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viernes, 3 mayo, 2024

¡A acomodarse que ya pasó la gandola!

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___ ¡Dale, dale, dale!

___ ¡A acomodarse que ya pasó la gandola!

Es el grito de Gregorio Quintero al despuntar el alba. Son las 5 de la mañana y suma medio día y una noche entera en la cola de la «bomba» El Hierro de Guanare.

El pi, pi, pi de una corneta y el run, run, run de un motor acelerado es el toque de diana en aquel inmenso estacionamiento que alcanza cerca de 500 vehículos. Todos ordenadamente aparqueados entre la calle del Club Italo Venezolano y un canal de circulación de la avenida José María Vargas sur. El celaje de una cisterna plateada timbrada con el logo rojo de Pdvsa se convierte, de pronto, en el suspiro de aliento de centenares de almas que han pasado un día de hambre y la noche en vilo cuidándose de los malandros y los roba puestos.


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___Aquí te asaltan los choros y los coleados, unos te quitan el celular y la cartera y otros arrasan a la brava el cupo que has guardado a las mujeres que no pueden pasar la noche aquí, dice un conductor muy dicharachero, pelo canoso y bigotudo, de unos 65 años, al que todos llaman «el sargento».

A las 5:45 a.m. los conductores trasnochados toman sus puestos, encienden los motores y una brigada se encarga de cerrar los accesos e intersecciones para evitar que algún avispado se cuele entre los vehículos. Un hombre, cercano a los 30 años, atraviesa un camión volteo y sube hasta la tolva para observar la formación. No quiere desorden, vigila que todos estén dentro de sus carros sin dejar espacio entre uno y otro, para que, al ingresar a las cinco islas, surtir el tanque y llenar los bidones no represente otro sufrimiento.

Por suerte, es muy temprano. Los guardias no llegan y se rumora que hoy no venderán gasoil, lo que alivia la longitud de la fila y merma el tiempo invertido en la somnolienta faena.

____Si entramos en tres tandas, a las 7 de la mañana ya toda esta manga estará lista, alega el sargento al señalar la profundidad del callejón y las dos líneas de 30 carros que la dibujan por ambos costados. 

Allí todo parece calculado. Pocos ignoran como se maneja el negocio. José María, un transportista de yuca, saca de la guantera de su Ford 750 un reporte de despacho y se echa a andar por el centro de la vía. Consuela a los más desesperados, a los que quedaron rezagados de las colas de días anteriores. 

__¡Tranquilos! que sí echamos. Por lo menos, los primeros 100 vehículos.

Y lee en voz alta una fracción del documento:

___Junio 02
E/S El Hierro
Ltrs 13.548 Gas 91
Ltrs 9.762 Gas 95
Ltrs 13.598 Disel
Guía 004576080
Placa AOYTS502
Hora05:42
Llenadero: Maporal

A lo lejos, más de 100 motorizados  -la mayoría con pimpinas– avanzan en línea recta, ingresan y se ubican en dirección a la quinta isla. No parecen preocupados ni muestran prisa. Esperan. Algunos se sirven por sí mismos porque sólo tres bomberos han sido habilitados para la jornada.

El pago es en billetes de 500 bolívares y sin derecho a «vuelto». Entre las manos de los tres bomberos no se deslizan las otras denominaciones del nuevo cono monetario.

Los motorizados pelean por el llenado de sus pimpinas. Foto Bianile Rivas

___Los de 5, 10, 20, 50 y 100 hace rato que no los aceptan, al igual que los productos Clap, dice Gregorio, quien a las 7 de la mañana, luego de sus 21 horas de cola, salió con su tanque lleno.

A la hora en que salió Gregorio no se observaban vehículos, guardias ni policías nacionales detrás de los locales comerciales de la estación. Estos llegan, cuando hay despacho, a partir de las 10 de la mañana. Es por detrás de «Subway». En esa calle contigua de la gasolinera hay un parqueadero especial que los de este lado del Club Ítalo llaman la «zona exprés».

Según José María, por esa despachan a las camionetas Runner del Gobierno, a los carros de militares y poderosos y de los que pueden pagar el servicio en especies alimenticias por bulto o en moneda americana. Todo sin hacer la fila ni padecer un desvelo.

____Un guardia me pidió 4 kilos de queso o 20 dólares por llenarme, sin demora, el camioncito. Pero yo que voy a poder, si lo que cargo es yuca, precisó José María. 


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Más allá, un hombre flaco y con chaleco fosforescente envejecido, ya raído, sale rezongando de la fila de los motorizados. Esta vez no le llenaron la pimpina porque al paquete de los cinco mil bolívares le faltaba un billete de 500.

El hombre quería un adicional de 20 litros. No lo logró, se transformó en rabia y, en un segundo, les rayó la descendencia. Avanzó 10 metros y de inmediato lanzó al aire un grito acusador:

__ Me niegan a mí que soy mototaxista, pero he visto aquí chóferes de ambulancias y patrullas que surten, la vacían, almacenan y vuelven a venir. Sé que la venden.

El mototaxista siguió la retahíla. Espetó que hay gente cargando bidones para nuevos clientes, así, al descampado. Se refirió a los mecánicos automotrices, que ahora llenan los tanques de carros dañados o en reparación para luego sacarla con manguera y revenderla, a razón de un dólar por litro.

Más de un año de escasez

En Guanare hay 13 estaciones de servicio de combustibles, de casi 90 establecidas en el estado Portuguesa. En esta zona del centro occidente venezolano, desde hace más de un año se registra escasez de carburantes, pero el martirio de los conductores se ha triplicado desde el mes mayo. En promedio, cada establecimiento recibía, día por medio, tres gandolas con una carga de 36 mil litros cada una. Hoy, llegan con cargas que no superan los 10 mil litros y hasta dos ocasiones por semana.

La escasez es un dibujo libre. Cada conductor la vive a su manera. Durante la larga noche en El Hierro, el disgusto y la frustración son sombras ocultas tras una aparente adaptación a las circunstancias.

___ ¡Qué más vamos hacer! estirar la soga hasta que reviente. Mientras se pueda hay que aguantar, concluyó José María. 

Se va con su carga de yuca hasta Mercabar, el mercado de mayoristas de Barquisimeto. Sabe que allá le esperan la misma cola, el mismo sufrimiento y su entera paciencia. Se ha marchado sin probar un cafecito. Un joven le mostró un termo, pero de una vez le contestó: «no, gracias. Ya bebí».

Teme que el sueño lo domine, pero prefiere aguantar antes que caer drogado. Sacó el celular y mostró, para justificarse, una cadena de WhatsApp:

«Atención Guanare: para todos los compañeros que se quedan en las colas en la noche para echar gasolina. Hay que estar pendiente con los vendedores de café. Anoche un compadre le compró un café a una chica y lo durmieron y le robaron la batería y lo mismo les paso a varios en la cola. Pendiente con eso, compañeros», se leía. 

___Hasta con burundanga nos castigan en las colas, advirtió.

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