Ernesto Torres vive en Sanare, a 428 kilómetros de distancia de Caracas. Esta ciudad es la capital del municipio Andrés Eloy Blanco del estado Lara y pertenece a la zona montañosa de la cordillera andina venezolana, región por excelencia para la siembra de las hortalizas que llegan a cada hogar del país. A los 15 años sembró sus primeras papas, pero ahora, con 53, siente que sus demandas y las del resto de productores no son escuchadas por el Gobierno Nacional.
“Los productores no tenemos esperanza. La competencia desleal por el contrabando de hortalizas, el aumento del diésel, de los fertilizantes, el daño de las vías agrícolas, la imposibilidad de importar semillas, la extorsión y el nulo financiamiento, nos ha llevado a la ruina”, declaró Torres, quien es presidente de Asopapa Lara y vocero en la zona de la Confederación Nacional de Productores y Comercializadores de Papa (Confepapa).
Puntualizó que en Sanare el número de productores de hortalizas pasó de 7000 a menos de 2500, debido a todos “los nudos” que tienen para la siembra y la cosecha. Algunos han migrado a rubros mejor pagados, como el café.
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Competencia desleal
Sobre lo que define como competencia desleal, Ernesto Torres indicó que se refiere al contrabando que entra por las fronteras de Táchira y Zulia. “Papa, ajo, tomate, cebolla, casi todos los rubros de hortalizas que se producen en las regiones de la cordillera andina venezolana, están llegando libremente a los mercados municipales”, dijo.
Esto lo han denunciado por casi dos años ante los organismos con competencia en la materia del Estado venezolano, pero hasta ahora han ignorado sus planteamientos.
Ernesto Torres explica que además del contrabando sin permiso sanitario, están llegando hortalizas de Colombia con permisología del Insai (Instituto Nacional de Salud Agrícola Integral) a los mercados municipales como Mercabar -en Barquisimeto- o Mercamara -en el Zulia-, pero los precios están muy por debajos de los costos de producción en Venezuela.
“El saco de papa colombiano cuesta alrededor de 15 dólares; mientras que el nuestro sale en 45 dólares. Por eso decimos que es una competencia desleal, porque aquí trabajamos a pérdida. Producir una hectárea de papa en Venezuela cuesta entre 7.500 a 8.000 dólares”, precisó Ernesto Torres.
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“Matraca” y extorsión
Otra de las trabas que deben sortear los productores venezolanos es “la matraca” o extorsión en las alcabalas policiales y militares que se encuentran en las carreteras del país. “Eso no se ha acabado”, acotó Torres.
La intransitabilidad en las vías agrícolas, sobre todo después de las lluvias, dificulta la cosecha para los productores, quienes además de buscar diésel para trabajar, también necesitan gasolina para trasladarse a las fincas. Ambos combustibles cuentan con un subsidio, pero son pocos quienes tienen acceso al mismo.
Ernesto Torres recordó que desde el año 2018 el Estado venezolano les impidió importar semilla desde Canadá, como lo habían hecho durante 60 años.
“Primero nos hablaron del bloqueo, pero Canadá nos había dado la oportunidad de que nosotros pagáramos y tampoco fue posible, mucho menos que nos vendieran a los productores los dólares en el BCV para cancelar los pedidos. En estos momentos multiplicamos una variedad de la semilla María Bonita, pero la producción no satisface la necesidad actual, es algo a poca escala”, explicó el vocero en Lara de la Confederación Nacional de Papas.
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