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lunes, 29 abril, 2024

Venezolanos en Honduras venden arepas mientras esperan otra oportunidad para ir a EE. UU.

El Panita Burguer es un emprendimiento que surge de la necesidad de cuatro venezolanos en Honduras que esperan reunir dinero y mantenerse, mientras surge una segunda oportunidad de llegar a Estados Unidos para alcanzar el sueño americano

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Danlí.- Cuatro venezolanos intentaron llegar a Estados Unidos para alcanzar el sueño americano, pero no lograron pasar del territorio mexicano. Esta situación los obligó a regresar a Honduras, donde decidieron emprender con una venta de arepas, mientras aguardan por una segunda oportunidad para llegar al país norteamericano.

Con la idea de lograr ese «sueño», en un segundo intento, desde hace un mes los cuatro inmigrantes venden «arepas con carne hilachada y queso; pollo mechado y queso; reina pepiada, perro caliente venezolano, hamburguesas, salchipapas, parrillas y shawarmas», relató a EFE Frandys Osorio, de 43 años, un «comerciante» que hace más de tres meses salió de su país.

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De huéspedes en un refugio a microempresarios

El grupo lo completan Anthony Torrealba (28), su esposa Saray Espinoza (33) y su hija Marianyerlys Espinoza (14), quienes en septiembre pasado llegaron a Danlí, 100 kilómetros al oriente de Tegucigalpa, donde conocieron a Frandys.

En Danlí, Frandys comenzó a ganarse la vida -con propinas- ayudando a empujar la carretilla a clientes de un supermercado, mientras que Saray y sus dos familiares vendían «chupetas» (dulces).

Según indicó Saray a EFE, con Frandys se conocieron en un refugio para inmigrantes en Danlí, ciudad de la que destacó que su gente les trató muy bien, pero como su objetivo era el «sueño americano», continuaron con su riesgoso viaje a Estados Unidos.

«El 27 de septiembre llegamos aquí, estuve en el refugio tres semanas. Luego conocí al compañero (Frandys) que trabaja conmigo, con quien decidimos subir hasta Estados Unidos buscando nuestro sueño americano», añadió sentada en un banco de madera, junto a un «troco» (quiosco rodante, verde), donde funciona la cocina de su pequeño negocio «El Panita Burguer!».

Saray recuerda que el viaje, después de cruzar Guatemala, en México fue de correr de un lado a otro por la persecución de las autoridades migratorias.

Ante tanto asedio «decidimos bajar», pero no a Venezuela, sino a Danlí, «por la amabilidad de su gente, que me apoyó durante el tiempo que estuve antes aquí», añadió.

De regreso en Danlí, Frandys le habló a Saray del «troco» que estaba sin uso a orillas de una céntrica calle de la ciudad, a lo que ella respondió buscando a su dueño para pedirle que se los alquilara.

Entre los danlidenses que le han brindado apoyo a Saray, natural del estado Miranda, figura Elvia Madrid, quien trabaja con una fundación humanitaria y le prestó dinero para que emprendiera el negocio de comidas rápidas venezolanas, las que han tenido muy buena aceptación.

«Ella siempre me ha ayudado, es como una madre, me aconseja. El día que me vaya de aquí me la llevo en el corazón», expresó la inmigrante, mientras su esposo Anthony regresaba de comprar verduras y otros alimentos frescos, y la menor Marianyerlys cortaba cebollas y chiles para las comidas del día.

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«Para atrás, ni para coger impulso»

La primera vez que Saray salió de Venezuela fue hace siete años, hacia Colombia, donde trabajaba como carpintera y vendiendo arepas y otras comidas. Su primer hijo, Luis Alejandro Espinoza, de 18 años, vive en Ecuador, con una tía, según su relato.

Frandys recordó que lleva «tres meses pasaditos» de haber salido de Venezuela «con una meta, lo que llaman el sueño americano, supuestamente para irnos allá a Estados Unidos a trabajar».

Añadió que «ha sido una odisea», sobre todo cruzar el Tapón del Darién, en Panamá, y que agradece «a Dios porque pudimos pasar».

De Danlí, afirmó que «su gente es muy servicial» y «se parece mucho a mi pueblo, San Carlos», en el estado Cojedes.

Danlí, en el departamento de El Paraíso, fronterizo con Nicaragua, se ha convertido en una nueva ruta de paso y descanso para miles de inmigrantes, en su mayoría venezolanos, cubanos y haitianos, entre otras nacionalidades, que cruzan por Honduras en ruta a Estados Unidos.

Frandys indicó que «será Dios» quien le marcará su destino, pero que mientras seguirá en Danlí «con todo el corazón trabajando», esperando el día en que pueda estar con su familia «lo más pronto que pueda», principalmente con su esposa y sus dos hijos, uno de 11 años que sigue en Venezuela, y otro, mayor, beisbolista, que vive en Argentina.

«La situación económica en Venezuela no alcanza, se trabaja y trabaja y no te alcanza para vivir bien, que es lo que todo el mundo busca», acotó Frandys.

Los cuatro venezolanos esperan que «El Panita Burguer!» les permita hacerse del suficiente dinero para seguir con su objetivo de llegar a Estados Unidos, animados por muchos de los amigos que han hecho en Danlí, donde, según Saray, algunos les dicen que no desmayen en su intento y que «para atrás, ni para coger impulso». 

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