Las fuerzas de seguridad birmanas volvieron a reprimir este miércoles 17 de marzo las manifestaciones contra el golpe militar, esta vez en un municipio industrial de Rangún, donde incendiaron varias viviendas y se escuchaban disparos, según testimonios de vecinos. «Muy poca gente sale a la calle» por miedo a ser detenida en el barrio de Hlaing Tharyar, uno de los bastiones de la oposición, dijo una persona a la agencia de noticias AFP.
La Asociación de Asistencia a Presos Políticos (Aapp) informó que muchas personas han sido detenidas en las últimas jornadas en la capital económica del país, las que «no son autorizadas a ver a sus familiares ni a sus representantes legales». La ONG aseguró que «nadie sabe dónde se encuentran detenidas muchas de esas personas», que además sufren «torturas físicas y mentales».
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Hlaing Tharyar vive días de gran violencia desde el domingo pasado, cuando varias fábricas textiles chinas fueron incendiadas. El origen de los ataques no ha sido identificado, pero el resentimiento contra China se ha intensificado desde el golpe militar. Tras el inicio de los incendios, las fuerzas de seguridad se desplegaron en el municipio y mataron a balazos varias decenas de manifestantes.
El papa se arrodilla
Ante la magnitud de la represión ejercida por la dictadura, el Mecanismo Investigador Independiente de la ONU para Birmania llamó a las víctimas, e incluso a los perpetradores, a enviar información a esta comisión para construir un caso contra la Junta Militar. La comisión investigadora pidió extrema precaución a los denunciantes, a los que facilitó métodos para contactar de forma confidencial.
Por su parte, el grupo de parlamentarios electos que se autodenomina «gobierno legítimo» de Birmania pidió a los distintos grupos étnicos armados del país «unir fuerzas» contra la dictadura. «Construiremos juntos nuestra Unión Federal. El mal debe ser repelido gracias a nuestra unión», apuntó el Comité de Representantes de la Asamblea de la Unión (Crph), formado en su mayoría por decenas de diputados y senadores del partido de la depuesta Aung San Suu Kyi, que no pudieron asumir el cargo por el golpe de Estado militar del 1º de febrero.
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En tanto, el papa Francisco dijo que él también se arrodilla para pedir el cese de la violencia, en referencia al gesto de una monja que el 9 de marzo se puso de rodillas ante un grupo de soldados para evitar que disparasen contra los manifestantes. «Siento la urgencia de evocar la dramática situación en Myanmar (Birmania), donde tantas personas, sobre todo jóvenes, están perdiendo la vida para ofrecer esperanza», dijo Francisco.
«Yo también me arrodillo en las calles de Myanmar para decir cese la violencia. Yo también levanto mis brazos para decir que prevalezca el diálogo», agregó.
Más de 200 civiles han muerto desde el golpe del pasado 1º de febrero.
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