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sábado, 18 mayo, 2024

Padre de venezolano fallecido en Nicaragua: “Mi hijo murió luchando por su futuro”

Eynar Edgardo Rodríguez Medina, de 30 años, oriundo de Puerto Cabello, estado Carabobo, era uno de los 15 venezolanos que murieron en un accidente de tránsito ocurrido al norte de Nicaragua, el miércoles 27 de julio. Su destino era llegar a Estado Unidos en busca de una calidad de vida que en su país no consiguió

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La noche del 27 de julio, Edgardo Rodríguez tuvo un mal presentimiento. Hubo un momento en que su piel se erizó. Eran las 9:00 pm. A esa hora estaba pautado que su hijo llegara a Jalapa en Nicaragua. Agarró su celular y vio que el muchacho no se conectaba desde las 8:30 pm. Los mensajes tampoco llegaban a su teléfono. Esa noche no durmió. 

“Me entró como una desesperación y, a las seis de la mañana, la esposa de mi hijo me llamó por teléfono para decirme que había leído en Facebook una lista de personas que murió en un choque en Nicaragua y estaba el nombre de Eynar Edgardo”, recuerda Rodríguez al otro lado del hilo telefónico en entrevista concedida a El Pitazo, el 29 de julio. 

Eynar Edgardo Rodríguez Medina, de 30 años, oriundo de Puerto Cabello, estado Carabobo, era uno de los 15 venezolanos que fallecieron en un accidente de tránsito ocurrido al norte de Nicaragua, el miércoles 27 de julio. El joven, quien residía en la urbanización Ruiz Pineda del municipio Juan José Flores, iba en el autobús que impactó a dos vehículos y cayó a un precipicio. Su meta era llegar a Estados Unidos (EE. UU.).

Eynar Edgardo Rodríguez Medina
Eynar Edgardo Rodríguez Medina, de 30 años, oriundo de Puerto Cabello, estado Carabobo | Foto: Cortesía

“Él tenía aspiraciones como todo joven. Quería una casa propia, porque aquí vivía arrimado con los padres de su esposa. También quería un carro y garantizar un mejor futuro a su hijo de apenas un año, pero aquí era difícil; su situación económica no era favorable. Ese bebé tiene un problema en una pierna y, al parecer, hay que operarlo. Ya sabemos que cualquier operación en Venezuela es costosa”, señaló Rodríguez.  

Superó la selva del Darién 

Eynar Edgardo Rodríguez Medina emigró de Venezuela el 11 de julio. Salió solo y fue haciendo amigos en el camino. Recorrió Colombia y se trasladó en una lancha hasta la ciudad de Carreto (Panamá) para cruzar la selva del Darién. “Desde ese punto el trayecto es más corto. Mi hijo solo demoró cuatro días”.

Aunque superó ese peligroso tramo, el joven vivió situaciones complejas. “Me contó que era muy fuerte cruzar la selva, que se vive una permanente incertidumbre. Él llevaba una carpa, colchoneta, zapatos y ropa que fue dejando en el camino. Vio a un hombre ahorcado, se perdió dos veces, porque los guías no lo esperaron y cuando llegó a la subida de la muerte o la llorona, vio mucha gente tirada en el suelo, personas con ataques al corazón, porque la subida es cuesta arriba, y el cuerpo de un hombre enterrado”.

Al llegar a Panamá el joven siguió su ruta, vía terrestre, y llegó a Managua, capital de Nicaragua. En esa ciudad abordó el autobús que posteriormente colisionó. “Presuntamente el vehículo llevaba más pasajeros de los permitidos y el conductor iba a exceso de velocidad. Mi hijo se montó en ese bus a las cinco de la tarde, yo lo iba monitoreando por todo el camino, pero llegó un momento en que no respondió más”. 

Eynar Edgardo Rodríguez Medina tenía previsto llegar a México y contratar a un “coyote” que lo ayudara a llegar a Estados Unidos. “Muchos amigos le habían dicho que en ese país se ganaba dinero y también lo había leído a través de las redes sociales, así que decidió emprender esa aventura en busca de una mejor calidad de vida que en Venezuela no conseguía”. 

Su esperanza: la repatriación 

Edgardo Rodríguez no tiene pasaporte, tampoco recursos para llegar hasta Managua a buscar el cadáver de su hijo. Espera que los Gobiernos de Nicaragua y Venezuela lleguen a un acuerdo de cooperación y repatrien los restos mortales de Eynar Edgardo. 

“Qué más quisiera que ir hasta allá, pero mi hijo sabe que no tengo cómo hacerlo. Nosotros vivimos del día a día. Tenemos un emprendimiento con una panadería artesanal desde hace años y con eso nos mantenemos”.

Rodríguez envió un correo a la Embajada de Venezuela en Nicaragua, la mañana del 29 de julio, con la esperanza de que le den una respuesta positiva y trasladen el cadáver de su hijo a Venezuela para darle cristiana sepultura.  

De buen corazón

Edgardo Rodríguez calificó a su hijo como un joven de buen corazón. “Él era mi hijo mayor y nuestro contacto era diario. Me ayudaba en la panadería, así que nos veíamos todos los días. Cariñosamente lo llamábamos Junior”. 

Rodríguez hizo mención a las aspiraciones que tienen actualmente muchos jóvenes de mejorar su calidad de vida y para ello están emigrando a diferentes países, sobre todo, en busca del sueño americano, tal como lo deseaba su hijo. 

Lo ideal sería que lo consiguieran en su país, pero las condiciones no están dadas. Mi hijo murió luchando por su futuro. Él emigró con la misión de endulzar el paladar de muchos con las mejores milhojas. Era un excelente panadero, con un corazón enorme. Estoy destrozado”.

Con aporte de Stefanny Peña 

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