que se logran independientemente de la clase social. Lujo no es estilo. En Venezuela parece que al fin estamos valorando la diferencia.

Binikini es una canción que debemos escuchar, pero el país que debemos ver está escondido en las sutilezas de los cuatro minutos de su video.

LEONOR CAROLINA SUÁREZ / Twiter: @LeonorSuarez / Instagram: leocarosuarez

Abogada. Licenciada Cum Laude en Derecho de la UCAB y máster en Comunicaciones de University of Florida. Cuenta con más de diez años de experiencia en periodismo digital y producción audiovisual.

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