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viernes, 17 mayo, 2024

Venezolanos que trabajan en la frontera de Táchira piden limosna para comer

Vivir del día a día, de la frontera y en un hogar improvisado, así intenta sobrellevar la cuarentena una mujer tachirense que asegura estar pasando hambre junto con sus hijos por no poder trabajar en la frontera

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San Cristóbal.- Para Karina, la cuarentena ha sido una de las tantas desafortunadas cosas que ha debido vivir. Depende del trabajo en la frontera, de lo que ella o los esposos de las mujeres con quienes vive en un refugio puedan vender, trabajar o ganar día a día en el Puente Internacional Simón Bolívar, que une a Venezuela con Colombia.

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Karina Montoya, junto a sus compañeras, viven en Zorca, a las afueras de San Cristóbal, en un refugio improvisado en el que no tienen las condiciones de salubridad o comodidad. Para ella la cuarentena ha sido «de lo peor que me ha tocado vivir, primero sin casa, con falsas promesas y ahora sin poder trabajar o tener comida» dijo.

El no poder alimentarse ella, ni a sus dos hijos de tres y cinco años, o ayudar a las personas que también fueron asignadas a ese lugar para vivir, ha sido «desesperante» para todos. En todos estos días lo que han comido se ha reducido a papas y auyama.

«Pasamos mucha hambre, normalmente siempre pasamos hambre, pero ahora mucho más. Antes uno buscaba algo para vender en la frontera: café, agua, chupetas. Ahora la frontera está cerrada, no hay colas de gasolina para ir a vender, no hay a quién pedirle ayuda» relató Montoya.

Las condiciones en que viven en el refugio de Zorca, son pésimas en salubridad pues tienen agua estancada con malos olores | Foto: Lorena Bornacelly

Desde el año 2012 están allí debido a que sus casas en el barrio El Rïo,en San Cristóbal, estaban construidas sobre terrenos inestables y tras lluvias, se desplazaron y quedaron sin hogar.

El sitio que sirve como refugio queda a la salida de San Cristóbal, casi frontera con Capacho Nuevo, por lo que es más fácil para ellos llegar a la frontera que a la capital del Táchira.

«Ayer -1 de abril- solo comieron los niños papas sancochadas porque no teníamos nada más que darles. Los adultos al final de la tarde pudimos comer auyama porque uno de los esposos de las muchachas trajo una grande que le regalaron porque a nosotros nos toca ir pidiendo prácticamente limosnas para resistir» dijo Karina Montoya, vía telefónica a El Pitazo.

Desde el inicio de la cuarentena solo hacen una comida al día con verduras.A los niños procuran darle una papa en cada comida o buscan la menera de al menos darles dos veces, para que sean quienes menos hambre pasen. Montoya explicó que Andreina, una de sus compañeras del refugio, amamanta a su hijo de 4 años para que tenga «por lo menos algo que lo alimente» según les dice.

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Las promesas hechas por el ex gobernador del Táchira, José Gregorio Vielma Mora, de una vivienda quedaron en el aire, así como también el compromiso de Protección Civil y el Instituto Nacional de Vivienda de ayudarles con alimentos a través de las cajas Clap o de empresas privadas.

Aunque cumplen la cuarentena para evitar el contagio por coronavirus, tienen otro tipo de problemas de salud pues Karina debe tomar medicamentos para la tensión que no logra comprar por no tener dinero ni para comer, los niños tienen enfermedades en la piel y además, todos tienen tos y problemas respiratorios debido a que el sitio donde reside, tiene agua estancada que genera olores nauseabundos.

Este 2 de abril, a través de la iniciativa de un grupo de jóvenes tachirenses que reparten mercados a quienes lo necesitan, Karina recibió alimentos con los que podrá alimentar a sus niños mientras encuentra cómo hacer cuando se le terminen.

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