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miércoles, 15 mayo, 2024

El budare, utensilio para hacer arepas que se llevan venezolanos en su maleta

Es viernes y en El Pitazo estamos listos para compartir contigo una selección de nuestro boletín semanal Guayabo, escrito por Mireya Tabuas. Hoy, la periodista habla sobre cómo el budare se ha convertido en un símbolo venezolano

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Caracas.- En esta nueva edición de Guayabo, el boletín de El Pitazo, la periodista Mireya Tabuas habla de ese sentimiento que un budare genera en todas las familias venezolanas. Y es que, aunque se trate de un implemento de cocina, es uno de esos objetos que casi siempre va en la maleta de los que deciden emigrar.

“El budare es de estos artefactos humildes, sencillos, casi inadvertidos, pero absolutamente fundamentales a la hora de hacer esas maravillosas arepas con las que nos encanta alimentarnos. Un budare de confianza es como un médico de confianza, que debe estar allí, a la mano y siempre dispuesto”. dijo la antropóloga Ocarina Castillo, fundadora del Diplomado en Alimentación y Cultura en Venezuela, a la editora de Guayabo.

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Según explica Castillo, el budare es un implemento que viene de tiempos ancestrales y que no solo se utilizaba para hacer arepas, sino para otras preparaciones. Con el paso del tiempo, se volvió algo más cultural, hasta el punto en el que toda casa venezolana tiene un budare que, en muchos casos, se ha pasado de generación en generación.

“Aún cuando en la actualidad contamos con otros artefactos para hacer arepas o con versiones modernísimas del budare, siempre nos gusta tener ahí ese budare familiar, cercano, histórico, donde pareciera que a lo largo de los años, en cada tendida de arepas, estamos tendiendo una parte de nuestra vida y de nuestra historia familiar”, dijo Castillo.

Marifé Cuauro, una periodista venezolana que emigró de Maracaibo, Zulia, a Santiago de Chile, escribió un poema sobre la travesía dos budares que la acompañaron en su recorrido de dos aviones y 24 horas de autobús. En el texto titulado Un par de budares en mi maleta, cuenta que uno le pertenecía a ella y otro fue un regalo para una amiga que ya había emigrado anteriormente.

«Soy imprescindible en la cocina de cualquier venezolano. Hoy seguro me encuentras en muchos rincones del mundo. Ciudadanos en Alemania, México o Singapur ya han degustado las exquisitas preparaciones que salen de mi calurosa redondez», dice el poema.

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