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viernes, 28 junio, 2024

Aranceles contra el comercio desleal de China

La estrategia de China de impulsar como sea su demanda interna en la época post- COVID-19 coincide con el exceso de capacidad de vehículos eléctricos, que casualmente es uno de los tres sectores claves para el gobierno chino

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Recientemente la Unión Europea (UE) anunció que impondría aranceles a los
vehículos eléctricos chinos. La medida se enmarca en una investigación iniciada por
la Comisión Europea en octubre y tras una intensa contraofensiva de Pekín y ciertos
países europeos, principalmente Alemania. Aunque estos esfuerzos intentan pintar
todo el asunto como proteccionismo injusto, la raíz está en el propio modelo
económico chino: el exceso de capacidad.

En su comunicación exterior China niega la existencia del problema. Sin embargo,
en su país sus dirigentes hablan abiertamente de abordar el exceso de capacidad
ante las negativas consecuencias que tienen a nivel nacional. Pekín se enfrenta a
un dilema. Por un lado, un respaldo decidido a su industria manufacturera es
esencial para el crecimiento económico.

Por otro, es probable que la sobrecapacidad que, en el pasado, ha destruido
sectores industriales enteros en todo el mundo, vuelva a producirse en algún sector
nuevo. Y algunos analistas afirman que también es un problema para el mundo en
desarrollo, incluida América Latina.

Altos funcionarios y empresas europeas se quejan desde hace años por no tener el
mismo nivel de acceso al mercado chino que el que disfrutan sus homólogos chinos
en la UE. Criticaron a Pekín por subvencionar fuertemente a sectores emergentes
como las energías renovables, que luego destruyeron a su competencia europea
inundando los mercados mundiales con sus productos baratos. Cada vez que ello
ocurría, los funcionarios chinos acallaban a Europa con promesas vacías.

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Ahora, sin embargo, incluso los eurócratas más significativos se han puesto más
duros con China y Von der Leyen se ha decidido a impulsar una investigación contra
los vehículos eléctricos chinos. Nunca hasta ahora la Comisión Europea ha puesto
en marcha una investigación de este tipo por iniciativa propia y sin una denuncia
oficial de la industria. Sin embargo, la medida no carece de contexto: en el último
año y medio, la Comisión ha puesto en marcha varias investigaciones por prácticas
comerciales desleales de China. A una parte de la UE se le ha acabado la
paciencia.

El problema de los vehículos eléctricos chinos está relacionado con el exceso de
capacidad. En esencia, las fábricas chinas producen una cantidad excesiva de
bienes que la demanda interna no puede absorber, lo que lleva a China a
exportarlos en masa a precios que, con frecuencia, son muy inferiores a los del
mercado. No es la primera vez que ocurre. En ciclos repetidos, el mundo ha visto
cómo el exceso de capacidad de China destruía los mercados mundiales del acero,
la industria solar europea y muchos otros.

La estrategia de China de impulsar como sea su demanda interna en la época post-
COVID-19 coincide con el exceso de capacidad de vehículos eléctricos, que
casualmente es uno de los tres sectores claves para el gobierno chino (junto con las
baterías de litio y las células solares).

Los medios de comunicación chinos en lengua inglesa, los think-tanks y los
académicos afines rebatieron inmediatamente el argumento diciendo que la «teoría
del exceso de capacidad de China» es una invención, y que los aranceles
occidentales contra los vehículos eléctricos no son otra cosa que proteccionismo.
Sin embargo, son los propios dirigentes chinos los que han hablado del exceso de
capacidad industrial, ya que ésta puede producir una gran cantidad de negocios
insostenibles y conducir a la deflación, comprometiendo al sector bancario y las
políticas fiscales de los gobiernos locales.

El propio Li Qiang, el primer ministro chino, advirtió en marzo que China necesita
«prevenir el exceso de capacidad» mediante el fortalecimiento de políticas
industriales y una mejor orientación de la inversión. Otros líderes hicieron la misma
advertencia. Al menos en casa, China reconoce que el exceso de capacidad es un
problema que hay que abordar. La cuestión es si China quiere realmente
solucionarlo.

Mientras, la Comisión Europea concluyó hace unos días que los vehículos eléctricos
«se benefician de subvenciones injustas» y anunció la imposición de aranceles de
hasta el 38%. No son aranceles del 100% anunciados por Estados Unidos, pero
siguen siendo elevados considerando los frenéticos intentos de Pekín de frenar la
investigación durante meses.

Dichos esfuerzos incluyen una investigación antidumping en represalia sobre el
coñac y la carne de cerdo para castigar a Francia y España, respectivamente, por
apoyar los esfuerzos de la Comisión. Como siempre, los fabricantes de automóviles
alemanes presionaron en favor de China, temerosos de ser también castigados.
Por tanto, si China reconoce internamente su exceso de capacidad, ¿por qué no ha
resuelto aún la cuestión? Quizá porque el modelo económico chino se basa en el
apoyo estatal a los fabricantes, en la afluencia de capital extranjero procedente de
grandes superávits comerciales y en las inversiones en el extranjero. Es decir, los
bienes exportados crean un superávit comercial en todo el mundo para China, que
luego invierte este dinero en el extranjero, por ejemplo, en la Iniciativa de la Franja y
la Ruta.

Aunque pueda causar problemas a corto plazo, este modelo permite a China
destruir a la competencia, dominar los mercados y comprar influencia política.
América Latina y el resto del mundo en desarrollo pueden ser los que más lo sufran,
como concluía recientemente una consultora estadounidense: «es probable que las
economías en desarrollo registren mayores déficits comerciales con China, al
tiempo que se vuelven más dependientes de los insumos chinos».

De hecho, el exceso de capacidad exportadora inducido por el Estado chino
recuerda bastante a las políticas coloniales británicas, que arrebataban las materias
primas a los autóctonos mientras inundaban sus mercados con productos baratos,
invirtiendo continuamente el excedente económico en el extranjero para dominar
cada vez más mercados.

Si Pekín quisiera, podría arreglar el problema del exceso de capacidad, su control
de la economía es firme bajo Xi Jinping. Pero parece claro que el Partido Comunista
considera que los beneficios de esta situación superan a los problemas. A Xi no le
importa la economía, para él la política y las luchas globales son mucho más
importantes, como requiere la teoría comunista.

Filip Jirouš es sinólogo e investigador independiente del sistema político de
China y colaborador de Análisis Sínico en www.cadal.org

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