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lunes, 20 mayo, 2024

Vecinos de gasolineras en San Cristóbal se quejan de basura y malos olores

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San Cristóbal. Las colas por combustible en el estado Táchira no solo les quitan días de trabajo a quienes deben hacer la larga fila de carros, sino que también se han convertido en un problema para las comunidades aledañas a las estaciones de servicio. 

Nadie quiere tener la cola ante su casa, a pesar de que pueden contar con el beneficio de parar el carro al frente y no salir de su vivienda mientras esperan su turno para llenar el tanque de combustible. 

Para abastecer de gasolina el vehículo en San Cristóbal, el ciudadano debe pasar entre 24 horas y ocho días, en el peor de los casos. En todo ese tiempo, quienes viven alrededor tienen que aguantar basura, escándalos, fiestas móviles y hasta malos olores, pues los usuarios hacen sus necesidades en las aceras. 

En diversas zonas de Barrio Obrero es tal el desorden que los vecinos se han organizado para solicitarles a las autoridades militares en la región que cambien la ubicación de los vehículos en espera.


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«Perdimos la tranquilidad»

En la calle 16 de la capital tachirense la cola la han cambiado de lugar en diversas oportunidades debido a las quejas de los vecinos, quienes aseguran haber perdido la tranquilidad de su hogar desde que se iniciaron las colas para nunca acabar, es decir, desde mediados del año 2018. 

Ligia Arellano vive en este sector de la comunidad de La Romera. Aseguró que cuando la cola pasa por el frente de su vivienda se pierde la tranquilidad total, porque el ruido de los carros comienza a las cinco de la mañana, que es cuando comienzan a cuadrar el orden de los vehículos que fueron anotados para ser abastecidos ese día. 

«Dejan desechos sólidos, se orinan y se evacúan aquí frente a las casas. El monóxido nos afecta totalmente, así como el sonido de las cornetas cuando se tranca la circulación. Además se han presentado problemas porque las personas de afuera se adueñan prácticamente del frente de la casa. En una oportunidad hasta agarraron a golpes a una de las vecinas», expresó. 

Con todo este caos de la gasolina, refiere la ciudadana, había personas que cobraban para apartar el cupo. Esto llegó a oídos de los encargados de la estación de servicio y decidieron cambiar la cola para la avenida Carabobo; pero después, quienes se quedaban durmiendo en los carros denunciaron la inseguridad y las autoridades volvieron a reubicarla.

Rosalía de Rangel vive también en el lugar. Indicó que es tal el desorden, que hay quienes se quedan a diario para luego vender la gasolina frente a todos. «Lo peor es que no dejan dormir en toda la noche, porque no son solo los que llegan a las cinco de la mañana, sino los que vienen con licor a tomar y pasan toda la santa noche con la música a todo volumen. No respetan ni a viejos ni a jóvenes. Mis nietos no duermen y yo estoy enferma, delicada de salud, y con esta situación, peor», agregó. 

María Antonia de Arellano es de la tercera edad. Al lado de su casa hay dos viviendas desocupadas, lo que aprovechaban las personas en cola para hacer sus necesidades, que luego generaban moscas y malos olores. «Hasta a mí me tocó ponerme a tirarles tierra a los desechos que dejaban. A veces tenía discusiones con algunos porque les reclamaba que dejaban basura de niños y se burlaban de mí. Con eso se sentían poderosos», dijo.  

En una oportunidad supo que dos hombres en cola golpearon a una vecina porque ella les reclamó el desorden. Eran cerca de las ocho de la noche. La mujer quedó inconsciente, por lo que tuvieron que trasladarla a un centro de salud; mientras, sus hijos se agarraron a golpes con los dos sujetos. 

José Luis Moncada Pérez tiene un negocio en la zona. Se siente afectado porque los carros son ubicados a los dos lados de la calle. A veces trancan el lugar cuando no llega la gasolina y eso afecta su negocio. «No dejan que el cliente se estacione para que nosotros podamos vender los productos. La cola afecta el libre tránsito y así bajan las ventas porque no hay dónde estacionar. Otros colocan obstáculos en la vía pública», añadió. 

Con las constantes fallas de electricidad en la capital tachirense y el poco envío de gasolina, las colas parecen ser el mal de nunca acabar. Mientras los usuarios padecen por tener que «vivir» en esas filas hasta que puedan abastecer, quienes están en las adyacencias de las largas colas, que pueden sobrepasar las 20 cuadras, han perdido también su calidad de vida y ya no tienen tranquilidad ni en su propio hogar.

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